sábado, 29 de octubre de 2022

Nuestra historia de amor: Capítulo 34: La dulce espera.

 


La doctora George una vez que se logró el embarazo transfirió el cuidado de Gitty al doctor Pedro Millán, esto se debía al hecho de que ella era especialista en fertilidad mientras que el doctor era el obstetra. A partir del 16 de mayo inició el control del embarazo, le ordenó hacer cambios en la dieta y tomar una serie de medicinas y vitaminas para que el embrión se desarrollara de manera saludable.

El 23 de mayo fue el día en que mi mamá secuestró a Gitty para asegurarse que su primer nieto naciera de la mejor forma posible y se ocupó de alimentarla según las directrices ordenadas por el doctor; muchas frutas, vegetales verdes y proteínas. Gitty pesaba 55 kilos (121 libras) al momento de enterarse de su embarazo, para el día del parto la balanza marcó 85 kilos (187 libras), mientras que la masa de la niña era de apenas 3 kilos (6,6 libras), es decir, apenas el 10 por ciento de la diferencia.

Por causa de la preñez, en su trabajo la transfirieron a un puesto de oficina para que no caminara mas, lo que por un lado fue bueno, pero por el otro perdió la flexibilidad de horario que le gustaba, aunque era la única solución práctica, especialmente porque ella pensaba tomar sus permisos pre y posnatal luego del parto y con eso pasar casi cuatro meses con su bebé; si bien seguíamos viviendo en el apartamento de mi tía, Gitty pasaba cada vez mas tiempo en el de mi mamá a medida que la barriga crecía. También me exigía momentos de intimidad, pero como la panza le creció tanto, me daba miedo causarle daño y no podía cumplir con el cometido, simplemente pensaba que era contraproducente y estaba cohibido, lo único que podía hacer era tratarla con mucha ternura y delicadeza mientras mantenía la abstinencia forzada, luego del nacimiento sería otra cosa, o al menos eso era lo que esperaba que pasaría.

Era necesario saber como iba el proceso de gestación y para eso había que hacer ecosonogramas, también servirían para conocer el sexo del bebé; pude estar presente en el primer procedimiento, pero el feto no mostró nada y no se supo que era lo que venía. Para el segundo eco, yo estaba auditando la sucursal de Valera, así que no estuve en el consultorio, y ahora sí se mostró, a mi mamá casi le dio un desmayo cuando se enteró que su primer nieto sería una niña, ella nunca pudo tener una hija y la emoción de saber que tendría una nieta fue inmensa. Por el otro lado, Gitty me llamó a la sucursal para darme la noticia y ni hablar de lo feliz que me sentí al saber que el fruto de nuestro amor iba a ser una niña.

Básicamente Gitty y la bebé se convirtieron en el centro de todo, lo único en lo que se pensaba era en hacerles la vida cómoda y feliz hasta el momento del alumbramiento; la madre primeriza se compró ropa de embarazo y le quedaba muy bien, se veía muy linda con su barriga, con todo y que era realmente enorme. Uno de los conjuntos que tenía para ir a trabajar era de rayas verticales azules y rosadas, yo lo llamaba la carpa de circo en son de chanza y Gitty siempre se reía cuando se miraba en el espejo con él puesto:

- ¡Mira mi carpa de circo!

Tocaba comprar las cunas, una que estaría en casa de mi mamá y la otra que se llevaría a donde vivíamos; para el primer lugar buscaríamos una tradicional mientras que para el segundo usaríamos un corral, que era mas práctico para un lugar pequeño. A la primera tendríamos que ponernos a buscarla en mueblerías mientras que el corral yo lo compraría en Cúcuta, Colombia, ya que iba a auditar la sucursal de San Antonio del Táchira y podía pasar la frontera para hacer compras aprovechando la tasa de cambio favorable al bolívar venezolano.

Recorrimos muchas mueblerías durante varias semanas hasta que encontramos una en Catia donde el encargado casi que nos regaló una cuna de pardillo que estaba relegada en el depósito, lo único que había que hacer era lijarla y barnizarla para que se viera como nueva. Nos la llevamos por una bagatela y le compramos un buen colchón. El fin de semana siguiente me puse a lijar todo el mueble y lo barnicé, así la cuna quedó espectacular.


Cuando me tocó viajar a San Antonio, pensaba que las cosas iban a ser sencillas, pero no fue así, todo se complicó bastante. No había agua en el pueblo, me dio una gripe horrible con problemas gástricos y no pude ir a Cúcuta. Luego, en la segunda semana, ya mejorado, el día que me iba de Caracas, un tipo intentó robarme mientras esperaba un taxi frente al edificio donde vivía mi mamá, en el que Gitty se había quedado conmigo ese fin de semana. Ese intento de robo terminó en un tiroteo y al menos el sujeto no logró su objetivo. A partir de esa semana, el contralor de la empresa me autorizó a salir los domingos al final de la tarde y no los lunes en la madrugada por razones de seguridad.

Finalmente pude pasar a Cúcuta y comprar un corral plegable marca Chicco por un precio irrisorio y así tuvimos lista la cuna alterna para el apartamento de La Pastora.

Luego de San Antonio me enviaron a auditar la sucursal de Punto Fijo y decidí aprovechar esa oportunidad para que Gitty se diera un baño de mar y pasear un poco antes del parto, el principal problema era conseguir un lugar familiar donde hospedarnos  y otros donde comer. Esto era debido a que en esos tiempos en Punto Fijo se estaban ejecutando proyectos de modernización en el Complejo Refinador de Paraguaná, que era el mas grande del mundo, el mas importante de ellos era el PARC o Proyecto de Adecuación de la Refinería Cardón.

Estos trabajos produjeron una población flotante de personal obrero y técnico que se convirtió en un imán de prostitutas y ficheras; el centro de la ciudad estaba minado de bares y puticlubs, era sumamente difícil encontrar un restaurant decente en el que uno pudiera sentarse a comer. Un lunes a mediodía fui a almorzar a un lugar supuestamente familiar y luego de ver la carta y pedir la comida se me sentó una mujer al lado:

- Buenas tardes, ¿me puedo sentar?

- Como no, no hay problema -pero me fijé que había mesas libres, así que no entendí por qué se sentó en la mía.

- ¿Qué hace por aquí? -la mujer era joven, trigueña y no era fea, se veía que tenía buen cuerpo.

- Soy auditor de Vengas.

- ¿Y usted trabaja aquí todo el tiempo?

- No, se me asignó auditar la sucursal que está aquí y luego regreso a las oficinas centrales en Caracas, porque allá es donde vivo.

- O sea, usted no vive aquí.

- No, claro que no, me hospedo en un hotel mientras trabajo.

- ¿Y no quiere guerra?

- ¿Con quién hay que pelear?

- Conmigo.

- Ya va, ya va, como que no entiendo ¿qué quiere decir con eso?

- Bueno, que podemos pasar un rato chévere juntos.

- ¿Y cómo es eso? -me parecía extraño que yo tuviera una capacidad de seducción tal como para que una mujer quisiera irse a la cama conmigo apenas verme, ni que fuera Brad Pitt.

- Bueno, nos podemos ir a tu cuarto de hotel o pagar otro y así la pasamos bien, solamente tienes que darme un regalo.

- ¿Un regalo? ¿ como qué, un reloj, un radio, un peluche?

- No, claro que no, me das 5.000 bolívares y hacemos lo que tú quieras.

- Bueno, la verdad es que no tengo tanta plata, soy padre de familia y todo mi sueldo se me va en mantener mi casa -ciertamente estaba decepcionado porque pensaba que solamente con mi presencia podía seducir a una mujer.

- Ok, hasta luego.

- Que pase buenas tardes.

Cuando le conté a Gitty lo sucedido, me dijo:

- De ahora en adelante te voy a preguntar si quieres guerra -y se echó a reír a mandíbula batiente.

En todas partes se metían bagres, y eso no me parecía muy adecuado para mi familia. Luego de investigar con la gente de la sucursal pude encontrar un hotel donde el dueño no aceptaba putería y una lista de restaurantes donde podríamos comer sin espectáculos bochornosos o atentados contra "la moral y las buenas costumbres."


A la semana siguiente, en vez de tomar el avión el lunes en la mañana, le dejé el pasaje a Gitty y me fui a Punto Fijo en el carrito a las 5 de la mañana, según mis cálculos arribaría poco antes de mediodía, a la hora en que normalmente llamaba a mi jefe para reportar mi llegada a la sucursal. El plan era que Gitty usaría mi pasaje de avión de ida y vuelta mientras que yo le compraría a mi mamá un pasaje de ida, llegarían directo a Punto Fijo en el vuelo de Avensa (línea aérea que ya no existe) que iba a Curazao y hacía escala en el aeropuerto de Las Piedras el viernes a media mañana, mientras que el regreso sería el domingo en la tarde desde el aeropuerto de Coro; Gitty se iría en el avión y mamá y yo volveríamos a Caracas en el carrito.

Como había hablado con el dueño del hotel, todo estaba listo para cuando ellas llegaran y así podrían entrar directo a mi cuarto que tenía dos camas dobles, así cuando terminé de trabajar el viernes a la una de la tarde pude ir a buscarlas para almorzar. Ese fin de semana paseamos por toda la península y nos bañamos en playa El Pico dos días seguidos aprovechando para comer pescado frito con funche y ensalada de aguacate en el restaurant de la playa.

El domingo a mediodía nos fuimos a Coro para que Gitty cogiera el avión que la regresara a Caracas. Al llegar a la ciudad nos encontramos con una sorpresa: No había energía eléctrica. El apagón era total, para colmo de males la preñadita tenía hambre y no encontrábamos un lugar donde ella pudiera comer, y no solo era que tenía hambre, era que se estaba muriendo de hambre. Por fin conseguimos un local en el que habían preparado algunos platos antes que se fuera la luz y le dieron una ración de espaguetis con salsa ketchup, mayonesa y queso rallado, Gitty tenía tanta hambre que me dijo que fue uno de los platos mas sabrosos que había comido en su vida.

Llegamos al aeropuerto y gracias a mis contactos logré que pasara el tiempo de espera lo mas cómoda posible. Mis contactos eran dos limpiabotas de quienes me había hecho amigo, les conseguí que les instalaran gas en sus casas sin tener que pagar el costo de instalación sino solo el de las bombonas, quedaron muy agradecidos y siempre que iba a coger el avión de regreso a Caracas me ayudaban con todas las diligencias, así que cuando les presenté a mi esposa y mamá se ocuparon que todo estuviera bien para ellas.

Al final, con todo y apagón, el avión llegó y Gitty se pudo ir, mientras que mamá y yo arrancamos para Caracas, nos paramos en Boca de Aroa a comer y llegamos poco después de las 10 de la noche. Dejé a mamá en su apartamento y me fui a La Pastora donde mi señora esposa me estaba esperando. Dos semanas después nos mudamos de un todo, provisionalmente, porque ya se acercaba la fecha en la que Graciela llegaría a este mundo.

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