domingo, 16 de octubre de 2022

Nuestra historia de amor: Capítulo 19: La reconquista

 


¿Cómo se siente alguien un mes después de haber perdido al amor de su vida? Hoy fui a Costco a ponerme unas vacunas, era la primera vez que iba a la tienda desde la última semana de agosto, cuando ambos fuimos a buscar algunos alimentos y ella se compró un par de piezas de ropa que no llegó a estrenarse. Me sentí perdido en el lugar, sabía que tenía que comprar algunas cosas pero era incapaz de concentrarme, todo en la tienda me recordaba a ella y me provocaba tirarme al suelo a llorar a gritos, pero tenía que mantener la compostura, fue algo físicamente doloroso y el sentimiento me ahogaba por completo. Eso es lo que se siente a un mes de la pérdida de tu compañera de toda la vida, un dolor tan profundo que es imposible de describir con palabras, algo que ya forma parte de tí, como un órgano nuevo que ha crecido dentro de tu cuerpo y del que no vas a poder deshacerte por el resto de tus días.

El jueves 6 de abril de 1990 empecé a recomponerme de los sucesos del domingo anterior y busqué la forma de contactarla indirectamente, al principio desde el trabajo contacté a amigos mutuos para que la llamaran y le dijeran que deseaba hablar con ella y esa noche me fui a la estación del metro de La Hoyada, ya que sabía que ese era el final del trayecto para tomar el trasbordo en microbús a la casa de sus padres. Logré verla y hablé con Gitty por primera vez desde ese domingo fatídico, le dije que me perdonara y que al menos me permitiera verla otra vez, que debíamos irnos a vivir juntos a algún otro lugar, si bien estaba reacia, al menos me dijo que podíamos vernos al día siguiente a mediodía cerca de la casa de sus padres para conversar un poco.

Logré salir del trabajo antes de la hora de almuerzo y llegué a tiempo, ella me dijo que sus padres le estaban exigiendo que se divorciara de mí si quería seguir viviendo en su apartamento, a lo que ella no sabía que responder por lo que les pidió tiempo para organizar sus sentimientos y poder tomar una decisión. Le dije que por favor me diera una oportunidad para recuperarla y que no destruyeramos esto que habíamos creado. Al menos me dijo que necesitaba tiempo y que seguiríamos en contacto.

Durante esos días el sufrimiento me hizo rebajar mas de 10 kilos, cerca de 22 libras, así que siendo un joven delgado me estaba convirtiendo en un esqueleto ambulante. Simplemente no podía comer ni dormir, estaba siempre pensando en ella; pero igualmente seguía buscándola y hablándole para convencerla de que las cosas serían diferentes.

El amor es una cosa seria, ambos estábamos demasiado enamorados para poder dejarnos realmente, y sabíamos que nuestro mayor problema fue haber dejado que terceros se entrometieran en nuestra relación. Este nuevo cortejo fue diferente, porque era el de un marido que buscaba recuperar la confianza de su esposa para así recomponer la vida en común. Luego de casi mes y medio de constante insistencia ella decidió darme un voto de confianza y reconstruir lo que creamos con una regla que debíamos cumplir ambos a rajatabla, nadie, bajo ninguna circunstancia, debía inmiscuirse en nuestros asuntos.


Le prometí que así sería desde ese día en adelante y que debíamos buscar donde mudarnos para así empezar nuestra vida como matrimonio de la manera correcta. Como ambos estábamos por graduarnos ese año, ya que ella era excelente estudiante y yo con una presión laboral menor llevaba buenas notas en las materias que me quedaron pendientes, fuimos a muchas fiestas organizadas por los compañeros de curso para celebrar el final del año académico, fiestas que empezaron desde finales de mayo, cuando ya habíamos llegado a nuestro acuerdo.

También iniciamos el proceso de reconstruir nuestra intimidad, que había resultado muy dañada en los meses que vivimos en casa de mi madre y pudimos descubrir de nuevo nuestros cuerpos y nuestra sexualidad, para ser mejores amantes. Esos meses transcurridos entre mayo y agosto de 1990 fueron como una segunda luna de miel, encendiendo nuevamente nuestra pasión y enamorándonos mas que antes.

Sin embargo, estaban las cuestiones prácticas que había que resolver y necesitábamos tiempo para eso, además de ayuda económica. El fin de semana de la final del mundial Italia 90, nos fuimos a Macuto, una población del litoral central, y pudimos planificar con calma todo lo que había que hacer, no porque creyésemos que ese plan se iba a cumplir a plenitud, sino para tener una guía que nos ayudara en el proceso.

La semana siguiente, contacté a mi suegro por teléfono para pedirle una ayuda monetaria con el fin de completar el dinero necesario para un depósito y así alquilar un apartamento, porque para ese entonces Gitty ya les había dicho a ambos suegros que no se divorciaría y que se iba a vivir conmigo, su legítimo esposo. Desgraciadamente, como lo sospechaba, mi suegro se negó rotundamente a darme ningún tipo de ayuda, a pesar de tener una posición económica relativamente desahogada y que ese dinero estaría destinado para darle algo de comodidad a su hija, de hecho me dijo esto:

- Usted me hace el favor y respete mi hogar.

A lo que le respondí:

- Yo respeto su hogar, porque su hija es mi esposa ante Dios y los hombres, no me acosté con ella por pasar un rato ni tampoco vamos a fugarnos como amantes, solamente estoy pidiendo una ayuda para llevarla a un lugar decente como ella se merece.

Como eso no resultó, nos quedaba la otra alternativa, buscar una residencia estudiantil, y una amiga de ella nos ayudó, es la muchacha que está a su izquierda en esta foto, su nombre es Lis Aleide.

Ella era su mejor amiga en la universidad y nos ayudó a dar ese primer gran paso, como era vivir juntos por nuestra cuenta; debido a que no contábamos con ayuda económica de ningún tipo solamente podíamos buscar algo que fuera lo mas barato posible y era un asunto que teníamos que resolver de manera urgente, porque cuando Gitty le manifestó su decisión a sus padres estos técnicamente la corrieron de su apartamento y ella casi no podía estar allí, ni siquiera para comer.

Por fin, la primera semana de agosto se presentó la oportunidad, una habitación vacante en una residencia estudiantil cerca de la universidad. La fementida habitación estaba en un anexo de una vieja casa solariega de la urbanización El Paraíso que fue construido a trancas y barrancas, su techo era de zinc o un material parecido que al menos a primera vista parecía que no iba a gotear cuando lloviera, con un camaranchón en el medio y un gavetero para meter la ropa. La puerta no ofrecía mucha seguridad porque no tenía cerradura sino que se cerraba con una cadena y un candado y de paso el baño era compartido, eso sí, el precio era muy solidario, aunque ahora no recuerdo cuánto era, pero sí recuerdo que podría pagarlo sin problema. No era un palacio, ni siquiera un lugar medianamente cómodo, pero al menos nos permitía iniciar nuestra vida juntos y resolver por el momento, porque para ese entonces Gitty vivía como una fugitiva, en un lugar diferente cada noche, y esa etapa tan horrible ya llevaba cuatro días para el momento de nuestra mudanza.

Así que la noche del viernes 3 de agosto de 1990, bajo un tremendo aguacero, nos fuimos con dos mochilas y dos maletines a nuestro rancho en la residencia estudiantil de El Paraíso. A partir de ese día, sin importar los problemas y vicisitudes que se nos presentaron a lo largo de nuestras vidas, no nos volveríamos a separar, y así fue hasta el aciago 15 de septiembre de 2022. Solamente la muerte logró separarnos.



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