sábado, 25 de marzo de 2023

Nuestra historia de amor: Capítulo 177: Hay que vivir.


 Esta fue una de las raras veces en que Gitty me hizo caso al darle un consejo y me alegro que haya sido así. Siempre fue una persona orientada hacia el deber, así que a veces no disfrutaba de la vida lo suficiente; sin embargo el cáncer la cambió y se dio cuenta de que el tiempo que se pierde no se recupera, que es el tesoro mas valioso que existe porque no hay forma ni manera de ahorrarlo ni atesorarlo, pasa y sigue sin que haya manera de detenerlo y uno se queda cada vez con menos y menos.

Nunca fui uno de esos maridos dominantes que les prohíben cosas a sus mujeres porque uno se casa entre iguales; me basta con saber para donde va por razones de seguridad, mas nada. De ahí en resto ella puede hacer lo que mejor le parezca; como sabía muy bien eso, pues hizo lo correcto, aprovechar el tiempo durante su recuperación mientras yo trabajaba y me ocupaba de mis cursos.

Así que cuando me dijo que la señora Isabel, la mamá de Guillermo, la había invitado a la fiesta de 15 años de una de sus sobrinas, lo único que le dije fue: 

- Dale, no tengo ropa para la ocasión y tengo cosas pendientes, pero tú estás libre, aprovecha y ve para tu fiesta. 

Así lo hizo y así se vio con la quinceañera y la señora Isabel. 

Para el mes de octubre también le removieron el puerto ya que se esperaba que no necesitaría tratamientos adicionales en la escala que le fueron dados, aunque el tiempo mostraría que se cantó victoria muy rápido.

También acompañó a Graciela mientras se mudaba de residencia estudiantil y filmó un video.

Hasta tuvimos una pequeña aventura con una ardilla mientras paseábamos a Lucy una tarde antes de irnos a lavar la ropa. Durante el paseo, Lucy vio algo, se acercó a ver que era y resultó ser una ardilla herida, posiblemente había calculado mal un salto y se cayó. Me acerqué y en vez de ir a la camioneta a buscar unos guantes de carnaza que tenía en la caja de herramientas, pues agarré al animalito a mano limpia y me mordió por pendejo. Gitty me dijo:

- Cuando la ardilla te mordió se vio igualito a como se ve en las comiquitas, con todo y estrellas volando por el aire.

Mientras eso pasaba y yo trataba de hacer que dejara de morderme Gitty no me podía ayudar porque estaba privada de la risa viendo aquello. Finalmente pude soltarme de ese feroz animal salvaje y lo metí en un maletín que le di a Gitty mientras me iba a limpiar el dedo y curarme la mordida con el botiquín de primeros auxilios. 

Luego fuimos a la Humane Society de Bellevue a ver si podían atenderla pero nos dijeron que no porque ellos solamente recibían animales domésticos; que debíamos ir a Kent donde había una clínica para ese tipo de fauna. Así que nos fuimos a la dirección que nos dieron y antes de salir nos prestaron una jaula para que metiéramos a la ardilla y fuera mas cómoda que en un maletín.

Llegamos al lugar donde ingresaron a la herida y nos dijeron que se ocuparían de curarla, también dejamos la jaula con ellos ya que luego los de Humane Society la pasarían buscando o ellos se la devolverían, cualquiera de las dos cosas que pasara primero. Aprovechamos de volver a pasear a Lucy en un parque que está rodeando a una laguna llamada Lake Meridian donde la joven se puso a pisar cagadas de patos, lo que nos forzó a regresar al apartamento para darle un buen baño. De esa aventura quedaron estas fotos.


Sin embargo, lo mejor que hicimos en esos dos meses fue viajar a Portland el 9 de septiembre, cuando cumplimos 30 años de habernos conocido; a pesar de haber estado perdidos en la ciudad casi todo el día y que Graciela por último se separara de nosotros para pasear por el centro y hacer algunas compras, porque en Oregon no se cobra impuesto a las ventas.


Vinimos reencontrándonos casi a las siete de la noche para regresar a casa. En una de las zonas de descanso de la I-5 norte nos paramos y Gitty y yo nos pusimos a bailar esta canción de Cheo Feliciano que a ella le encantaba.


Gitty estaba empezando a vivir en serio, a veces las obligaciones se pueden posponer para disfrutar un poco de la vida antes que se nos vaya, y ella decidió que había llegado ese tiempo de divertirse un poco mas que antes, como me dijo parafraseando sin saberlo a García Márquez:

- La vida es un ratico.

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