Acerca de cómo sobrevivir a la pérdida de la única mujer que he amado mientras me dedico a escribir tonterías para encontrar algún sentido a la vida que no es vida sin ella.
domingo, 30 de octubre de 2022
Nuestra historia de amor: Capítulo 35: Graciela.
Durante mis viajes de trabajo escuchaba mucha música, especialmente jazz, y esta pieza era una de las que mas me gustaba, por lo que la ponía en el walkman con frecuencia. Fue mi canción favorita del año 1994 y por eso pasé a identificarla con mi hija, así se ha mantenido hasta el día de hoy; el único que sabe esto soy yo y ahora lo sabrá quien lea este capítulo. Por lo demás no deja de ser contradictorio que una canción tan sosegada identifique a alguien con un temperamento tan bullicioso como el de Graciela, son las sinrazones de la razón.
El seis de diciembre fue el día seleccionado por el doctor Millán para el parto, como a Gitty se le hizo la pelvimetría y dio como resultado que uno natural sería muy trabajoso debido a que tenía la pelvis estrecha, se decidió proceder con una cesárea que se ejecutaría ese martes a las ocho de la mañana en el Centro Clínico Rojas Espinal en la urbanización Los Chaguaramos de Caracas (luego se mudaron a la población de Guatire).
Con todo listo, notifiqué la novedad al trabajo y solamente me dieron los tres días de permiso que establecía la ley, aunque como el último era viernes mi jefe dijo que me lo cogiera también, así que en la práctica tuve seis en total contando el fin de semana.
La noche del lunes llevé a mi esposa y mi madre a la clínica aunque antes fuimos a un restaurant italiano en las cercanías, la pizzería Il Fornaretto, para cenar y así Gitty estuviese bien alimentada para la mañana. Como mi mamá era enfermera, pues estaba claro quién debería acompañar a la madre primeriza esa noche.
Sabía que no iba a poder dormir, así que me reuní con unos compañeros de trabajo que me esperaban en una cervecería cercana para un brindis por la salud de la madre y la nueva integrante de la familia. Poco después de medianoche nos despedimos y me fui al apartamento de La Pastora, para salir de allí a las siete de la mañana.
En la clínica no había una sala de espera como tal para los familiares de las parturientas, el único lugar disponible eran las escaleras que llevaban al tercer piso del edificio donde estaban las salas de parto, así que mi mamá y yo nos sentamos allí a esperar las noticias, si bien ella como enfermera podía entrar, el doctor prefirió que no lo hiciera; también, como una interesante coincidencia, su médico ayudante sería uno que había tratado a la familia de mi mujer durante varios años, así que en cierta forma Gitty estaba en manos de médicos conocidos y de confianza.
Luego de esperar poco mas de una hora me llamó una enfermera que abrió la puerta de la zona de maternidad. Cuando bajamos las escaleras, otra enfermera cargaba a nuestra bebé en brazos, todavía cubierta con las sábanas de la sala de partos, dormida y haciendo burbujitas con la boca; eran las 9:05 de la mañana, había nacido apenas 10 minutos antes. Mientras mi mamá le echaba la bendición y rezaba unas oraciones yo estaba petrificado admirándola, no podía creer que habíamos engendrado a ese pequeño ser humano, mientras al mismo tiempo me preguntaba si estaría a la altura del compromiso, tenía 28 años y Gitty 27. ¿Podría ser un buen padre? ¿podría cumplir como cabeza de casa? ¿cómo haría, si los niños no vienen con un manual de instrucciones al nacer? ¿que nuevos errores íbamos a perpetrar mientras buscábamos no repetir los que nuestros padres cometieron con nosotros?
Demasiadas preguntas sin respuestas, lo importante era que teníamos que echar para adelante con una hija a la que debíamos criar, dar techo, ropa, comida y educación; lo bueno fue que en cierta forma Graciela cumplió con el refrán de que todo niño viene con una arepa bajo el brazo: la semana anterior a su nacimiento el gobierno decretó que la dirección de rentas del Ministerio de Hacienda se iba a convertir en un instituto autónomo y que su nombre cambiaría a Servicio Nacional Integrado de Administración Tributaria, o por sus siglas: SENIAT. Al mismo tiempo, todo el salario del personal sería ajustado al nivel de nómina de PDVSA, con lo que el sueldo de Gitty se multiplicó por cuatro en el mes de diciembre.
Luego que Gitty se recuperó, la pasaron a la habitación mientras Graciela estaba en el retén. Después, casi a mediodía, llevaron a la niña para que estuviera con su mamá y se iniciara el proceso de amamantamiento, fue cuando nos tomamos nuestra primera foto juntos.
Como es natural imaginarse, luego de todo lo que había pasado Gitty aquella mañana, no se podía esperar que tuviera su mejor semblante, además, estaba empezando a exhibir los síntomas de la depresión posparto, que si bien no fue un caso grave, si le pegó fuerte y su fase aguda le duró varias semanas, aunque pasaría casi un año para que se le fuera del todo. El tiempo de hospitalización luego de la cesárea sería de 72 horas y a continuación se le daría el alta médica, así que iríamos al apartamento de mi mamá el viernes 9 antes de mediodía.
La última noche la pasé en la clínica para que mamá pudiera descansar y tener todo listo cuando llegáramos los tres, mientras que yo en los días anteriores me dediqué a comprar leche maternizada en caso que fuera requerida y varias cajas de pañales para tener en reserva.
Graciela desde que nació se reconoció por lo escandalosa. Cuando llegué al centro médico, como a las ocho de la noche, desde la entrada del edificio se escuchaban los berridos y llantos de la niña porque tenía hambre y el tetero no estaba listo, tuve que salir corriendo a buscarlo donde las enfermeras para que así mi hija pudiera tranquilizarse mientras comía. Como cosa rara, porque la gente de antes tenía una forma de pensar extraña, mi mamá le dijo a Gitty que como teníamos una hija, ella debía ser la encargada de cambiarle los pañales, lavarla y asearla, porque un hombre no podía hacer esas cosas a una bebé; no le hicimos caso y con el tiempo me convertí en un experto cambiando pañales y arreglando a nuestra nena.
En lo que sí hicimos caso a mi mamá fue en preparar a Gitty para el parto y que la niña naciera limpia, sin grasa ni sangre ni hinchada. De hecho, nuestro engendro nació con su piel suave y limpia, sin rastros de grasa y en perfectas condiciones; para lograr eso mamá puso a mi mujer a tomar agua de cebada y linaza con papelón en vez de agua, al igual que tomar sopas y consomés para estimular la producción de leche.
Como el nacimiento fue en diciembre, la navidad estaba cerca, y así todo también estaba rodeado del ambiente armónico típico de la época; sin embargo, la abuela prácticamente secuestró a la nieta y Gitty resentía eso, lo que no ayudaba tampoco con su depresión. Como buen padre primerizo, al reiniciar mis labores me quedaba dormido parado por los trasnochos que causaba la recién nacida al tener que comer cada tres horas. Por suerte en menos de dos semanas se adaptó a tomar su última leche a las diez de la noche y luego dormía corrido hasta las siete de la mañana; su dieta al inicio era de leche materna y fórmula maternizada, ambas las tomaba diariamente, mayormente lactaba, pero para dormir se le daba la otra de tal forma que la madre descansara, cosa que necesitaba bastante.
El proceso de recuperación física de Gitty fue relativamente rápido a pesar del fuerte aumento de peso que tuvo durante el embarazo mas la cicatriz de la cesárea, rebajó rápidamente, su cuerpo se normalizó en corto tiempo y al mismo tiempo su cicatrización fue buena; el doctor Millán le hizo una incisión horizontal por debajo de la línea del bikini lo que hizo que no fuera visible la marca, y luego quedó apenas una tenue línea en el lugar.
Para mediados de mes tuvo que ir al acto de juramentación en su trabajo, que era de asistencia obligatoria, y luego el viernes 16 fuimos a la fiesta navideña de la empresa donde se puso un traje rosado que mamá le prestó; un modelo de alta costura de un diseñador de quien no recuerdo el nombre que ella había comprado en una boutique de Curazao hacía varios años, porque al ser un vestido amplio no le causaría ninguna incomodidad.
Estábamos conscientes que la estancia donde mi madre sería provisional mientras pasaba el proceso de adaptación de nosotros como nuevos padres, por lo que decidimos no polemizar en nada y dejar que la abuela hiciera lo que quisiera con su nieta, después de todo sabíamos que no le iba a causar ningún mal y de esa manera todos disfrutaríamos las navidades.
Luego del año nuevo empezamos a preparar todo para regresar a donde vivíamos, aunque ese proceso nos tardaría casi dos meses. Mientras tanto la niña seguía creciendo y la llevábamos a pasear a todas partes, en uno de esos paseos la llevamos a casa de mi amigo Carlos y él se tomó una foto con ella, lo interesante de la foto fue que se hizo muy popular entre las mujeres del SENIAT gracias a la pinta de mi amigo.
Graciela creció tan rápido, gracias a lo bien alimentada que estaba, que con menos de dos meses se veía mas grande, y su mamá aprovechaba cualquier descuido para tomarle fotos, aun cuando yo estuviera durmiendo.
La fase mas crítica de la depresión posparto se le resolvió a Gitty durante el mes de enero, y creo que la visita a Carlos sirvió de mucho, nos pusimos a hacer una parrilla muy loca, luego estuvimos tomando cerveza y vino, si bien ella no tomó nada y Carlos se bebió lo que le tocaba a Gitty, estábamos con mi mamá y nos pusimos a bailar, incluyendo a la bebé y como Carlos estaba prendido, hizo las mil y una loqueteras que hicieron reír a Gitty hasta que le dolió el estómago, y la risa es un remedio infalible.
También para ese entonces se había resuelto lo del nombre de la niña, porque duró casi tres semanas anónima, ya que en realidad no pensábamos llamarla así, teníamos otras ideas, pero cada vez que alguien nos preguntaba:
- ¿Cómo se llama la niña?
Mi mamá saltaba a responder.
- Todavía no tiene nombre.
Bajo esas consideraciones, a finales de diciembre, cuando le dije a Gitty que debíamos resolver el problema porque eso no podía seguir así, ella me dio la idea de llamar a nuestra hija como mi mamá y abuela, Graciela Eloísa. Le dije que estaba bien a cambio de que estuviera 100% de acuerdo, si no, podíamos poner el nombre que ella quisiera; Gitty me dijo que ella había sido la de la idea y que el nombre le gustaba, con lo que terminamos con la polémica y se pudo presentar a Graciela en la jefatura civil de la parroquia Santa Rosalía.
A mediados de enero, Gitty quería volver al apartamento de La Pastora para regresar a nuestra intimidad de pareja pero no había forma de hacerlo. Un sábado le dijo a mi mamá que íbamos a ir a lavar la ropa y la segunda le dijo que no hacía falta, que lo hiciera allí mismo, que usara su lavadora. Recuerdo que mi mujer estaba furiosa ese día y me dijo:
- Es que ya estoy cansada de esta cuarentena, no quiero ir a lavar, ¡QUIERO IR A TIRAR!
- Tranquilízate, ya nos iremos, pero si te pones muy loca la otra se va a poner peor. Además, todavía la cesárea está muy fresca.
- Tú como que tienes un trompo enrollado por ahí porque ni me ves y estás muy tranquilo, cuando hace meses que no me tocas, tú como que tienes otra mujercita por ahí.
- No tengo a nadie, y con tantas cosas que tengo que hacer no voy a tener tiempo para estar buscando mujeres, y además yo no soy ningún galán para que las mujeres me persigan, así que no le pares bolas y vamos a resolver esto.
Al final llegamos a un acuerdo con mi mamá en el que ella se haría cargo de Graciela cuando Gitty empezara a trabajar y en el interín nosotros regresaríamos a La Pastora para ajustarnos a los cambios en nuestras vidas durante el resto del permiso posnatal, y los fines de semana iríamos a su apartamento para que compartiera con la niña. Antes del regreso, como estaba auditando la planta de Vengas en El Tigre, zona oriental de Venezuela, y todos los que estaban haciendo auditorías en esa región se pusieron de acuerdo para ir a la isla de Margarita de compras durante un fin de semana, me empaté con ellos para así buscar vestimenta para nuestra niña.
Ese sábado y domingo le compré un guardarropa completo y también adquirí prendas para su madre, perfumes, ropa interior, vestidos, blusas y pantalones.
En febrero, durante los carnavales, regresamos al apartamento de mi tía y pudimos reiniciar nuestra vida de pareja junto con la de padres de familia, no sin antes ir a un concierto gratis de Rubén Blades en la Plaza Caracas, que nos quedaba a pocas cuadras, y donde llevamos a nuestra bebé en un coche con su primer disfraz de muñeca de trapo.
Empecé el capítulo con mi canción de Graciela y lo cierro con una canción de cuna.
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