A mediados de 1991, como habíamos salido de la pobreza extrema, empezamos a disfrutar un poco mas de la vida. En nuestros tiempos de miseria íbamos en las noches a sentarnos en unos bancos que había en una explanada de la urbanización y nos poníamos a soñar despiertos, acerca de todo lo que íbamos a hacer en el futuro, la familia que pensábamos tener, los lugares a donde viajaríamos y todo lo que nos faltaba disfrutar.
Luego del Caracazo hubo escasez hasta de monedas, por lo que el banco central mandó a imprimir billetes para cubrir las denominaciones mas bajas; esos billetes eran conocidos popularmente como "tinoquitos" para hacer mofa del apellido del presidente del instituto emisor. La gente le tenía rabia a los billeticos y los rompía, pues bien, cuando yo veía uno roto lo recogía y lo pegaba al llegar a la casa, así tenía cambio disponible. Esas privaciones nos convirtieron en una pareja sumamente austera, y Gitty le sacaba el jugo al dinero que caía en sus manos; comúnmente se acusa a las mujeres de ser botarates y despilfarradoras, pero el caso de la mía era todo lo contrario, de hecho ella se autocalificaba muy orgullosamente como pepeneadora (como se le enredaba mucho la lengua con esa palabra se inventó una mucho mas sencilla, "peyonera"), cualquier cosa que otro desperdiciaba y podía ser útil ella la recuperaba, esa era una, entre muchas, de sus virtudes.
Una noche de viernes de enero de 1992 no teníamos nada mejor que hacer y la invité a salir a tomarnos unas cervezas en un restaurant de Sabana Grande llamado La Giralda, nos sentamos en la barra y nos pusimos a conversar, en esa barra conocimos a un caballero español que se había divorciado hacía poco tiempo y le contamos nuestra historia, le gustó tanto que nos sacó a pasear por un montón de locales nocturnos de la ciudad, bares, discotecas y hasta un lugar underground donde presentaban espectáculos de sexo en vivo, algo absolutamente alucinante; vinimos llegando a donde vivíamos casi a las 5 de la mañana, cuando el señor nos dejó allí, nunca lo volvimos a ver, pero siempre recordamos esa experiencia de la vida nocturna caraqueña.
Como Gitty no estaba trabajando, para evitar que se deprimiera porque no conseguía empleo, salíamos muy seguido y ella hacía otras actividades, como ayudar a un familiar lejano que tenía negocios de bienes raíces a organizar cursos de la materia. Como era muy bella, pues se destacaba de inmediato y era como un sol que alumbraba el lugar. Un sábado pude ir al curso y tomé esa foto, el señor que estaba sentado a su lado era uno de los mas importantes arquitectos de la Venezuela contemporánea, Fruto Vivas, quien estaba para esos momentos desarrollando un proyecto de viviendas populares y quería mercadearlo.
Ese día, me dí cuenta que el familiar de ella se la comía con la vista y le hice la observación a Gitty:
- Tu primo lejano tiene la boca hecha agua, se muere por hincarte el diente.
- No vale, como se te ocurre, ese hombre es muy mayor para mí, además tiene familia y es primo de mi papá, no se va a poner falto de respeto.
- Te diré como dice mi tío, carne de primo también se come, ponte mosca porque estoy seguro que te va a venir con un número raro antes que termine el curso.
El lunes me fui a trabajar y ella se fue al acto final para entregar los certificados de asistencia a los participantes, que eran cerca de 40 personas, y hacerse cargo de todos los procedimientos de cierre, ya que el lugar donde se hizo la actividad fue el Ateneo de Caracas, uno de los sitios mas prestigiosos de la ciudad en aquellos tiempos; luego de la entrega de certificados habría un almuerzo y brindis en el restaurant del Ateneo y luego todo el mundo se iría para su casa, ella esperaba llegar a donde vivíamos a eso de las seis de la tarde mientras yo terminaba mi segundo empleo como a las 10 de la noche, así que al regresar, cuando entro al cuarto la veo acostada en la cama, molesta; me senté en la silla (porque uno no se podía sentar en la cama con ropa de calle y sin haberse bañado) y le pregunté:
- ¿Y qué pasó, que estás con esa cara?
- Dame 15 números del 1 al 25
- ¿Y para qué te voy a dar esos números?
- Para jugar el Kino de la lotería del Táchira el domingo y pegarnos el primer premio.
- Ni que yo fuera adivino para saber cuáles van a ser los números que van a salir en esa vaina.
- Pues sí lo eres, porque lo que me dijiste el sábado lo pegaste completico.
- Bueno, echa el cuento, es que vi que el hombre si hubiera podido te recostaba contra una pared y te aplicaba el baile del tormento, como dice el Conde del Guácharo.
- Luego del almuerzo y brindis con los participantes, y las palabras del arquitecto Vivas, cuando todos se habían ido, me dijo que me quedara un momento para decirme unas cosas.
- ¿Y qué te dijo?
- Que quería que me fuera con él, que tenía buen dinero y así no tenía que estar pasando trabajo con ese negro güevón que nunca iba a levantar cabeza, que yo me merecía alguien mejor que me diera mi puesto y me tratara como una reina viviendo en un palacio, sin pasar necesidad ni pobreza, que él podía darme muy buena vida y darme todo lo que yo quisiera.
- ¿ Y qué le dijiste al zamuro?
- Que se fuera bien largo al carajo, que yo era una mujer decente y casada, y que mi marido sí es güevón, pero lo es por el tamaño de su palomón, así que nada iba a hacer con irme con un tipo que seguro lo tenía bien chiquito y no me iba a dar el mismo gusto que me da mi marido, y que eso no lo puede comprar el billete porque los hombres bien dotados nacen, no se hacen, y que no me buscara mas, me paré y me fui.
- No dejaste ni una puyita guardada, le soltaste todo el sencillo, que falta de glamour, la verdad es que me da pena ajena, no tenías que ser tan explícita, no parecen cosas tuyas, además, yo no soy actor porno. Ahora me da pena la vaina, como te dije una vez, es que tú eres un fly de foul por tercera base, todos te quieren coger. Al menos ya no te va a fastidiar mas.
- No, y me provoca irle a decir lo que el me dijo a mi papaíto, para que vea el primo que se gasta.
- Deja eso así y ya no le pares mas, no te des mala vida por eso, déjame darte un beso para que te contentes antes de irme a bañar.
Al final lo tomamos como una anécdota mas y seguimos con nuestra vida. En 1991, luego de renunciar a la óptica y poco antes de entrar a trabajar en la aseguradora, asistió a un congreso feminista que se hizo en la sala de convenciones de Parque Central y varias conferencistas le comentaron acerca de un programa de profesionalización del organismo recaudador de impuestos del gobierno, ese programa iba a ser financiado con fondos del Banco Mundial y se iba a seleccionar a profesionales jóvenes para entrenarlos, tal cosa iba a ocurrir durante el primer semestre de 1992.
A finales de enero salió la primera convocatoria y ella tenía todo preparado, así que fue muy contenta a postularse con todos sus documentos listos, desafortunadamente no fue escogida en esa primera ronda. En esos mismos tiempos, yo me pre inscribí en un curso de posgrado en la Universidad Católica Andrés Bello, si bien aprobé el proceso, no quedé entre los seleccionados, así que tenía que seguir buscando potenciales cursos de cuarto nivel que me interesaran para mejorar mi perfil profesional.
En abril se lanzó una segunda convocatoria, pero ella no quería insistir porque decía que ya había fracasado, de hecho se había deprimido mucho luego del rechazo; casi que tuve que llevarla a empujones a introducir sus documentos otra vez:
- Mete los papeles de nuevo, que a lo mejor ahora sí te seleccionan para el curso.
- No, me van a volver a arrastrar.
- No te van a arrastrar nada, dale que a lo mejor tienes suerte esta vez.
- Ya me rechazaron y si vuelvo no me van a aceptar los documentos.
- Eso es lo que tú no sabes, la peor diligencia es la que no se hace, como dice el filósofo Rubén Blades, la definición del fracaso es no intentar, dale que lo peor que puede pasar es que te vuelvan a decir que no, pero ¿y si te dicen que sí?
- Bueno, está bien, voy a volver.
- Esta vez vas a tener éxito, vas a ver.
Luego de todos esos obstáculos, esta se convirtió en su canción, su himno particular:
Desde 1992 hasta que nos fuimos de Venezuela, estuvo trabajando en el Ministerio de Hacienda, primero en la dirección de rentas internas y luego, cuando transformaron esa dirección en instituto autónomo, en el SENIAT. Su ética de trabajo era insuperable, y su profesionalismo al desempeñarlo, ejemplar. Fue una excelente trabajadora y profesional, la mejor.
Hizo un curso intensivo de cuatro meses y terminó en el cuadro de honor de su clase, de hecho el nivel equivalía a una especialización, así que ese fue su primer postgrado.
El año 1992 pudo haber sido uno muy bueno para el país, pero nos amaneció de golpe el 4 de febrero, ese día cambió la historia de Venezuela y también la nuestra, aunque para lo último pasarían 10 años, pero no podíamos leer el futuro ni imaginar las vueltas que nos iba a dar la vida, éramos demasiado jóvenes e ingenuos.
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