jueves, 29 de diciembre de 2022

Nuestra historia de amor: Capítulo 96: Fin de año 2008.

Esta tarde en el trabajo, mientras estaba leyendo unos documentos, escuchaba música navideña a través de los audífonos y se apareció esta tamborera una vez mas.


Al escucharla caí en una especie de ensoñación y reviví exactamente el momento cuando la bailamos Gitty y yo en la fiesta de fin de año del CONICIT el año 2001, cuando el Gran Coquivacoa la empezó a tocar en vivo. Recordé que cuando el grupo inició los primeros compases, que Gitty reconoció de inmediato, me tomó de la mano y me dijo, mientras se levantaba de la mesa:

- Vamos a bailar.

Me levanté y la seguí mientras ella me halaba del brazo hacia la pista de baile, empezó a bailar y al verme me increpó:

- Cierra la boca.

No me había dado cuenta que la tenía abierta por completo y la cerré de inmediato; y bailó de una forma tal que ese fue el baile mas sexy que he visto en toda mi vida, como seguía el compás de la música y movía su cuerpo como una diosa; estaba estrenando el vestido rojo que se compró en Boston, uno que le llegaba hasta cinco dedos por encima de las rodillas y que le dejaba los brazos al descubierto, junto con un escote redondo y que mostraba parte de su espalda.

Lástima que en aquellos tiempos todavía no existían los teléfonos celulares con cámara, porque me habría cansado de tomarle fotos, se veía increíblemente hermosa y sexy en ese momento. Lo reviví hasta tal punto que me llegó el aroma del perfume que ella estaba usando aquel día.

Cuando terminó la canción recordé lo que conversamos mientras nos dirigíamos a la mesa:

- En la pista de baile me provocaba comerte todita con todo y ropa, de lo buena que te veías bailando.

- ¿Y no me puedes comer después? Como cuando lleguemos a la casa, o solo se va a quedar en una amenaza.

- Claro que te voy a comer en privado, tengo que darme ese gusto.

- Ya lo prometiste, no me vayas a fallar esta noche cuando lleguemos a casa y te recuerde lo que dijiste, no te vayas a hacer el loco que me estas acelerando.  

- No, te voy a cumplir porque me muero de ganas, pero ya tenemos que dejar a un lado la conversa erótica no vaya a ser que la escuchen mi mamá y la niña.

- Ok, pero ya sabes.

Y me guiñó un ojo mientras sonreía muy pícaramente y nos sentábamos a la mesa.

Salí de la ensoñación y regresé a la realidad, es agridulce que lo único que nos queda de una persona amada 
cuando se va son los recuerdos, el único tesoro que no se nos puede robar.

En diciembre de 2008, luego de navidad, tal día como ayer, el 28 de diciembre, nos fuimos a Cayo Hueso, o Key West; el punto mas meridional de los Estados Unidos, apenas a noventa millas de la costa de Cuba.


Recorrimos toda la US1 y nos tomamos fotos en el puente de las siete millas:


Paseamos por todo el cayo, la casa de Hemingway estaba cerrada, pero igual nos tomamos fotos en el pueblo.


También le tomé a Gitty fotos como modelo, después de todo tenía con qué serlo...


Regresamos tarde en la noche del paseo, pero valió la pena, todos lo disfrutamos; hasta Lucy, que comió jamón y atún ese día, lo que mas le gustaba comer.

Para el 31 de diciembre Gitty quiso que recibiéramos el 2009 en un local de la calle ocho muy famoso, una tasca llamada Casa Panza, pero antes en la tarde fuimos al Fairchild Tropical Botanic Garden en Coral Gables. Graciela había recibido entradas familiares que se vencían el primero de enero y decidimos usarlas el 31 de diciembre para no perderlas. En ese jardín le tomé a Gitty unas fotos rodeada de flores y vegetación donde se veía realmente linda.


 Acerca de la velada nocturna, Gitty pagó una mesa para los tres y todo se desarrolló de forma bastante chévere; llegamos a las nueve de la noche y salimos a las dos de la mañana del primero de enero de 2009, luego de haber disfrutado de una buena cena, un espectáculo muy variado y tres horas de baile con una orquesta muy buena, con mucho swing latino..


Recibimos el 2009 de buena manera, pero ese nuevo año presentaría muchos retos y bastante actividad; además iba a ser, aunque no lo sabíamos todavía, el año en el que empezaría a trabajar en la ciudad que terminaría siendo nuestro hogar definitivo, Seattle.

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