sábado, 1 de octubre de 2022

Nuestra historia de amor: capítulo 1: San Ruperto


 Hoy, mientras escuchaba esta canción, me dí cuenta que nadie sabía de nuestra historia de amor, que con sus altas y bajas fue muy bella y merecía ser contada. Va a tener mucha música, porque la tuvo por montones; y como es larga, la voy a dividir en capítulos, con un título para cada uno, como si fuese una novela.

San Ruperto

Era el 9 de septiembre de 1985, lunes, aproximadamente a mediodía; en aquellos tiempos yo estudiaba en la Universidad Santa María en Caracas, había terminado el ciclo académico del segundo año de la carrera de administración de empresas y estaba de vacaciones (fue el mejor año de la carrera, donde terminé con notas excelentes, no tuve otro ciclo así hasta mis estudios de postgrado). En esos tiempos, estaba coleccionando unos libros que se armaban por fascículos semanales y un quiosquero amigo que tenía su quiosco de venta de periódicos y revistas en la entrada de la universidad me los guardaba junto con otras revistas semanales y mensuales que compraba en esos tiempos, así que todos los lunes pasaba a buscar mi material impreso y le pagaba al señor por el total de lo recogido.

Ese lunes, luego de cumplir con mi rutina, estaba esperando el autobús para regresar a casa en la parada al frente de la entrada principal de la universidad y tenía cuatro alternativas para el viaje de regreso, una ruta directa que me dejaba muy cerca del edificio donde vivía y otras tres que me dejaban bastante mas lejos pero pasaban con mayor frecuencia; como disponía de algo de tiempo pero no quería esperar mucho, decidí tomar el primer autobús que pasara por la parada, así que el primero fue precisamente el de una línea llamada "San Ruperto" y ese fue el que tomé.

Como se detuvo prácticamente al frente de donde estaba pude abordarlo de primero, me senté en un asiento doble que estaba vacío al lado izquierdo del bus y me puse viendo hacia la ventana; allí subí la mirada y pude ver a las otras personas que estaban entrando, entre ellas estaba una muchacha muy bella, alta, pelirroja, vestida de jeans y un sweater azul con el cabello recogido en una cola de caballo y varios cuadernos en una mano, luego de verla cambié la mirada y me puse a hojear mi revista.

Gran sorpresa me llevé cuando esa misma muchacha se me sentó al lado, me parecía increíble que ella escogiera ese lugar en el bus, pero igual seguí hojeando mi revista; luego de unos instantes en los que parecía que ella estaba mirando por encima de mi hombro, me preguntó:

-¿Por qué las ventanas de ese edificio no están rotas si tiene un helicóptero en la azotea?

Ahí me di cuenta que estaba viendo una fotografía donde unos comandos británicos se bajaban de un helicóptero que se había posado en la azotea de un edificio en Singapur durante el proceso de descolonización ocurrido luego de la Segunda Guerra Mundial, así que procedí a explicarle que a menos que el aparato no se acercara en exceso a las ventanas tal cosa no debería ocurrir; a partir de allí empezamos a conversar acerca de las revistas que tenía y nos presentamos, me llamó mucho la atención su nombre, Gitty, ya que nunca lo había escuchado antes, me explicó que era de origen judío y que a su papá le gustó tanto que quiso ponérselo y así fue bautizada.

Para esos momentos ya estaba llegando a la parada donde debía quedarme, pero tomé una decisión que cambió nuestras vidas, aunque en aquel momento no lo sabía. Decidí continuar hasta la parada en la que ella se iba a quedar para así seguir hablando, estaba hipnotizado por su belleza y no podía dejar de mirarla, así seguimos conversando y cuando nos bajamos del autobús le dije que iba a aprovechar el tiempo para visitar a un excompañero de clases de cuando estudiaba en el colegio; durante el tiempo que caminamos hasta la entrada del edificio donde ella vivía con su familia seguimos conversando animadamente y al despedirnos anotó su número telefónico en un trozo de papel y me lo dio, ya que sus compañeros del curso pre universitario iban a hacer una fiesta y me invitó para que la acompañara. Ese pedazo de papel para ese momento se convirtió en mi posesión mas preciada, y desde luego que recordé una canción de Phil Collins que estaba muy pegada en esos días.

Durante el trayecto a mi casa anduve entre nubes, a estas alturas de mi vida no recuerdo como llegué porque en lo único que pensaba era en aquella muchacha tan hermosa que se había fijado en mí y hasta me dio su número telefónico en un papelito que para mí valía mas que todo el oro del mundo.

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