martes, 25 de octubre de 2022

Nuestra historia de amor: Capítulo 30: Los postgrados.

 Si bien pasamos el final de 1992 en relativamente buenas condiciones, todos los traumas de ese año nos cobraron un fuerte peaje emocional, siendo el peor de todos el robo del apartamento, especialmente para Gitty, que fue quien recibió el impacto de ser la primera persona que llegó al lugar del suceso.

Pero no quedaba otra alternativa sino echar para adelante en 1993 y eso fue lo que hicimos, además ella deseaba formar familia y soñaba con salir embarazada, por lo que iniciamos consultas con médicos para determinar lo que había que hacer, especialmente luego del problema del aborto espontáneo que tuvo seis años antes. El médico de la familia, el Doctor Pedro Millán Estaba, la refirió a una ginecóloga especialista en fertilidad que tenía su consultorio en el centro de la ciudad, mientras que a mí me envió a un urólogo en el hospital de clínicas Caracas; así se iniciaría nuestra andadura para lograr un embarazo exitoso, camino que recorreríamos durante poco mas de un año.

Gitty prosperaba en su trabajo y recibía buenas evaluaciones y bonificaciones por su productividad, especialmente por la cantidad de dinero que había recuperado para la hacienda pública, mientras que yo trabajaba por contratos; luego del banco Caracas pasé a ser auditor del banco Ítalo Venezolano y por último el IVIC (Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas) me ofreció un contrato por un año para organizar toda el área administrativa de su centro tecnológico.

En marzo, Gitty me dijo que la Universidad Santa María, donde ambos nos graduamos, iba a iniciar una ronda de postgrados donde sus egresados podían postularse sin requisitos adicionales, le dije que eso era una muy buena noticia y que teníamos que estar pendientes. Transcurrido un mes lanzaron las convocatorias y ella se inscribió en una especialización en derecho fiscal mientras que yo lo hice en una de economía industrial.

Como cosa divertida, nuestros salones de clase estaban en el mismo piso y no solo eso, sino que además eran contiguos, por lo que mis compañeros me decían que iba a estar vigilado todo el tiempo. El ciclo académico de ambos cursos iba a ser de un año de duración con clases nocturnas de 6 a 10 de la noche de lunes a viernes y se finalizaba con un trabajo o tesis de grado para poder optar al título; así que todas las noches la linda parejita se encontraba en la universidad y ambos nos saludábamos con un beso antes de entrar a clases. Ese postgrado fue mi desquite con respecto a las malas notas del pregrado, como todo era principalmente investigación, pues me lucía sin esfuerzo alguno, era como un buen bateador de grandes ligas.

Como decía Marvin Santiago en Vasos de colores: "lo que vengo es castigando la goma, al son de .380 estoy bateando, quemando liga." 


Gitty estaba contenta al ver lo bien que me iba y a la vez tenía la posibilidad de recordarme mis tareas domésticas, una noche, como iba a salir mas temprano que ella me gritó a voz en cuello en pleno pasillo:

- ¡Como vas a salir primero acuérdate de hacer las arepas cuando llegues al apartamento! 

Ese grito sirvió para que mis compañeros del curso me preguntaran todas las noches:

- ¿Vas a hacer arepas hoy?

También, como en todo ambiente estudiantil, íbamos a fiestas, reuniones y comidas que organizaban los compañeros y profesores. Para nosotros 1993 fue un año de lo mejor, estudiando, trabajando y disfrutando la vida; fue uno de nuestros años favoritos.

Lo interesante era que ambos estábamos en tratamientos de fertilidad y trabajábamos con mucho entusiasmo para lograr un embarazo, hasta con posiciones específicas para asegurar que el esperma no se saliera, pero no había señal alguna de éxito, ante tal situación la doctora George le dijo a Gitty que tendría que hacerse una histerosalpingografía, un examen que serviría para revisar las trompas de Falopio ya que sospechaba que podrían estar obstruidas y eso podía estar bloqueando el paso de los espermatozoides para interceptar al óvulo.

En cuanto a mí, me había hecho tres análisis de esperma durante el año, el primero para determinar como estaba, luego otro para descartar infecciones y el tercero para revisar el conteo luego de iniciado un tratamiento para incrementar el número de espermatozoides. En Venezuela, por lo menos en aquellos tiempos, esos exámenes eran muy complicados, no por los análisis en sí, sino por la dificultad para obtener las muestras; no hace falta entrar en los detalles escabrosos del proceso en sí, pero resulta que entre la toma y su entrega al laboratorio no deben pasar mas de 15 minutos, porque después de ese tiempo los espermatozoides se empiezan a corromper y morir, así que el laboratorio debía tener en custodia el semen en esa ventana de tiempo.

Eso significa que no se puede ir uno muy lejos, pero tampoco tenían lugares privados donde se pudiera encerrar el individuo para hacer su trabajo con tranquilidad, por lo que tenía que ir a un baño, así de sencillo. La única solución que se nos ocurrió fue buscar uno que se pudiera asegurar por dentro en el edificio de la policlínica Leopoldo Aguerrevere, donde estaba el laboratorio que hacía esos análisis, y que no hubiese nadie usándolo al momento. Luego Gitty me hacía un strip tease muy loco para que así lograra estimularme y poder obtener las muestras, inmediatamente ella se vestía corriendo, cogía el frasco y salía disparada al laboratorio para entregarlas mientras yo me aseaba. Esa rutina la tuvimos que hacer TRES VECES en 1993.

Espero que eso haya cambiado y ahora en ese país tengan lugares adecuados donde los pacientes puedan recoger su semen para ser analizado.

Mientras tanto, la histerosalpingografía fue programada para el mes de enero de 1994. Así que pasaríamos otra navidad sin esperanza de embarazo, pero con suerte a lo mejor sería la última.


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