martes, 7 de marzo de 2023

Nuestra historia de amor: Capítulo 160: Gitty y sus rounds de cariño.


El día de nuestra primera cita cuando fui a buscar a Gitty a casa de sus padres, me presentó al vecino del piso 12, Flavio, quien después se convertiría en el esposo de Verónica, una de sus dos hermanas menores. Nunca olvidaré como nos presentamos, en aquel entonces Flavio tenía 14 o 15 años:

- Mucho gusto, Ramón Nuñez. 

- Hola, yo soy Flavio Bastos, ¿tú eres el amigo de Yoto, la rústica?

- Bueno, 😬😬😬😬💀💀💀👀👀👀👀👀.

En ese momento vi por el rabillo del ojo a Gitty que le lanzó una mirada tan asesina que pensé que el pobre Flavio iba a caer muerto delante de mí, y ella le dijo de inmediato:

- Deja la ridiculez y zapatea pa' otro lado.

- Bueno, no te pongas así, era para entrar en confianza con Ramón.

- Deja la cosa que ya vamos a ir al cine antes que se nos haga tarde; dijo mientras me agarraba del brazo izquierdo y me sacaba al pasillo del edificio para ir al ascensor, apenas me dio tiempo para despedirme de quienes estaban en el apartamento.

- Hasta luego, les dije a todos mientras agitaba la mano derecha y Gitty me metía en el ascensor.

Allí le pregunté:

- ¿Y por qué nos fuimos así?

- Porque el Flavio es muy imprudente y boca floja.

- Eso no importa, lo que estaba era echando broma.

- Él es muy entrépito y siempre se mete donde no le llaman, y se pone a inventar cosas.

- Bueno, no le pares.

Para entonces habíamos llegado a planta baja, salimos del ascensor y nos fuimos del edificio.

En realidad el Flavio tenía su razón, cosa que después corroboraría con las hermanas de Gitty. Ella era medio salvaje, y eso quedó demostrado plenamente a medida que nuestra relación se profundizaba; le daba gusto morderme los cachetes porque decía que era muy cachetón, y me los mordía en serio; otras veces mas que abrazarme me hacía una llave tipo lucha libre y ni hablar de todos los sobrenombres que me ponía mientras me daba esos abrazos de oso, porque aunque parezca mentira ella era bastante fuerte y tenía la mano pesada.

Una vez nos estábamos besando y no sé por qué me dio por abrir los ojos en medio del beso y tampoco sé como ella se dio cuenta.

- ¿Y por qué tienes los ojos abiertos? ¿no sabes que uno se besa con los ojos cerrados?

- Bueno, sí, no sé, los abrí sin darme cuenta. Acto seguido ella me mandó un cocotazo que me dolió.

- ¿Y por qué me pegas?

- Para que no estés abriendo los ojos cuando nos besamos.

- Pero bueno chica, que eso me dolió, tú tienes la mano pesada.

- Qué te va a estar doliendo nada, ahora vamos a besarnos otra vez y NO VAS A ABRIR LOS OJOS.

- Ok, está bien, no los voy a abrir, pero nos damos un buen beso.

Desde entonces siempre me aseguré de tener los ojos bien cerrados cada vez que nos besábamos.

Gitty era muy dulce y cariñosa, pero a su estilo, que era bastante particular. Una vez durante nuestro noviazgo se molestó conmigo por alguna tontería y le dije algo así como que yo era un hombre fácil de contentar y complacer porque no tenía grandes exigencias y ella nunca se olvidó de eso. De repente estaba en el cuarto o en la sala leyendo, se aparecía Gitty corriendo y se me tiraba encima a abrazarme mientras me decía en voz alta:

- Aquí está mi hombre fácil, ¿no es verdad que tú eres un hombre fácil?. Mira, yo soy un hombre fácil, a mí se me complace con cualquier cosa, ¡Ay, mi hombre fácil!. 

Mientras decía todo eso me besaba y abrazaba, entretanto buscaba recuperar el aliento porque me había sacado el aire o trataba de sobarme en donde me había clavado un codo o una rodilla.

Ella adoraba mis ojos porque decía que tenía unas pestañas muy largas, y muchas veces jugaba conmigo algo que se inventó llamado "trasplante de pestañas", en que ella pegaba sus ojos a los míos y empezábamos a parpadear; casi siempre me estrellaba la cabeza contra la frente y mas de una vez me puso a ver estrellas.

En algunas ocasiones yo le decía: 

- Tu amor es un amor salvaje.

- ¿Y eso no te gusta?

- Es como vivir una aventura, lo bueno de eso es que nunca me aburro porque siempre tienes algo nuevo, tu amor es muy emocionante.

- Que bien entonces, yo creía que no te gustaba.

- Es que me acuerdo de Manolito, el amigo de Mafalda, cuando el papá lo consentía que decía que había tenido un round de cariño.

- ¿Entonces tú tienes rounds de cariño conmigo?

- Sí, y son emocionantes, creo que pocos hombres tienen este... privilegio.

- ¿Y te gusta que yo sea así?

- Bueno, sí.

- Menos mal entonces.

Hasta pocos días antes de su partida ella seguía dándome rounds de cariño, cosa que también hacía con Lucy mientras estuvo viva y con Graciela, que se la pasaba huyendo de su presencia o pegaba gritos cuando su mamá la iba a abrazar. 

Cuánto no daríamos por volver a tener esos "rounds de cariño" con Gitty.

A partir del próximo capítulo se inicia el via crucis del cáncer, y la crónica de la lucha de Gitty contra ese mal, pelea que no fue fácil pero que sacó lo mejor de ella y nos hizo sentirnos orgullosos de alguien tan valiente e indoblegable.

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