Aparentemente los golpes nos perseguían o nosotros los perseguíamos a ellos, luego de vivir en las cercanías de la base aérea de La Carlota, vinimos a mudarnos a la boca del lobo.
El pin rojo muestra la ubicación de nuestra vivienda, en todo el centro de la candela.
Esa mañana nos despertó el ruido de aviones F-16 volando bajo en la ciudad, cuando prendimos el televisor nos encontramos con la sorpresa de los sujetos que aparecen en la primera foto. Los tipos habían ocupado las antenas transmisoras de televisión y tenían el control de lo que podía salir al aire, así que se pusieron a lanzar arengas para activar un alzamiento popular hasta que les tumbaron la señal.
Como éramos jóvenes, 26 y 25 años respectivamente, pues decidimos que al ser un momento histórico era mejor verlo con nuestros propios ojos, especialmente al estar tan cerca del epicentro; una manera loca de pensar, si acaso a eso se le le puede llamar pensar.
Nos fuimos directo a Miraflores para ver la acción de primera mano, después de todo solamente teníamos que caminar menos de cuatro cuadras. Lo que vimos ahí no es para nada lo que se ve en las películas, un grupo de exaltados salió a querer meterse en el palacio de gobierno y lo disolvieron con plomo, de hecho los cuerpos quedaron tirados en el pavimento un buen rato; luego empezaron los bombardeos, como los pilotos se llevaron los aviones sin estar preparados, las bombas no estaban armadas, por lo que no podían explotar, así que buscaban hacer daño por energía cinética o pura fortuna.
Cada vez que uno de estos aviones enfilaba hacia Miraflores, los custodios iniciaban una barrera de fuego directo disparando sus FAL en posiciones escalonadas para intentar dañarlos, cosa difícil porque eran North American Broncos que tenían cabinas blindadas y estaban diseñados para recibir ese tipo de fuego. No sería sino hasta que las fuerzas leales al gobierno pudieron poner aeronaves en el aire que se pudo acabar con esta amenaza.
Estuvimos en la calle viendo todo lo que pasaba como hasta las dos de la tarde, perfumados con gas lacrimógeno y pólvora, pero valió la pena porque encontramos un niño de no mas de 10 años de edad que estaba perdido y no sabía como llegar a su casa. Nos lo llevamos al apartamento, donde Gitty le preparó comida y luego me fui con él, a pie, porque no había transporte público disponible, al apartamento de mi mamá, para así poder llamar a su familia por teléfono para que lo fueran a recoger.
El viaje de regreso lo tuve que hacer casi corriendo, porque iban a implementar toque de queda a partir de las siete de la noche, y logré llegar a nuestro hogar antes de esa hora. Como curiosidad, la banda de rock Guns N' Roses se presentó la noche del 26 en Caracas, así que el día empezó con rock duro y terminó con un golpe.
El día siguiente, que era sábado, tocaba ir a hacer mercado, pero debido a los acontecimientos del viernes iba a ser complicado, por lo que Gitty me mandó a comprar un pollo y algunas otras cosas por los alrededores para así tener comida adicional e ir al mercado la semana siguiente. No estaba muy convencido de que esa fuera una buena idea, pero igual tuve que irme; como no tenía dinero en efectivo estaba obligado a pasar por un ATM, por lo que decidí retirar el dinero de los de la sede central del banco de Venezuela, que muy posiblemente tendrían efectivo disponible. Luego se revelaría que esa fue una de las peores decisiones de mi vida.
Llegué al banco, y si bien la cola de los ATM estaba larga, había bastantes disponibles y se podían hacer retiros; cuando me toca mi turno pasa un helicóptero y todo se volvió un infierno, se armó un tiroteo terrible y todo el mundo salió corriendo, pero yo no podía porque tenía que hacer el retiro. Una vez que tuve el dinero en la mano empecé a pensar como salir de ahí, a pesar que momentos antes el lugar estaba lleno de gente, ahora estaba completamente desierto, mientras la plomazón empeoraba.
Al final pensé que la única salida que tenía era esta ruta:
Estaba oculto detrás de una columna, y me fijé que había por lo menos tres francotiradores en las esquinas diagonales al edificio del banco, lo que se confirmó al pasar varios guardias nacionales por el lugar. Fueron recibidos por los tiradores antes que siquiera tuvieran idea de donde estaban. Uno de los guardias cayó al frente de mí y me di cuenta que si no hacía algo no saldría vivo de ese lugar, ahora era un testigo y estaba en peligro. Recuerdo que empecé a sudar copiosamente y el miedo no me dejaba pensar, lo único que ocupaba mi mente era la certidumbre de que iba a morir en unos pocos instantes. Entonces me resigné y me dije, si voy a morir por lo menos que no vaya a pasar conmigo acorralado como una rata, al menos me merezco el privilegio de morir peleando.
Como pude, logré coger el fusil del guardia muerto y lo revisé, el cargador estaba completo, o sea, que tenía 20 proyectiles disponibles; tenía que correr en zig zag refugiándome en cada portal y si necesitaba disparar tendría que hacerlo en ciclos de tres tiros como cobertura, esto quiere decir que había seis ciclos disponibles con dos proyectiles adicionales; tenía las manos llenas de sudor pero ya no me quedaba mas remedio que actuar.
Salí corriendo del edificio del banco y me detuve al frente, sentí disparos pero no les hice caso, me volteé e hice mis tres disparos para volver a cruzar. Esa rutina se repitió cuatro veces, hasta que logré llegar a la plaza Bolívar, donde los tiradores no tenían ángulo de disparo, cuando volví a revisar al cargador le quedaban cinco proyectiles, me quité la franela que tenía puesta, empapada de sudor y limpié cuidadosamente tanto el cargador como el fusil, los tiré en un contenedor de basura y me fui con todo el cuerpo temblando, ese tipo de temblor solamente lo volví a tener otra vez, cuando las doctoras desahuciaron a Gitty.
Cuando vi mi reloj, luego de pararme en una esquina alejada, me asombré porque desde el momento en que saqué el dinero hasta cuando vi la hora habían transcurrido menos de cinco minutos, mientras yo creía que todo ese horror había durado como media hora. Tuve que sentarme en la acera porque el temblor que tenía en el cuerpo era tan violento que casi no me dejaba caminar.
Al final logré comprar lo que me habían mandado en un abasto cerca del edificio y me aparecí en el apartamento, sucio, sudoroso, hediondo a pólvora y con una expresión indescriptible en el rostro, según me dijo Gitty:
- ¿Qué te pasó, que tienes esa cara?
- Que de vaina no me matan, los golpistas volvieron a atacar y me cogió el fuego cruzado, tuve que luchar para poder salir vivo de esa vaina.
- ¿ Estás herido?
- No que yo sepa, me dispararon pero no me pegaron.
Ahí fue cuando ella se asustó de verdad, me abrazó y empezó a llorar.
- No debí haberte mandado a comprar, debí esperar a mañana, te pudieron haber matado y no habría sabido lo que te pasó hasta quien sabe cuándo.
- Bueno, lo importante es que logré salir con vida.
Sin embargo, en ese momento me flaquearon las piernas y tuve que sentarme en el sofá, fue cuando caí en cuenta de lo cerca que estuvo la parca de recogerme. Luego de tranquilizarme y que Gitty me diera un té de valeriana para ayudarme, me fui a bañar y esa ropa que tenía puesta la boté a la basura, desde los calzones hasta la franela, no quise volver a ponérmela mas nunca, nos acostamos y así estuvimos el resto del día, abrazados en la cama.
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