jueves, 27 de octubre de 2022

Nuestra historia de amor: Capítulo 32: Nuestra segunda vacación al estado Falcón.

 


El viernes 11 de ese año arrancaron los carnavales y como teníamos un carrito, pues decidimos regresar a Coro y Punto Fijo a disfrutar de esas vacaciones. Al final de la tarde metimos nuestras cosas en un par de mochilas, nos montamos en el Fiat y arrancamos; si bien para esos tiempos ya Gitty sabía los rudimentos del manejo, perfirió que fuera yo quien manejara en la ruta. Nuestra primera escala fue en el apartamento playero de un compañero del postgrado de quien nos habíamos hecho amigos y todavía hoy sigue siendo uno de los mas cercanos, Carlos Pericchi.

El nos preguntó si se podía empatar con nosotros y le dijimos que sí, cuando llegamos a su apartamento nos quedamos durmiendo allá y de hecho nos cedió su cuarto y cama y se fue a dormir al sofá, algo muy loco, porque el pobre se iba a levantar bien golpeado; sin embargo, igual se montó en su jeep y nos fuimos a Coro después de mediodía.


Para ese año, si bien los teléfonos celulares estaban en el mercado, todavía eran muy costosos y no se habían masificado, por lo que ninguno de los tres tenía uno y no nos quedaba mas remedio que ir en caravana para no perdernos. Cuando llegamos a la carretera de la costa, mas allá de la refinería de El Palito, nos detuvimos en el sector de Boca de Aroa, también conocido como "la recta de la felicidad,"  lugar lleno de restaurantes a la orilla del mar en los que se podía comer pescado recién sacado del agua. Nos paramos en uno de ellos y los tres nos dimos un banquete de pescado frito regado con cervezas. Luego hicimos una escala en Tucacas para pasear por el pueblo, a todo esto se hizo noche cerrada y Carlos nos dijo que nos llegaramos a Chichiriviche y buscáramos un hotel para descansar; estuvimos de acuerdo y cogimos vía para allá.

Pero, como era la primera vez que nosotros íbamos para ese pueblo, no sabíamos que parte de la ruta pasaba por las lagunas de Cuare, y que tendríamos agua a ambos lados de la carretera. Gitty le tenía fobia a lugares así, y aunado a la oscuridad total del camino, siendo de noche, se asustó, y me dijo que nos devolviéramos, si bien traté de convencerla de seguir porque Carlos iba delante de nosotros y lo íbamos a perder porque no teníamos como hacerle saber, no me quedó otro remedio sino devolverme a la carretera principal. Nos quedamos esperando hasta medianoche en el cruce de la vía a Chichiriviche con la troncal número 3. Como Carlos no regresó, pues seguimos camino a Coro.

Llegamos a la ciudad a las cuatro de la mañana, sin reservaciones, pues todo estaba lleno porque era temporada vacacional. A pesar de todo, tuvimos suerte y conseguimos por carambola una habitación en el hotel Federal. Nos instalamos y caímos noqueados hasta casi las 11 de la mañana del domingo; nuestro itinerario sería muy diferente al de la primera vez que fuimos, si bien el primer lugar que visitamos fue el mismo, la playa de Adícora.

Pero como ahora teníamos carro, pues podíamos detenernos en el camino, e hicimos dos paradas obligatorias, la primera en los Médanos de Coro, una zona desértica con grandes dunas de arena e imán turístico.

Y la segunda en una capilla dedicada a recordar a las personas que murieron en una caminata desde la Península de Paraguaná hacia Coro a principios del siglo XX durante una terrible sequía que golpeó la región, ese santuario se conoce como el de "las ánimas del Guasare."

Luego seguimos camino a Adícora, donde disfrutamos un montón y regresamos a Coro al caer la noche, donde vimos los desfiles de carnaval con las carrozas y sus reinas. El día lunes por fin pudimos conocer la zona colonial de la ciudad, que es patrimonio cultural de la UNESCO; de ahí fuimos a darnos otro chapuzón y al anochecer asistimos a las celebraciones carnestolendas.

El martes en la mañana, salimos temprano a conocer los pueblos paraguaneros e intentamos llegar al punto mas septentrional de la tierra firme venezolana, el Cabo de San Román, pero no pudimos hacerlo porque el último trecho era a través de arena y el carrito no podía pasar por ahí, así que nos quedamos con las ganas.

Ya que estábamos en la península nos fuimos a una playa en las afueras de Punto Fijo, llamada El Pico, donde terminamos la vacación costera.

Esa noche vimos el último desfile de carnaval y regresamos al hotel para coger carretera al día siguiente, miércoles de ceniza. Volvimos a detenernos en Boca de Aroa a comer y brindar por nuestra feliz vacación y llegamos a Caracas. Fue nuestro último viaje como pareja hasta que Graciela llegó a la edad adulta.


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