La mujer que no ha conocido (en términos bíblicos) varón es llamada virgen, mientras el hombre que no ha conocido mujer es llamado casto; se necesita establecer estas diferencias semánticas antes de iniciar el relato puesto que así se pueden entender mejor las situaciones a ser explicadas. Mientras la virginidad de la mujer no es visible, debido a que el himen se encuentra dentro del canal vaginal, la castidad del hombre está a la vista si el individuo no ha sido circuncidado.
Como había comentado en el capítulo anterior, ya para el primer aniversario de conocernos (no en términos bíblicos) nuestra relación amorosa había subido mucho de temperatura, debido a la intervención de la madre naturaleza y la pulsión de perpetuar la especie; como ni sabíamos manejar esa tensión sexual que ya era mucho mas grande que nosotros ni tampoco sabíamos como manejar potenciales soluciones, esta creció hasta el máximo punto posible y se resolvió aquel día, a partir del cual nos convertimos además de novios, en amantes.
Debo hacer una disgresión previa que se hace necesaria para el relato. Poco después de habernos hecho novios, Gitty me invitó a la playa, junto con una prima y un par de amigas; esto fue algo así como el caso de las salchichas persiguiendo a los perros, porque lo normal es que sea el hombre el que invite a la playa, no la viceversa, y lo que es mas loco, que las muchachas vayan a buscar al sujeto a la casa. Recuerdo que la llegada de ellas al apartamento donde yo vivía causó enorme escándalo en mi mamá, ya que era la primera vez que quienes me iban a buscar para salir no eran hombres.
En la zona costera venezolana existe la costumbre de invitar a las nuevas parejas a la playa para así detallarles los cuerpos y ver si se gustan de forma recíproca, pero para el momento ya estaba tan enamorado de ella que ni falta me hacía (o eso creía yo) verle el cuerpo a mi novia, sin embargo, en cierta forma estaba equivocado, porque lo que vi fue algo espectacular, ella era alta, delgada, de piernas largas y muy bonitas y con el traje de baño entero aguamarina que tenía puesto se le marcaban unas caderas mas anchas de lo que pensaba y una cintura que casi podía rodear con mis dos manos. Tenía un cuerpo de bailarina, completamente proporcionado y definitivamente bello, me costaba creer que ese portento de mujer se hubiera fijado en mí.
Esta disgresión sirve para darle mayor contexto al grado de tensión sexual que había entre nosotros, una mujer espectacularmente bella, preciosa, una verdadera muñeca, y por el otro lado un individuo que no podía creer en su buena suerte; ya la mesa estaba servida para nuestra primera experiencia y eso iba a pasar de un momento a otro, siendo este el domingo 14 de septiembre de 1986, cinco días luego de cumplir el primer año de habernos conocido.
Ese domingo paseamos y caminamos por varios parques y nos dimos cuenta que ya no podíamos seguir esperando, que ese era el día y debíamos actuar, si bien éramos mayores de edad, la premura no nos hizo pensar en ir a un hotel para hacer el amor de una forma mas romántica y con un cierto toque erótico; viendo todo lo que pasó en retrospectiva nos dimos cuenta que simplemente teníamos una necesidad que debía ser satisfecha de inmediato y así lo hicimos.
Al final de la tarde, al salir de un parque, encontramos un lugar solitario muy oculto entre una vegetación bastante espesa y allí mismo, dentro del carro, con las luces apagadas, vidrios subidos y puertas aseguradas, nos hicimos el amor de manera salvaje, a pesar de ser nuestra primera vez, ella virgen y yo casto. Luego del desahogo nos dimos cuenta que habíamos manchado de sangre la tapicería del carro, que por suerte era negra, al romperse nuestros respectivos, a falta de otro nombre, hímenes; así que yo tenía que limpiar ese desastre al día siguiente antes que alguna otra persona se montara y preguntara de donde había salido esa sangre. Nuestra ropa, especialmente la interior, también tenía sangre y eso iba a ser mas complicado de resolver, pero a pesar de todos esos inconvenientes nos sentíamos felices, porque literalmente habíamos logrado consumar nuestro amor.
Años después Gitty acostumbraba tomar nuestra primera experiencia a broma y me decía:
- Ese día yo te iba a decir que iba a romper contigo y no iba a ser mas tu novia, pero conocí a "Perucho" y me dije, esto está demasiado sabroso como para dejarlo.
Yo le respondía, palabras mas, palabras menos, que dudaba que ella hubiese sentido mucho placer en una posición tan incómoda mas el dolor de la ruptura del himen y mi propia inexperiencia y torpeza, que lo que hicimos en ese momento fue un desahogo, pero que luego de esa primera vez, en lugares mejor acondicionados, sí disfrutamos mucho mas.
A partir de ese momento, yo con 20 años y ella con 19, empezamos a actuar no como novios, sino como marido y mujer, sabíamos que habíamos mezclado nuestras sangres y nos entregamos mutuamente, ya no teníamos vuelta atrás, éramos el uno para la otra y sabíamos, aunque no lo dijéramos expresamente, que lo único que nos separaría sería la muerte.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario