A mediados de mayo los directivos de AIOCA distribuyeron un memo indicando que la empresa se iba a liquidar y que el personal administrativo sería reducido al mínimo; como estaba a cargo del almacén, yo sería uno de los últimos en irse, ya que tendría que cerrar mi cargo, y para poder hacerlo tendría que inventariar todo lo que había en las instalaciones al cerrar operaciones la empresa.
Así las cosas, pasaría todo el mes de junio haciendo inventario y para el último tendría que estar listo, una vez que terminara mi encargo me iría con dos cheques, el de la quincena y el de la liquidación; el problema estaba en que había un par de lugares con activos viejos de la compañía que no habían sido desincorporados y que debían contarse. Ese par de sitios estaban en condiciones de higiene deplorables, y si bien eran fumigados periodicamente por exigencias sanitarias, estaban llenos de ratas muertas.
Igual tenía que cumplir con mi obligación, por lo que tomaba precauciones a ese respecto, siempre entraba a esos espacios con la misma ropa, que me ponía en la oficina, para no llevar ningún contaminante a donde vivíamos, de igual forma me lavaba las manos con agua y jabón frecuentemente y usaba repelente de insectos. El detalle estaba en que no sabía hasta ese entonces que las ladillas podían poner huevos en la piel de las ratas, y que cualquier persona que estuviese cerca podía ser infectada por simple contacto, y eso fue lo que me pasó, me empezó una picazón generalizada en la entrepierna y luego me encontré con ese desastre.
Me tuve que bañar con jabón Avispa durante dos semanas y echarme una loción llamada Somergan que olía horriblemente para así evitar una nueva infección, porque tenía que terminar el trabajo si quería que me pagaran; durante ese tiempo, y hasta el 15 de julio, el procedimiento de lavado cambió, había que hervir la ropa de cama para luego lavarla normalmente, era la única forma en que se podía estar seguro que los potenciales huevos de ladillas se desintegraran; yo estaba realmente molesto y frustrado en ese tiempo, al no poder irme y verme obligado a terminar el trabajo para recibir el pago y de paso tener la dentera sin haber comido la naranja, como le decía a Gitty, tengo ladillas sin pasar por el placer del contagio.
Lo bueno fue que a ella no se le pegaron.
Al final recibí mis dos cheques el 30 de junio, que cayó en domingo y me fui del lugar, a sabiendas que tenía que empezar a buscar empleo una vez mas, les dejé la ropa que me ponía para hacer los inventarios porque ni loco me iba a llevar esas prendas; para ese entonces ya Gitty trabajaba de mecanógrafa en la aseguradora y le dije que iba a hacer lo mismo que ella, me iba a hacer pasar por estudiante para conseguir empleo y luego buscaría algo como profesional, pero necesitábamos tener ingresos estables para poder crear una familia, puesto que ya ella estaba pensando que debíamos tener hijos, no de inmediato, pero debíamos empezar a planificar tal cosa.
Durante casi tres meses estuve buscando empleo hasta que por fin conseguí en una empresa llamada Técnica Fase C.A. que era representante de varias transnacionales en el área de generación y transmisión de energía eléctrica, el dueño de esta compañía era, o es todavía, uno de esos genios que pasan desapercibidos para el gran público pero que son personajes indispensables en el desarrollo de los países, ese señor es el ingeniero Roberto Acquatella.
Empecé a trabajar en esa empresa como el encargado de la administración, y como nunca tuve problema en quedarme hasta tarde en mis trabajos, pues era el ideal para un negocio donde el dueño muchas veces se quedaba trabajando hasta altas horas de la noche resolviendo problemas. Con nuestros modestos salarios, Gitty y yo empezamos a ver un poco de luz y sentirnos menos pobres, ya podíamos ir de vez en cuando al cine, hasta salir a comer a un restaurante y comprar ropa; además, ya teníamos la posibilidad de comprar mas carne y menos granos cuando hacíamos mercado.
También, para ese entonces, las relaciones de nosotros con mi madre habían mejorado un poco. Si bien todavía faltaban varios años para poder hablar de una verdadera armonía, al menos ya mi progenitora había entrado en razón y entendió que nuestro matrimonio era algo serio y para formar una familia, por lo que había que aceptarnos como pareja. No podía decir lo mismo por el lado de la familia de ella, ese proceso tardaría unos cuantos años mas.
Nos faltaba mucho por hacer, pero parecía que las cosas estaban por fin cambiando a un tono mas amable. También ese diciembre encontré empleo como administrador en otra empresa llamada Intrasel que se ocupaba de ingeniería de procura y consultoría en los proyectos de Edelca en el río Caroní. Así recibí el año 1992 con dos empleos y Gitty podía renunciar a la aseguradora para buscar algo en lo suyo.
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