sábado, 10 de diciembre de 2022

Nuestra historia de amor: Capítulo 76: La nueva normalidad.

 La segunda mitad de 2003 no fue muy diferente a la primera. Gitty limpiaba la oficina de Brickell, encontró un empleo trabajando en banquetes y eventos en hoteles y seguía su curso de auxiliar de enfermería que terminó con unas pasantías en el hospital panamericano; como siempre fue buena estudiante y muy disciplinada sacó buenas notas, pero para poder buscar empleo necesitaba un permiso de trabajo, y eso estaba atado a nuestro caso de inmigración, así que había que esperar, cosa que no le resultaba para nada agradable.

Graciela ya estaba en tercer grado y había progresado mucho con el idioma inglés, lo mejor era que su acento era nativo porque lo aprendió a edad temprana, así que era 100% estadounidense y poco a poco iba sacando buenas notas, porque además tuvo la suerte de tener muy buenos profesores a lo largo de sus estudios primarios y secundarios que le dieron una excelente base de conocimientos.

En cuanto a mí, manejaba los carros de alquiler y hacía de conejillo de indias, cosa que me dejó una hermosa cicatriz en el brazo izquierdo donde me metían la aguja para sacarme sangre, había días en los que podían pincharme hasta 25 veces en 24 horas, pero el pago hacía que ese maltrato valiera la pena.

No teníamos vehículo, así que dependíamos exclusivamente del transporte público, que no era el mejor de la unión americana. Para ahorrar dinero comprábamos los pases mensuales que nos daban la oportunidad de usar el sistema de forma ilimitada: buscando ahorrar mas nos inventamos una trácala, le sacábamos una fotocopia a color por los dos lados y así teníamos dos pases por el precio de uno; Graciela no necesitaba eso porque le bastaba con su carnet estudiantil.

De una forma u otra se había logrado llegar a un equilibrio económico que si bien era muy distante de lo que teníamos en Venezuela por lo menos cubría los gastos básicos y permitía algo de tranquilidad. Ese año pudo celebrarse el cumpleaños de Graciela en mucha mejor condición que el anterior y se le pudieron comprar mas juguetes y ropa en navidad. 

Mientras tanto, mi mamá hacía lo que podía con las responsabilidades que le habíamos dejado y a trancas y barrancas había logrado salir de muchas de ellas, aunque la casa seguía sin venderse. Los inquilinos que estaban viviendo allá al final se mudaron luego de un año porque les resultaba muy complicado el viaje hacia Caracas para trabajar, por lo que había que resolver el problema de Pola, nuestra mascota.

Como Pola era pastor alemán, la policía de Cúa quería ver si se podía entrenar como perra policía, y resultó que sí se pudo, era muy inteligente para esos menesteres y se convirtió en agente de la ley, siendo adoptada por el especialista K9 del cuerpo policial, así pudo tener un hogar donde vivir. 

Miami es un lugar muy loco y diverso, donde se puede encontrar gente de todo tipo y de todas partes. Las clínicas de pruebas eran auténticas junglas en la que proliferaba toda clase de especímenes, desde delincuentes que se metían a un estudio de laboratorio para esconderse de la policía hasta gente que viajaba desde cualquier lugar de América latina para participar en uno de ellos, cobrar su dinero y regresarse a su lugar de origen. En un futuro echaré todos los cuentos de mi pasantía en esos bestiarios.

Por otro lado, conocí a varias personas muy interesantes allí, un escritor cubano y un ingeniero argentino que sería mi socio años después en un negocio de tecnologías de información que montamos, al igual que dos médicos colombianos que se integraron al programa de enfermería para migrar legalmente y hasta un peruano que trabajaba en cruceros y cuando los buques estaban en mantenimiento en Florida se metía a hacer estudios para ganar dinero en ese tiempo muerto.

Recuerdo que en Leo Transport conocí a un argentino y un español que lo único que hacían era viajar por el mundo como nómadas, se quedaban en un lugar durante varios meses, se mantenían trabajando de cualquier cosa y luego se iban a otro país a hacer lo mismo, y así conocían el mundo entero.

Miami también es un lugar donde el sexo es un medio de intercambio comercial en todas las formas habidas y por haber, lo que lleva a un libertinaje brutal. Ni por equivocación repetiré lo que mucha gente dice acerca de eso porque aun a mi edad y tomando en cuenta que esto que escribo es como un diario íntimo porque muy poca gente lo lee, me da vergüenza repetir tales barbaridades. Lo cierto del caso es que los hombres le piden culo a las mujeres bonitas de forma tan natural como pedirles agua, y son muchas las que lo dan como si fuera agua. Gitty también cayó en ese círculo, donde muchos sujetos eran directos acerca de sus intenciones y ella los rechazaba de forma contundente; en el futuro me diría que en esos tiempos tenía miedo a las enfermedades venéreas, no quería ser adúltera ante los ojos de Dios y tenía mucho respeto de sí misma como para que la estuvieran señalando por las calles como la que se acostó con fulano y perencejo.


Al final esos temores de Gitty fueron los que impidieron la destrucción de nuestra relación. 

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