lunes, 10 de octubre de 2022

Nuestra historia de amor: Capítulo 13: 1989, annus horribilis (3era parte)

 


Luego de la semana del 27 de febrero, lentamente las cosas fueron regresando a una relativa normalidad, aunque el ambiente de la ciudad cambió por completo, especialmente en sus zonas comerciales; debido a los saqueos, se acabaron las vidrieras, si alguien quería verlas tenía que irse a los centros comerciales del este de la ciudad, en la calle simplemente dejaron de existir, al igual que la mercancía puesta en las afueras de los locales comerciales.

Yo tenía un nuevo gasto como era la reparación del carro por el golpe que le dí, reparación que tardaría casi cinco semanas, sin embargo las cosas parecieron estabilizarse por poco mas de dos meses luego del Caracazo, ella en sus clases, yo en las mías por las noches y trabajando durante el día mientras seguían los preparativos de la boda, incluido el traje de novia, que tuve que comprar; debido a la cábala relacionada con el hecho de que el marido no debe ver el vestido y su ajuar hasta el momento que la novia llegue a la iglesia, tuvimos que crear un complicado procedimiento para pagar. Lo primero que hicimos fue seleccionar la tienda, que Gitty saliera un día al lugar donde estaba la mayoría de ellas, en la zona de los bloques de El Silencio y me dijera cuál era la que le interesaba, luego de eso, yo hablaría con la persona a cargo para explicarle el procedimiento y luego Gitty se tomaría su tiempo para escoger el vestido. Una vez que ella decidiera el modelo y todo el paquete estuviera listo, lo envolverían y guardarían hasta que yo pasara a pagar la totalidad del costo y nos lleváramos todo.

Esa fue una de las pocas cosas que anduvieron sobre ruedas ese año, completamos el proceso, donde la novia pudo escoger un vestido a su gusto y no al gusto de terceras personas y nos lo llevamos. La gente de la tienda metió todo en varias bolsas negras que hacían imposible ver lo que había adentro, así que no hubo problema y el ajuar completo nos lo llevamos al apartamento de mi mamá, porque era el único lugar medianamente seguro que teníamos para el momento.

Estábamos relativamente tranquilos porque todo parecía ir bien, pero en realidad era la calma que precede a la tempestad, que era un huracán de categoría 5 que se nos venía encima sin nosotros sospecharlo. El primer error no forzado lo cometí yo al empezar el proceso de sinceración con mi mamá y contarle un par de cosas confidenciales que me había dicho Gitty pensando que podía confiárselas a mi progenitora, ese fue un error gravísimo de mi parte que no debí haber cometido; a raíz de ese trauma, me convertí en un tipo desconfiado que se volvió una tumba, a la única persona a la que contaba secretos era a Gitty, a mas nadie, y si alguien me contaba algo confidencial era como encerrar ese secreto en una caja fuerte. Al menos ese trauma me ayudó para conseguir mi actual empleo.

Si esa primera barrabasada fue mala, peor fue lo que vino después. Mi hermano, no sé como obtuvo la información, o de quién, siendo policía, de una forma u otra se enteró de nuestro matrimonio civil y lanzó la bomba de agua pesada de forma directa, ignoro por qué razón, se pudo haber comunicado con nosotros y conversar para buscar una solución práctica, pero no lo hizo así.

Al enfrentarme a la evidencia lo que hice fue confirmarla y decir que todo había sido idea mía y que Gitty lo único que había hecho era seguirme porque estaba enamorada. Eso desató un terremoto de grado 10 y casi descarrila todos los preparativos. Las dos madres se juntaron y llegaron a la conclusión que había que hundir el barco a como diera lugar, pero el problema estaba en que el matrimonio eclesiástico había pasado ya el punto de no retorno y no había otro remedio que seguir con él. Mientras la madre de Gitty la obligaba a divorciarse si no quería que la botaran de su casa, en mi trabajo todos los problemas coincidieron al mismo tiempo: casi todos los aparatos que mantenía la empresa se dañaron a la vez.

A estas alturas no sé como no nos volvimos locos, entrando a la temporada de exámenes finales con un huracán categoría 5, un terremoto grado 10 y un incendio de 5 alarmas todo al mismo tiempo; la cosa fue tan grave que Gitty, siendo una excelente estudiante, a duras penas logró las notas necesarias para aprobar el año, mientras que yo estaba en una situación que ni sabía a que examen entraba, lo que hizo que perdiera la oportunidad de graduarme ese año y me viera obligado a repetir el curso. Ese fue un impacto por debajo de la línea de flotación, porque la principal premisa para nuestro matrimonio era mi graduación, que ahora quedaba aplazada por un año y ponía nuestra estabilidad económica en peligro.

Para colmo de males, en esos tiempos decidieron reestructurar la empresa, y me pusieron nueva jefa, que de paso no era empleada sino una ejecutiva externa que fue contratada. Cuando me seleccionaron para el puesto, hablé claro con mis superiores y les expliqué lo de mi matrimonio y su fecha, junto con el periodo de luna de miel; todos se mostraron conformes y no había problema, de hecho mi planificación de tiempo fue aprobada por toda la cadena de mando, pero todo eso quedó hecho agua de borrajas con la reestructuración y la nueva jefa que llegó con poderes especiales para hacer y deshacer a su antojo.

Para rematar la tormenta perfecta, ocurrieron otras dos cosas que afectarían negativamente todo. La primera fue que un familiar político del padrino de la boda tenía problemas de conducta, para decirlo de forma elegante, y sus padres lo habían metido en unos cursos de computación y sistemas para ver si dejaba de destruir su vida, pero le faltaba una computadora, como la empresa en la que yo trabajaba tenía una subsidiaria que las ensamblaba y vendía a precio reducido a los empleados, pues me tocó comprarla a cuenta de mis prestaciones y bonos contractuales, ya que mi mamá dijo que ni se me ocurriera cobrarle a esa gente, que tenía mucho mas dinero que todos nosotros juntos (a partir de allí una de nuestras premisas fundamentales fue, nunca darle nada a quien tiene mas recursos monetarios que nosotros, porque eso es un robo).

La segunda vino con el carro, que presentaba algunas fallas y el mecánico del estacionamiento me dijo que podía arreglarlas por un buen precio y como lo conocía pues le dije que sí, lo que no sabía fue que el dueño  botó al mecánico cuando ya había desarmado el carro y metió a un loco que no sabía nada de mecánica.

A esto tengo que sumar que unos vendedores de cursos de inglés me agarraron mientras caminaba completamente aturdido luego de enterarme de mi fracaso académico, sumado a todo lo demás y me metieron en una deuda descomunal de la que no me dí cuenta al momento porque estaba en un estado emocional muy alterado, este fue un error forzado.

Con todo esto encima, todavía tenía que pagar el salón de fiestas, la luna de miel, la ropa de mi mamá y el traje que me iba a poner para la boda, y con las dos familias yéndose en corto. A estas alturas no sé como  no nos volvimos locos o hicimos un pacto suicida, hay que recordar que éramos dos carajitos, de 22 y 23 años recién cumplidos, y todas estas tensiones son casi imposibles de manejar para un adulto hecho y derecho, así que es de imaginar que ninguno de los dos estaba en sus cabales.

Ya en la recta final logré pagar todo lo que faltaba, gracias a que siempre he sido un hombre austero, pero a duras penas me alcanzaba el dinero. Para la luna de miel nos propusimos algo ambicioso, pasar seis días en Mérida y seis en la isla de Margarita, nos íbamos de Caracas a Mérida y luego de Mérida cogíamos ruta para Margarita, que calculábamos nos llevaría dos días, luego regresaríamos a Caracas con todos los recuerdos de nuestros primeros días juntos. Eso era lo único que entusiasmaba a Gitty para esos tiempos y se compró, con sus pequeños ahorros, todo su guardarropa para el viaje.

A medida que se acercaba la fecha de la ceremonia, todo se iba alistando de una forma u otra, y las piezas iban cayendo en su lugar a regañadientes; las tensiones eran enormes, pero se había llegado a una especie de armisticio en las familias. Gitty se iba a casar y se iba a ir, así que ya no hacía falta botarla, mientras que yo igual iba a saber lo que era bueno luego del matrimonio y a cambio de algo de tranquilidad habíamos cedido a mi mamá todo lo referido a la organización del casorio para que así estuviese ocupada. Sin embargo, faltaba el último desacuerdo, la novia quería un bouquet de flores naturales, con lo que yo estaba de acuerdo, pero mi mamá y mi madrina, que era la encargada del bouquet, decidieron que fuese de flores artificiales, sin importarles para nada la opinión de Gitty, y ese domingo, el anterior a la boda, nuestras propias tensiones llegaron al punto de ebullición. Tuvimos la discusión mas fuerte de toda nuestra relación hasta el momento, nos dijimos hasta del mal que nos íbamos a morir y por último paré el carro en el hombrillo de la autopista y le dije que si estaba cansada de mí que se bajara y mandáramos todo al carajo.

Parece que esa pelea era lo que necesitábamos para desahogarnos y decidimos continuar, que si las otras querían flores artificiales, pues que hicieran lo que les diera la gana, ya solo quedaba una semana para completar nuestra independencia y construir nuestras nuevas vidas, lo que no sabíamos era que lo peor estaba por venir.



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