martes, 18 de octubre de 2022

Nuestra historia de amor: Capítulo 21: La graduación.


Luego de tantos problemas y malos sufrimientos, por fin llegó el tiempo de la graduación, en mi caso eso estaba supuesto a pasar en 1989, pero debido a todo lo que pasó en ese año, cuya historia fue ya relatada en un capítulo anterior, pues tuve que repetir el curso. El caso de Gitty fue diferente, ella logró terminar su carrera en el mínimo tiempo posible; era una excelente estudiante mientras que yo era mediocre, no por falta de capacidad intelectual o tener deficiente educación, simplemente la carrera no me gustaba y no ponía el suficiente esfuerzo de mi parte para ser exitoso en esos estudios. Luego, en los posgtrados, demostraría mis verdaderos talentos.

Así que, por cosas del destino, Gitty y yo nos graduaríamos el mismo año y en la misma semana; las actividades empezaron el martes 2 de octubre y terminaron el viernes 5 distribuidas como sigue:

-Martes 2 en la mañana: Firma de las actas de graduación de la facultad de leyes.


- Martes 2 en la tarde: Firma de las actas de la facultad de economía.


- Miércoles 3: Bendición de los anillos de graduación; el mío a las 11 de la mañana en una iglesia de la urbanización Montalbán; el de ella a las 6:30 de la tarde, en una iglesia de la urbanización Santa Mónica.


- Jueves 4: Acto de graduación de la facultad de leyes.


- Viernes 5: Acto de graduación de la facultad de economía.


Años después, siempre nos daba gracia un hecho interesante que ocurrió durante esa semana puesto que se repitió todos los días. Nunca llegamos a la habitación de manera correcta, porque ya al cerrar la puerta nos estábamos haciendo el amor, eso pasó los cuatro días seguidos; ni siquiera nos terminábamos de quitar la ropa, sino que lo hacíamos como en las películas, algunas prendas regadas por el suelo, las que había que quitarse, y el resto, pues se quedaba puesto, ella solía decir, y la cito textualmente:

- Esa semana sí estuvimos fogosos, entrábamos al cuarto, cerrábamos la puerta y ahí mismo chaca, chaca, chaca, chaca.

Y mientras decía eso movía los brazos hacia adelante y hacia atrás riéndose a mandíbula batiente.

El viernes, unos ex compañeros de trabajo de la Clínica El Ávila nos invitaron a un restaurant en la urbanización El Rosal para brindar por nuestras graduaciones y un futuro profesional exitoso, de hecho fue una invitación porque ellos pagaron toda la cuenta y fue un bonito gesto de su parte por el que siempre les estuve agradecido, ya que no teníamos dinero para hacer una fiesta de celebración por nuestros logros. Que ironía, un año después de haber tenido una boda por todo lo alto, no poseíamos los recursos para celebrar nuestros actos de grado.

Cuando se aproximaba la fecha de la graduación, conversé con mis jefes acerca de la posibilidad de una promoción o al menos un ajuste salarial debido a que pasaba a tener una licenciatura universitaria y eso implicaba un ascenso en el escalafón. Mi jefe, que me dio clases de mercadotecnia en el cuarto año de la carrera, trató de buscar un acuerdo con los médicos dueños de la institución, pero ellos dijeron que no, así que tuve que renunciar a mi puesto; lo bueno en este caso es que al menos me pagaron mis prestaciones completas a lo que se sumó un pago especial que me hicieron los médicos del departamento de radiología por haberles hecho los impuestos y ajustarles la contabilidad. Según mis cuentas, ese dinero podría durar unos tres meses si se administraba bien.

La mañana del sábado 6 de octubre de 1990 nos despertamos abrazados y nos apretamos muy fuerte, porque estábamos frente a una nueva realidad: Profesionales universitarios recién graduados, desempleados y pelando bolas. ¿Conseguiríamos empleo? ¿Lograríamos echar para adelante? ¿El dinero nos alcanzaría? ¿Y si se nos acababa antes de tiempo? Demasiadas interrogantes que responder en ese momento, así que decidimos tratar de disfrutar el fin de semana y ocuparnos de todo eso a partir del lunes, vamos a estar tranquilos un par de días, así que nos hicimos, otra vez, el amor; nos bañamos, desayunamos y salimos a pasear tomados de la mano, abrazándonos y besándonos. 


Ya habría tiempo para resolver los problemas, al menos nos habíamos ganado el derecho a disfrutar un poco de nuestra momentánea felicidad.





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