Luego de aquella noche tan extraordinaria de mi año favorito, empezamos a construir un noviazgo, que no era ni cortés ni platónico, sino un noviazgo serio con intenciones de amor profundo y trascendencia futura; extrañamente fuimos muy serios en nuestra relación, supongo que por el hecho de ser nuestro debut en tales menesteres y al tomar conciencia de los obstáculos que se podían presentar frente a ella.
Nuestra aproximación fue muy adulta, a pesar de nuestra edad e inexperiencia y ella asumió con mucha madurez su rol de novia. La rutina, por darle un nombre, era muy estricta, debíamos cumplir con nuestros deberes estudiantiles y no podíamos reunirnos después de clases porque para ese año la universidad había abierto un nuevo campus en los suburbios del este de Caracas y mudaron a toda la facultad de leyes allá, así que Gitty asistiría a clases en ese campus, mientras que el resto de las facultades continuarían en la vieja sede del centro de la ciudad.
Así las cosas, estábamos separados y era muy difícil vernos en los días de semana, a menos que yo la llevara a clases o la fuera a buscar, pero al no tener carro propio tal cosa era imposible; eso cambió a partir de abril de 1986 cuando mi madre compró un carrito Chevy Chevette que me permitió movilizarme y a veces, cuando la ocasión lo permitía, llevar y/o traer a Gitty de clases, pero antes de esos tiempos no había posibilidad alguna de hacer tal cosa.
Nuestra rutina consistía en hablar por teléfono todas las noches y pasar los fines de semana juntos, bien sea estudiando y haciendo tareas en un parque los sábados y salir a pasear los domingos; podía haber variaciones en las actividades, y a veces, debido a circunstancias familiares, no podíamos reunirnos en un día o un fin de semana; sin embargo hacíamos lo posible para mantener esa rutina, como una pareja establecida. Es de hacer notar que en aquellos tiempos no existían los teléfonos celulares, así que la única forma de llamarnos era a través de las líneas fijas de nuestros respectivos hogares y eso podía ser complicado, ya que era un número de teléfono para todo el mundo, así que hablábamos tarde en la noche, después de las 8:30 para extendernos en nuestra conversación y platicar acerca de todo lo que nos había pasado en el día y los planes que teníamos para el fin de semana.
Tal costumbre la mantuvimos en el tiempo siempre que fuera posible y así, hasta poco antes de su deceso ella me llamaba al final de la tarde al trabajo para comentar su día y preguntar acerca del mío además de hablar sobre otras pequeñas cosas como los deberes de la casa y las noticias del momento.
Estábamos muy enamorados, así que hacíamos lo que todos los enamorados hacen, nos besábamos y abrazábamos mucho, siempre caminábamos tomados de la mano y cuando estudiábamos en un parque nos recostábamos en la grama y yo ponía mi cabeza en su regazo, no tanto porque yo quisiera sino porque a ella le gustaba bastante, y aun hace pocas semanas me decía de lo bien que se sentía en esos momentos tan románticos.
Desgraciadamente, la relación no estaba exenta de problemas, no por nosotros sino por nuestros entornos familiares; de mi parte, tenía una madre poseedora de una larguísima lista de virtudes y un terrible defecto, ser una madre castradora, que no quería verme formar pareja porque deseaba que yo estuviese a su lado todo el tiempo hasta su hora final, y bueno, en mi caso así no podían funcionar las cosas. Por el lado de Gitty todo era un poco mas complicado, ya que su situación tenía ciertas similitudes con la canción "Ligia Elena" de Rubén Blades.
Existía un cierto prejuicio racial y de clase por el hecho de nuestros diferentes colores de piel y el hecho de yo estar varios peldaños por debajo en el nivel socioeconómico. Para rematar, sus padres tampoco querían que ella tuviese ningún tipo de relación amorosa con alguien que ellos no hubiesen aprobado primero, y de hecho hasta tenían ciertos pretendientes favoritos, pero Gitty, que siempre fue como fue, absolutamente indómita y dispuesta a hacer sus cosas a su manera, pues se opuso a tales designios de ver su vida controlada por otras personas y lo hizo al estilo Sinatra.
Esa fue siempre su principal característica, hacer las cosas a su modo, sin que nadie pudiera hacerla cambiar de parecer, y así fue hasta su último suspiro, una mujer fuerte e independiente que siempre buscó su propio camino.
Esos obstáculos que encontramos en nuestra andadura nos hicieron mucho mas bien que mal, porque servían de estímulo para consolidar nuestra relación, aunque por el bien de ella preferíamos mantenerla oculta a sus padres para que así no sufriera represalias por sus decisiones y pudiese vivir tranquila, así que para su mamá yo era un sujeto condenado a lo que se llama la "friendzone" y no era de temer.
Poco a poco la relación fue evolucionando, como todo noviazgo, de lo platónico a lo pasional, pero así, poco a poco; nos regalábamos muchas cosas, ella me compraba discos de vinilo, de hecho, el primer regalo de navidad que recibí de ella fue la segunda grabación de Rubén Blades con su banda Seis del solar. Yo, esa primera navidad, la de 1985, le regalé unos muñecos de peluche y unas prendas de bisutería fina, en un futuro ya le regalaría joyas reales.
Pero en realidad ya las hormonas iban tomando el control de nuestra relación y nuestros besos y caricias se iban haciendo mas intensos y en un futuro ella me confesaría que durante esas sesiones ella sentía que se iba a desmayar y deseaba llegar mas lejos, sin embargo, buscábamos controlarnos porque ninguno de los dos tenía la menor idea de como iniciar esos procedimientos y debido a que ambos éramos y seguimos siendo personas muy reservadas, no queríamos preguntar a terceros acerca de tales actividades. Sabíamos la teoría del sexo, pero no teníamos idea de como llevar eso a la práctica. Al final, al año de conocernos, las hormonas nos hicieron jaque mate, pero eso es tema para otro capítulo.
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