domingo, 23 de octubre de 2022

Nuestra historia de amor: Capítulo 27: El país está normal con El Gran Combo de Puerto Rico.

 

Luego del golpe fallido, el país parecía estar normal, pero era una nueva "normalidad" con gran inestabilidad política y problemas constantes que empeoraban el clima social, si bien las fuerzas leales habían triunfado militarmente, el gobierno se hallaba muy debilitado y eso no ayudaba en nada a mejorar el clima político. En medio de esta situación nos volvimos a mudar, de la urbanización La California a un apartamento que mi tía tenía en un edificio que estaba detrás del palacio presidencial (de la sartén al fuego); no sé de que artes mi madre se valió para convencerla que dejara su apartamento, se fuera a vivir con ella y  dejara que nosotros nos instaláramos allá solamente pagando los gastos de servicios públicos y condominio.

Mi mamá se fue adaptando a nuestra realidad y decidió que debía ayudarnos para que tuviéramos casa propia, viviendo en donde mi tía tendríamos la oportunidad de ahorrar mas dinero y al mejorar nuestra situación económica podríamos pensar en un negocio inmobiliario.

Así que al final del mes de febrero nos mudamos. Ahora tuvimos que hacer tres viajes en el carro de mi mamá para llevar todas nuestras cosas al apartamento, al que empezamos a arreglar y remodelar poco a poco, pintando las paredes, comprando nuevas cortinas, una lavadora, arreglando los marcos de puertas y ventanas y hasta adquirimos muebles nuevos y un escaparate. Gitty quería vivir en un lugar bonito y realmente le quedó de lo mas elegante. También compramos un televisor, un aparato de VHS y un equipo de sonido, así dejamos nuestro TV blanco y negro para verlo en la cocina, ya que el grande a color estaba en la habitación.

Teníamos nuestros propios códigos eróticos, cuando fuimos a ver el apartamento de mi tía para coordinar la mudanza nos hicimos el amor en la cama, lo mejor es que luego la cambiamos por otra mas grande, pero esa era muy ruidosa; una vez el vecino del piso de abajo, que era gay, le comentó a Gitty que él sabía cuando estábamos en guerra porque la cama sonaba mucho y se sentía abajo, pero que a él igual no le importaba porque eso quería decir que estábamos bien; otra cosa que hacíamos estaba relacionada con su ropa interior, yo era quien se la compraba, de buena calidad y color blanco, que era el que ella siempre usaba; Gitty se quedaba en el apartamento hasta mi llegada con la compra y allí se iniciaba el ritual, se probaba todas las prendas para que le dijera cuán bonitas le quedaban y lo sexy que se veía y al final una cosa llevaba a la otra.

Como vivíamos en el centro de la ciudad nos acostumbramos a salir, especialmente los viernes, a la zona de La Candelaria, donde estaba la mayor concentración de restaurantes españoles de Caracas e íbamos a comer platos típicos de la península que acompañábamos con cerveza o vino. Ambos trabajábamos y habíamos salido de la pobreza, a la que no regresaríamos.

En septiembre renuncié a Intrasel porque me dí cuenta que no iba a progresar nunca y tenía que pensar en subir peldaños en mi profesión; para octubre empecé a trabajar en un banco, el banco Caracas, que ya no existe, con menor sueldo pero con posibilidades de ascenso. En esos tiempos se presentó el Gran Combo de Puerto Rico en el Poliedro de Caracas y como a Gitty no le atraía mucho la salsa, pues me fui solo a escuchar a la orquesta. La presentación fue espectacular y al regresar se lo comenté, que se había perdido un gran espectáculo. 

Entonces me dijo que quería ir a ver la banda, pero le respondí que ya no se volvían a presentar en el Poliedro y que el único chance que tendríamos era ir a un club playero de las fuerzas armadas que estaba en los alrededores de La Guaira donde iban a presentarse la noche del sábado de esa semana; para poder llegar allá y conseguir entradas tendríamos que salir temprano ya que el baile se iniciaba a las ocho de la noche.

Llegamos al club antes de las siete y compramos las entradas, pero no podríamos sentarnos en mesas porque todas estaban ocupadas, así que no nos quedó mas remedio que hacerlo en unas sillas al borde de la pista de baile.

Para Gitty eso fue como una epifanía, recuerdo que solamente iba a haber dos agrupaciones esa noche, el Gran Combo y su telonero, Hildemaro y su banda. Empezamos a bailar cuando arrancó Hildemaro, poco después de las ocho de la noche, y paramos de bailar cuando se despidió el Gran Combo, a las cuatro de la madrugada. Nunca bailamos tanto, y fue la única vez en mi vida que mujeres fueron a pedirle a Gitty permiso para sacarme a bailar, permiso que, gustosamente, ella no le dio a ninguna, porque Gitty era celosa, cosa de la que nunca llegué a entender el por qué. Recuerdo que el Gran Combo tocó tres veces esta canción por petición popular y las tres veces la bailamos con entusiasmo.

A las cinco de la mañana llegamos hechos polvo al apartamento, nos bañamos y nos tiramos a dormir hasta casi las cinco de la tarde, pero ella siempre me dijo que había sido muy posiblemente la mejor noche de su vida, bailando al borde de la playa casi hasta el amanecer, con el hombre al que amaba locamente (sic) y vale decir que desde entonces se transformó en una salsera dura que aprendió a conocer todos los vericuetos de eso que llamamos salsa.

Pero como nada es eterno, el año finalizaría mucho mas convulso que como se inició.

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