viernes, 17 de marzo de 2023

Nuestra historia de amor: Capítulo 169: La hospitalización.

 Desde la noche del ocho de abril me quedé en el hospital; durante todos los días de hospitalización de Gitty trabajaba medio turno, llegaba alrededor de la una de la mañana y me quedaba hasta las 11 cuando me iba a casa a bañarme, cambiarme de ropa e irme al curso y de allí al trabajo.

Graciela llegaba cuando terminaba clases y se quedaba con su mamá hasta caer la noche, tiempo en el que llegaban las visitas, que fueron bastantes. Ese trajín me hizo decirle a nuestra hija que tendría que relevarme las noches de sábado y domingo porque sencillamente el cuerpo no me daba para mas. Necesitaba dormir.

Hay que recordar que la figura del acompañante del paciente es básicamente una primera línea de emergencia en caso de que algo vaya mal, por eso en las habitaciones lo mas que hay es un sillón al lado de la cama; el acompañante no está para dormir ni descansar sino para servir de auxiliar de enfermería, cosa que se puede ver en esta foto que le tomé al cuarto. Detrás de la cama se puede vislumbrar el fementido sillón con una especie de banqueta delante para supuestamente estirar las piernas. Sin embargo debo decir que eso no fue obstáculo para que Graciela durmiera a pata suelta las noches que se quedó con su mamá. En la mañana los médicos la encontraban tiesa en el sillón y se ganaba los elogios de todos por estar con su madre durante las horas nocturnas.

Gitty fue trasladada a la habitación el miércoles ocho en la noche y recibió el alta médica el miércoles 15 en la tarde; estuvo hospitalizada una semana y los médicos no la dejaron salir hasta estar conformes con su evolución, porque la doctora Swisher era la jefa de un equipo médico a cargo de la paciente. Eran en total cuatro oncólogos, y el más simpático de todos era un médico chino que estaba haciendo el postgrado en UWMC bajo la tutoría de la doctora; siempre estaba en las rondas de la mañana y le decía a Gitty que tenía que comerse todo el desayuno y que iba a volver para verificar que se había comido todo. También la ponían a hacer ejercicios, a partir del día posterior a la cirugía tenía que caminar al menos tres veces diarias por los pasillos del hospital para que su cuerpo se moviera y no se presentaran complicaciones; ella lo hacía cuando estábamos nosotros para estar acompañada y tener alguien que la ayudara mientras se ejercitaba.

El poder dormir corrido durante sábado y domingo me permitió recuperarme para cubrir las dos últimas noches que Gitty iba a pasar en el hospital. Mientras tanto la pobre Lucy estaba del timbo al tambo, porque iba de la residencia de Graciela al apartamento de Tukwila y luego de regreso a la residencia; era la única manera de estar pendientes de ella. La pobre se hallaba perdida en donde Graciela, en medio de todo ese desorden, ella que estaba acostumbrada al orden y limpieza que había en el apartamento.


La vida de todos nosotros estaba vuelta patas arriba porque no teníamos mas remedio, esperábamos que al finalizar el período de hospitalización y cuando Gitty regresara al apartamento las cosas poco a poco volverían a la normalidad.


Finalmente le dieron el alta una vez que consideraron que no necesitaba supervisión médica constante, pero esa alta vino con una serie de restricciones y un anuncio: En tres semanas se iniciarían las quimioterapias, seis rondas de carboplatino y taxol en ciclos de 21 días.

Se iniciaba la segunda fase del tratamiento, con todo lo que ella significaba.
 

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