martes, 11 de octubre de 2022

Nuestra historia de amor: Capítulo 14: 1989, annus horribilis (4ta parte, el matrimonio)


 Luego de tantos problemas, pleitos de todo tipo, y un sinnúmero de obstáculos, llegamos al 9 de septiembre de 1989, el día tan esperado, porque sería el que marcaría el principio de nuestra vida juntos; un día sin mucha ilusión, porque lo veíamos mas como un alivio, pero al final era el momento que toda pareja espera, la formalización religiosa de la unión marital.

Como ya se sabía, Gitty se tuvo que ir de su casa a la de la familia amiga de mi mamá para vestirse y arreglarse. Todo el ajuar de la novia lo llevó el padrino y luego pasó recogiendo a Gitty para su preparación, la maquilló y peinó una profesional del ramo quien fue contratada por él; mientras la novia estaba en lo suyo, me encontré conque no tenía ropa interior, medias, calzones y franelilla adecuadas para lo que venía, así que tuve que salir corriendo a una tienda a comprar tales prendas, para eso me fui en el carro, que como ya dije en un capítulo anterior, fue "reparado" por un sujeto que no sabía diferenciar sus rodillas de sus codos.

Resulta que el medidor de gasolina no funcionaba correctamente y el carro tenía menos combustible del que se mostraba en el tablero, y aunque iba a llenar el tanque, no había forma de saber la cantidad real de gasolina disponible. Así las cosas, me dirigí a la gasolinera antes de ir a la tienda, pero el carro no llegó a la estación de servicio, se quedó varado como a 500 metros de distancia y tuve que terminar el trayecto a pie para buscar un par de litros de gasolina en un envase y así poder llevarlo a la bomba. Eso pasó como a las 2 de la tarde y la ceremonia era a las 5. De alguna forma pude hacer todo rápido y como a las 3:45 ya estaba en el apartamento listo para bañarme.

Cuando contratamos la iglesia estaba incluido un organista que debía tocar la marcha nupcial, el problema está en que no hubo organista y la novia caminó hacia el altar en medio de un silencio sepulcral, y no me devolvieron los reales; la iglesia en sí no era la de la parroquia, que estaba en reparaciones, sino la iglesia alterna cuyo nombre oficial es Santuario Nacional Expiatorio Siervas del Santísimo Sacramento.

Si bien no hubo organista, al menos la iglesia estuvo bien adornada y fue bastante gente, porque el cura párroco aprovechó para matar dos pájaros de un solo tiro y ofició la misa del sábado junto con la boda. Los recuerdos que tengo de la ceremonia como tal son fragmentarios, al igual que el trayecto hasta el lugar de la recepción; lo que sí recuerdo es que unos policías de tráfico iban delante del carro de los novios abriendo paso para no detenernos en los semáforos y en medio del recorrido una de las motos se dañó.

Al llegar al salón, que estaba dentro de  un club militar, me encontré con una sorpresa. En aquellos tiempos, lo que estaba de moda en las fiestas no era música en vivo ni las llamadas minitecas, sino las rockolas o velloneras; la diferencia era que no se pagaba por canción sino que la máquina se alquilaba con la música que pidiera el cliente; cuando hice el contrato les dije que pusieran música variada y de moda junto con un vals, ya que era para una reunión bailable en la que iba a ir gente de todo tipo. Pues bien, quien estuvo a cargo de esperar la rockola en el club fue mi mamá, y devolvió el artefacto apenas lo vio, porque quería que tuviese música a su gusto: el doctor Ortiz Tirado, Néstor Chaires, José Mojica, la Billos de los tiempos del Sans Souci, la Sonora Matancera, Daniel Santos, etc. El problema estaba en que esa música no era la de moda en aquellos tiempos, donde lo que mas se bailaba era el merengue de Wilfrido Vargas y 4.40.

Los de la empresa se llevaron la máquina y regresaron con otra donde el directorio nada tenía que ver con los discos instalados, si uno escogía esta canción:


Le salía esta:

El vals de los novios se había ido a paseo y no teníamos ninguna pieza para iniciar el baile, al final ni recuerdo que bailamos, como se tardó tanto para encontrar una canción medianamente aceptable las piernas me dolían terriblemente y casi no podía bailar, y la pobre novia, ni hablar, con esos tacones puestos. Al menos, se pudo hacer el brindis de los novios, pero solamente con mis padres, ya que los de la novia no fueron.

Mi mamá contrató unos mariachis que llegaron a eso de las 11 de la noche y estuvieron casi una hora tocando rancheras, el pastel de bodas, que lo preparó una repostera amiga de la familia quedó muy bueno, aunque casi no comí, y asistió mas gente de la esperada, el estimado era de 100 personas y terminaron siendo 150, lo que abultó el costo de la fiesta, por suerte teníamos suficiente caña y pasapalos para los invitados adicionales y así todos quedaron conformes. Recibimos una buena cantidad de regalos y también dinero, y esa plata que nos regalaron nos salvó en la luna de miel.


Como a la una de la mañana, Gitty y yo nos fuimos para el hotel que había yo pagado para esa noche, el hotel Paseo Las Mercedes, ubicado en la urbanización del mismo nombre y dentro del centro comercial homónimo. Mientras pasábamos con el carro frente a la entrada del hotel vimos otra pareja de recién casados donde la mujer era quien cargaba las maletas, lo que nos hizo reír bastante. Para remate, en esos días había escasez de agua en Caracas y el hotel la tenía racionada, así que para cuando llegamos a la habitación no había agua y Gitty abrió todos los grifos del baño y los dejó así. Con todo el trajín de ese día ambos estábamos tan cansados que ni por equivocación teníamos pensamientos eróticos, lo que deseábamos era dormir, además, antes de la boda, ya habíamos pasado algunas noches juntos.

Aproximadamente a las seis de la mañana nos despertó el correr del agua porque a esa hora abrieron la llave maestra del hotel y como Gitty había dejado todos los grifos abiertos, pues el líquido empezó a salir a raudales; aprovechamos para bañarnos y luego descansamos otro rato antes de tomar carretera a Mérida y empezar la luna de miel, o eso era lo que pensábamos.

No hay comentarios.: