viernes, 14 de octubre de 2022

Nuestra historia de amor: Capítulo 17: 1989, annus horribilis (7ma parte, por fín se acaba el año)


 "El casado casa quiere" es un refrán absolutamente cierto, todo aquel que se casa debe irse a vivir aparte porque es necesario para la salud de la pareja que inicia su vida en común; sin importar cuan buenos sean los padres que ofrecen su casa o cuanto quieran a la nuera o yerno siempre habrá roces y el aterrizaje será rudo. Eso lo aprendimos de la forma mas dura posible y la lección la aprendimos muy bien, pero el proceso de aprendizaje dejó marcas y cicatrices terribles que acompañaron a Gitty hasta el fin de sus días y que también seguirán conmigo hasta mi último aliento, y siendo claros al respecto, el único responsable de todo ese daño soy yo, por no haber sido firme desde el principio y aceptar una propuesta que nunca debió haber sido aceptada.

Así sea debajo de un puente los recién casados deben vivir solos, ya se las averiguarán de una forma u otra para resolver sus problemas, pero así evitarán la intromisión de terceros en los asuntos de la pareja y la relación crecerá de forma saludable. 


Vivir en casa de mi mamá fue una pesadilla que se desarrolló en cámara lenta, como una serie de horror que todos los días iniciaba un capítulo nuevo, algo similar a la serie de zombies "The walking dead." Dos días después de haber sido despedido del trabajo le dije a mi madre lo que había pasado y que estaba buscando activamente empleo para así resolver el problema lo antes posible, pero eso era mas fácil decirlo que hacerlo; tal tarea es muy difícil de hacer en Venezuela, donde se exige un montón de requisitos disparatados a los potenciales candidatos y piden fotografías recientes para ver quienes le resultan mas simpáticos a las seleccionadoras.

Así las cosas, logré empezar a trabajar en una empresa pirata ubicada en el centro de Caracas donde no sabía exactamente que era lo que hacía y cuyos dueños eran locos, un matrimonio en el que la mujer estaba mucho mas demente que el marido; en ese manicomio duré como cinco semanas, pagaba apenas la mitad de lo que ganaba antes, pero al menos me permitió resolver mi matrícula de la universidad y salir del paso respecto a los gastos de casa y mercado.

Para poder sobrevivir mandé a la porra todas las deudas, la de tarjeta de crédito, la del curso de inglés que me hicieron firmar y otras mas que no podía pagar; estaba en situación de supervivencia al 100% y tenía que escoger entre comer o saldar esos monos. Gitty para esos momentos no había podido conseguir empleo, así que tenía que quedarse en el apartamento durante el día mientras mi mamá le hacía la vida imposible de muchas maneras. En esos tiempos buscábamos que hacer los fines de semana porque no podíamos estar sin hacer nada ahí recibiendo directas e indirectas de forma permanente; yo me puse a hacer un curso de auxilios médicos de emergencia y ella se iba a estudiar a casa de compañeras de clase donde la pasaba buscando al final de la tarde, tanto de sábado como domingo, así pudimos llegar a empujones hasta finales de diciembre.

Luego de los orates encontré otro empleo un poco mejor en una institución médica privada, la clínica El Ávila, casualmente el mismo lugar donde nací; trabajaba como auxiliar de contabilidad y empecé en ese cargo el primero de diciembre, ganaba un poco mas que donde los dementes, pero aun era mucho menos de lo que devengaba en Geventec, eso implicaba seguir sin poder cumplir con mis antiguas deudas y sobrevivir a duras penas, pero al menos podía enfrentar los compromisos básicos, y así la pobre Gitty no tenía tanta presión. Ambos nos veíamos en la noche al regresar de la universidad, porque estudiábamos en núcleos diferentes, y era todo un problema para acostarnos porque sabíamos que mi mamá se ponía a escuchar detrás de la puerta del cuarto, así que solamente podíamos dormir, igual estábamos demasiado cansados como para inventar nada.


Bajo esas condiciones llegaron las festividades de fin de año, navidad y año nuevo, donde intentamos algún tipo de armisticio para celebrarlas en paz; yo pondría el dinero para comprar los ingredientes de la cena navideña y haríamos todo juntos. A pesar de las quejas maternas, al menos pudimos disfrutar de cierta tranquilidad de espíritu en navidad, pero la noche de año nuevo Gitty y yo fuimos testigos de la cosa mas extraña de nuestras vidas, un suceso que todavía muchos años después no supimos si fue algo real, simulado, producto de algún tipo de sugestión psicológica o una señal temprana de senilidad. Poco antes de la medianoche, mientras estábamos en los preparativos de los ritos y tradiciones de fin de año, mi mamá se fue a su cuarto, como pasaron varios minutos y se acercaba la hora, fui a decirle que faltaba poco para recibir al nuevo año cuando la encontré en la cama, rígida como un palo y los ojos muy abiertos.

Por un momento pensé lo peor, pero me di cuenta que estaba respirando normalmente aunque no se movía ni hablaba, estaba como en estado catatónico, pero no se podía saber que tenía; como es natural imaginarse, se acabó el prospecto de celebración mientras buscábamos ayuda, aunque había un problema muy sencillo, en ese momento no existía ningún tipo de auxilio disponible y pasarían horas hasta poder encontrarlo. Nos movilizamos contactando a algunos vecinos, que igual no tenían idea de que hacer hasta que por fin pudimos llamar a los bomberos y confirmar que tenían una ambulancia disponible para así trasladar a mi mamá a un hospital. En estos momentos, debido al mismo estrés que tenía entonces, no puedo recordar con exactitud si los bomberos llegaron al apartamento, pero sí recuerdo que mi madre se recuperó instantáneamente apenas llegó alguien con un tensiómetro y otros instrumentos para la medición de signos vitales, se los midieron todos y los encontraron normales, por lo que no hacía falta un traslado de emergencia, aunque sí le recomendaron contactar un médico lo mas pronto posible para que la revisaran en profundidad. Fue un misterio que jamás se pudo aclarar y así fue como recibimos al año 1990, sin celebración alguna, el año de nuestra dolorosa separación.

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