Mi hermano apareció en la casa para decir lo del matrimonio de su amigo y si yo quería ir, a lo que dije que sí y que iba a ir con una muchacha que había conocido recientemente, aunque para ese momento, antes de ir al cine con ella, no sabía si su respuesta iba a ser afirmativa, cosa que al final se dio y así quedó el camino despejado. Para ese momento ya tenía que buscar consejo y le expliqué a uno de mis mejores amigos mi problema y que me recomendaba hacer; Julio, mi amigo, en el que creo fue el momento mas adulto de todo el tiempo que lo he conocido me dijo:
- Pregúntale si quiere ser tu novia, pero pídele una respuesta inmediata, no la dejes que te diga que lo va a pensar o que le des tiempo, simplemente que te diga sí o no de una vez, así tendrás mayor oportunidad de conquistarla.
Con ese consejo, quizás el mejor que he recibido en toda mi vida, por el que estaré eternamente agradecido y el que cambió nuestra existencia para siempre, me dispuse a ir a la fiesta con Gitty, mi pareja de esa noche y la primera que tenía para ir a una celebración. Esa noche me arreglé lo mejor que pude y vestí mi mejor traje, camisa y corbata, para causarle buena impresión y tratar de no desentonar al estar al lado de ella, como siempre le gustaba decir:
- Una mujer tiene que tener al lado a un hombre que la represente.
Si bien sabía que ella era bonita, hasta entonces nunca la había visto maquillada y vestida para fiesta. La mejor palabra para describirla esa noche es deslumbrante; su abuela sabía coser muy bien y le armó un conjunto que la propia Gitty había diseñado: falda color fucsia a media pierna con un top color aguamarina y una chaquetilla del mismo color de la falda, todo complementado con unos zapatos rosados de tacón alto; Gitty era una joven alta, de mas de 1,75 metros de estatura, y si bien en aquellos tiempos yo medía 1,82, ella con sus tacones, sus largas y torneadas piernas y su melena castaña se veía mas alta que yo, como una modelo lista para el concurso de Miss Venezuela.
Al salir de su casa tuvimos que regresar a la mía para que mi mamá y mi tía la conocieran y yo buscar la invitación a la recepción posterior a la boda, que iba a ser en un salón de fiestas a partir de las 9 de la noche de ese sábado. Mientras ella estaba en la sala hablando con mis familiares fui a mi cuarto a buscar la invitación y por la ventana miré por primera vez en mi vida una estrella fugaz (que pudo ser cualquier cosa, un meteoro, un grano de polvo cósmico o hasta un trozo de basura espacial), y también fui lo suficientemente rápido de mente para pedir el único deseo que yo quería ver cumplido en ese momento, que esa hermosísima muchacha fuera mi novia.
Salimos del edificio y detuve un taxi para que nos llevara al lugar de la recepción, y dentro de ese taxi, luego de nosotros montarnos y yo darle la dirección del lugar a donde íbamos al taxista, sucedió algo extraordinario por obra del puro azar, la radioemisora que estaba sintonizada en el automóvil empezó a reproducir la canción "Yo puedo vivir del amor" de Rubén Blades, que combinada con la estrella fugaz que había visto poco antes parecía decir que esa bella muchacha iba a ser el amor de mi vida.
Al llegar al lugar de la fiesta, donde me esperaba mi hermano con su pareja del momento y luego de saludar a los novios y presentarles a Gitty, una persona a cargo de la organización del evento nos llevó a nuestra mesa, donde ella y yo nos sentamos y empezamos a hablar, así estuvimos cerca de una hora hasta que todos los que estaban sentados con nosotros fueron a la pista de baile; ya sabía que estábamos llegando al momento crucial, pero no sabía como llevar la conversación al punto que yo quería, pero ella sin querer o sin querer queriendo me facilitó el proceso:
- ¿Y tú tienes novia?
- No, no tengo novia, ¿tú quieres ser mi novia?
- Sí, ¿por qué no?
A este momento, 37 años después, considero ese uno de los tres momentos mas felices de toda mi vida, solamente comparable con el nacimiento de nuestra hija el 6 de diciembre de 1994 y el día que nos casamos por la ceremonia civil el 28 de enero de 1988. Me sentía tan feliz que pensaba que el corazón se me iba a salir del pecho. La muchacha mas bella que había conocido me dijo que sí, era tanta la felicidad que sentía que la invité a bailar, y en ese preciso instante el DJ puso una canción que estaba pegadísima para ese momento y que era un standard en todas las fiestas.
Luego de bailar seguimos hablando tomados de la mano durante toda la fiesta, en la que tuve la oportunidad de llevarla a la pista de baile con otra canción romántica.
Al terminar la fiesta, nos fuimos con un grupo a un night club de moda llamado Hawaii Kai donde seguimos bailando este par de canciones que puso el DJ una tras otra.
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