Luego de una intervención quirúrgica tan compleja y la semana de recuperación en el hospital tocaba regresar al apartamento, cosa que no era nada fácil bajo esas circunstancias porque vivimos en un tercer piso y no hay ascensor. El proceso de subir a Gitty por las escaleras fue algo laborioso, la auxiliaba llevándola poco a poco, un paso a la vez, y así pudo completar los cuatro tramos y 28 escalones para llegar al hogar.
Yo había arreglado el cuarto por adelantado para que ella no tuviese que ocuparse de nada, únicamente de acostarse en la cama. Esto también representaba un nuevo reto; necesitaba espacio y estar lo mas cómoda posible para restablecerse mas rápidamente. Ante esta realidad corté por lo sano y me salí de la habitación conyugal, no quedaba mas remedio que dejarle la cama completa para que pudiera usar todo el espacio si lo necesitaba y no pasar incomodidades al yo estar acostado o moverme mientras dormía.
Me preparé una chabola en la sala creando una especie de catre con un par de colchonetas, varios forros acolchados para cama y otro forro integral, embutí dentro de este forro tamaño Queen todo lo demás, le monté un par de esquineros y mi cama quedó lista. No era muy cómoda, pero tampoco era algo donde no se podía dormir; esa chapuza sería mi dormitorio durante casi seis meses.
Mientras tanto la habitación había recibido un nuevo adorno; dos amigas de Graciela que son gemelas habían llevado al hospital unas orquídeas junto con un globo, nos trajimos todo al apartamento y les buscamos sitio en nuestro dormitorio. El globo era de tan buena calidad que duró varios años con nosotros.
En cuanto a Lucy, Gitty no podía ocuparse de ella, por lo que no me quedó mas remedio que llevarla conmigo a todas partes; le preparé un espacio en la camioneta y la dejaba allí cuando iba al curso, como me estacionaba en un garaje al menos estaba protegida contra los elementos. Luego al regresar a casa la paseaba y le daba de comer, la dejaba allá y al regresar del trabajo tocaba sacarla de nuevo; luego de dormir le ponía la comida y otra salida mas. Esa rutina variaba un poco los fines de semana y días feriados, pero era la única que servía hasta que Gitty se mejorara.
Por otro lado estaba el tema de la comida, con tantas cosas que hacer no me quedaba tiempo para cocinar, así que Gitty se puso en eso pero haciendo platos lo mas sencillos posibles mientras la ayudaba. A veces ella preparaba alimentos mientras yo estaba en el curso o trabajando porque sentía la necesidad de comer algo diferente, especialmente sopas.
Así estructuramos nuestras vidas por varios meses; no había otro remedio, estábamos solos y teníamos que salir adelante.
Una semana después de haber salido del hospital regresamos para que le sacaran las grapas a Gitty y la cicatrización de la herida marchaba muy bien, no se presentaron complicaciones de ningún tipo. Si bien todavía no podía bañarse normalmente, al menos tenía menos restricciones de movimiento.
Debido a su rápida recuperación, el cronograma de actividades no se modificó y eso significaba que para finales de mes empezarían las quimioterapias, pero antes se haría necesario que buscara una peluca y le cortaran el pelo porque con el tratamiento lo iba a perder por completo, y luego necesitaría usar la peluca para no salir a la calle con la cabeza totalmente pelada.
No es fácil imaginar el impacto emocional que tal cosa le iba a causar.
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