Prólogo de la segunda parte de nuestra historia:
A partir de este capítulo se inicia nuestra vida en común, ya como pareja y sin encontrarnos en casa ajena. Con sus altas y sus bajas seguiríamos viviendo juntos hasta el momento en que Gitty dejó de existir.
Ya sin la enorme presión de habitar en casa de mi madre, pudimos crear nuestra propia intimidad familiar según como la deseábamos y según nuestras particularidades personales, esas que hacen única a cada pareja. Por ejemplo, yo soy minimalista para dormir, con una almohada y una cobija estoy bien; mientras tanto ella necesitaba por lo menos tres almohadas y mientras mas cobijas y sábanas para cubrirse, mucho mejor.
También me tuve que acostumbrar a bañarme como mínimo dos veces diarias y a lavar la poceta (retrete, inodoro, toilet) cada vez que lo usara, con cloro y desinfectante.
Asimismo, ella podía despertarme en cualquier momento que luego me volvía a dormir o me levantaba a hacer lo que ella me mandara a hacer; en cambio, si yo la despertaba podía ser peligroso.
La única vez que intenté hacerme el gracioso buscando despertarla con un beso casi me pasa lo que se ve en el video, así que ese fue debut y despedida, además que durante todo el día se estuvo quejando de dolores de cabeza y en todas partes del cuerpo debido a esa acción mía.
Poco a poco nos fuimos acoplando hasta llegar al punto en que no podíamos estar separados. Esta segunda etapa de nuestras vidas se divide en tres partes: la primera que se extendió por 12 años, de 1990 a 2002, en Venezuela; la segunda, de 2002 a 2012, en Miami; y la tercera y última, de 2012 a 2022 en Seattle.
Este prólogo corresponde a nuestra fase inicial, la de Venezuela, en un país que estaba a punto de desmoronarse como un castillo de naipes, en constante crisis, pero nosotros no estábamos enterados de la gravedad de la situación porque al estar metidos en el bosque no podíamos verlo. Tuvimos grandes progresos en todo ese tiempo, pero fueron progresos en un lugar que estaba hundiéndose y al final de nada valieron.
Sin embargo, en esos años nació nuestra única hija, el gran regalo de amor que nos dimos mutuamente, y ese logro hizo que todo lo demás que ocurría en el país se nos hiciera irrelevante hasta que decidimos emigrar para darle una vida mejor y que no se criara en una dictadura.
En este capítulo se inicia de manera formal nuestra vida como pareja.
El día 10 de ese mes mi mamá, que era enfermera especialista, se fue por cuatro meses a Ft. Lauderdale a entrenar a otras enfermeras en cuidados intensivos pediátricos, fue todo un proceso para obtener los permisos hasta que se completaron todos los requisitos y así pudo viajar a hacer su trabajo, eso hizo que tuviéramos un lugar para lavar la ropa, ya que a pesar de todo, tenía que revisar el apartamento de vez en cuando por si a mi tía, que se iba a quedar viviendo allí durante la ausencia de mi mamá, le hacía falta algo.
Para el 11, tenía que reportarme a las autoridades militares para cumplir con el periodo de campo de nueve días al año que exigía el entrenamiento como efectivo de la reserva del ejército; lo bueno del caso es que el dinero que recibiría por ese concepto en esos nueve días sería mayor que el que me pagaban por una quincena en mi trabajo como auxiliar de contabilidad en la Clínica El Ávila, por lo que tendría unos ingresos adicionales que servirían para reunir parte de un depósito en garantía bien sea para una habitación grande o un apartamento en alquiler.
Gitty estaba buscando trabajo activamente, pero le resultaba complicado encontrarlo. Como era una chica esplendorosamente bella, los potenciales empleadores lo que buscaban era sonsacarla para abusar, y tenía que desistir de esa potencial oferta; siempre me decía, palabras mas, palabras menos:
- Es que el tipo me desnudaba con los ojos y me decía que podíamos cenar juntos para hablar mas extenso del trabajo, así que me fui.
Le recomendé que ya que estábamos a menos de dos meses de la graduación lo mejor sería que dejara eso así y luego ya buscaría con calma.
Cuando me fui para el periodo de campo, no me sentía cómodo al dejarla a ella sola durante esos días, pero me dijo:
- Piensa en los reales, que los necesitamos con urgencia.
Así que me fui y estuve metido en el monte todo ese tiempo, rodeado de puros hombres, usando letrinas y pudiendo bañarme solo dos veces. Al final de la tarde del 18 estaba de regreso, sucio y hediondo, porque el último uniforme lo tuve puesto por tres días y no nos dejaron bañarnos ni cambiarnos de ropa en el cuartel. Tuvimos que irnos todos como si hubiésemos estado en una guerra, nadie nos reclamó en el transporte público, supongo que porque se dieron cuenta que veníamos de prestar servicio militar.
Mientras me dirigía al lugar donde vivíamos, pude ver a Gitty delante de mí que regresaba de la panadería donde había ido a comprar pan (siempre fue fanática del pan y el queso), la llamé por su nombre y volteó a verme. Cuando me vio salió corriendo a abrazarme y besarme a pesar de que le dije que no se acercara porque mis condiciones de higiene personal dejaban mucho que desear, pero no me hizo caso y se colgó de mi cuello.
Lo primero que hice al llegar fue pedirle unas bolsas plásticas y coger mis útiles de aseo personal para meterme en el baño, que por suerte no estaba ocupado. Luego de asearme le entregué el dinero que había ganado, porque un acuerdo clave al que llegamos fue, en cuanto a las finanzas de la pareja, que ella sería la que ahorraría, porque una de sus mayores virtudes era el ser austera y ahorrativa, como una hormiguita.
Como estaba anocheciendo, nos fuimos a celebrar mi llegada a un restaurant de comida venezolana llamado "La Propia" que estaba ubicado al frente del núcleo de la universidad donde estudié toda mi carrera; ese restaurant anunciaba sus platos de un modo muy pintoresco: el hervido de gallina se llamaba "negra" y el mondongo "nervioso". Lo divertido del asunto estuvo en que esos nueve días me achicaron el estómago, así que apenas me pude comer una cachapa y tomarme un jugo, mientras que mi mujer sí pudo comer completo.
Con el transcurrir de los días creamos rutinas hogareñas y manteníamos nuestra madriguera lo mas limpia y perfumada posible, para así no sentirnos mal. Pasaron muchas cosas en esas cinco semanas que vivimos en la residencia; una noche cuando regresaba del trabajo, unos tipos intentaron atracar el microbús donde yo iba y el chofer detuvo el transporte en medio de la vía; para mi mala suerte, uno de los atracadores estaba parado a mi lado e intentó atacarme con un cuchillo, pero me salvó el hecho de tener un maletín, así que el primero terminó clavado en el segundo mientras le lanzaba un golpe al sujeto. Los atracadores eran tres y por suerte ninguno tenía armas de fuego, el chofer despachó a uno con una cabilla y dos pasajeros se enfrentaron al segundo malandro, mientras que el tercero me quedó a mi solito. Nos pusimos a darnos golpes y no me fijaba que él me estaba dando, porque solamente veía los coñazos que yo le daba y la sangre que manchaba mis puños. Ese intercambio duró menos de un minuto, pero el dolor en las manos me duró como un mes, mas la nariz rota, los pómulos hinchados y un ojo morado. El otro creo que perdió varios dientes, porque vi un montón de ellos regado en el piso del microbús.
Lo cierto del caso es que cuando Gitty me vio llegar con esa pinta de casualidad no se desmayó y empezó a buscar de todo en el botiquín de primeros auxilios que teníamos para curarme las manos y las heridas. Luego en el trabajo al día siguiente me revisaron y no hubo mayores consecuencias de la coñaza.
Nos habíamos puesto como fecha límite en esa residencia el 15 de septiembre para irnos a otro lugar; todos los días Gitty buscaba en los anuncios clasificados del periódico una potencial oferta que nos sirviera. La primera semana de septiembre por fin apareció lo que buscábamos, una habitación matrimonial en una casa en el este de Caracas pagando un alquiler mensual de 4.000 bolívares, para mudarse pedían un mes de depósito y un mes por adelantado, lo que daba un total de 8.000. Teníamos 2.500 ahorrados, por lo que nos faltaban 5.500, como teníamos claro que nadie nos iba a ayudar, pues estábamos obligados a sacar ese dinero restante de nuestros hígados. Fuimos a la casa, hablamos con la señora y le dimos los 2.500 para que nos reservara la habitación con fecha de mudanza para el sábado 15 de septiembre, cuando le entregaríamos el resto del dinero al llegar.
El problema estaba en cómo conseguir ese billete, no me iban a dar adelanto de sueldo y tampoco iba a pedir eso de mis prestaciones sociales, así que había que parirlo de alguna forma. Cuando me preparaba para la luna de miel, me compré una cámara fotográfica profesional marca Olympus OM101, porque en esos tiempos tenía el hobby de la fotografía, su costo fue elevado porque era de última generación para esos tiempos: reflex de lentes intercambiables que se conoce hoy en día como DSLR; bien, me costó 12.000 bolívares, si podía venderla en 6.000 ya tendría el dinero faltante. Me iba a doler despojarme de ella, pero en el futuro podría comprarme una igual o mejor (spoiler: eso nunca pasó en Venezuela).
Puse un anuncio clasificado para vender la cámara y se apareció un comprador dispuesto a cerrar el negocio por 6.000 bolívares. La vendí por la mitad de lo que me costó, pero teníamos el dinero para mudarnos. Ese sábado le pedimos a mi amigo Julio ayuda para la mudanza, el mismo que me dio el consejo para hacerme novio de Gitty y con gusto nos tendió la mano; tenía un carro algo viejito pero que trabajaba muy bien y era bastante espacioso. De todos modos tampoco teníamos muchas cosas, nuestros dos morrales, los dos maletines y una cesta de mimbre llena de corotos.
Julio es el pana de la izquierda. Perfecto, el del centro, también nos ayudó mucho durante los días en que Gitty estuvo como fugitiva.
Para la noche del 15 de septiembre ya estábamos instalados en nuestro dormitorio, grande, con una cama matrimonial, un closet proporcional al tamaño de la habitación, un par de sillas y con el baño al lado, que también era compartido, pero solamente con dos hermanos que vivían en otro cuarto, nada de un montón de gente. También ya teníamos un lugar para cocinar y lavar nuestra ropa, así que habíamos progresado en cinco semanas. Además, se podía considerar un buen sitio en el que vivíamos porque era una urbanización de casas unifamilares donde hasta vivía gente de cierta importancia, por lo que había mucha vigilancia policial y privada.
Otra característica de esa urbanización, llamada La California Sur, estaba en el hecho que era el lugar mas bajo de toda Caracas, así que allí nunca había escasez de agua por ser uno de los puntos naturales de descenso por gravedad de las tuberías. No era un mal lugar para vivir, allí estaríamos durante año y medio y sería nuestro hogar para cuando nos graduamos.
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