La emigración implica un duelo, porque toda pérdida lo genera, y cuando alguien emigra pierde toda su vida pasada. Ese duelo se puede manifestar de múltiples formas, ya que cada quien tiene su propia manera de llevarlo; Gitty lo desarrolló con una mezcla de tristeza y rabia, tristeza y dolor por la vida que dejó atrás y rabia por hacer caso a su marido. En mi caso, no mostré ningún sentimiento externamente, pero lo somaticé de tal forma que en tres meses perdí mas de 20 kilos; el 18 de agosto pesaba 86 y para el 15 de noviembre estaba en 63, pasé de talla 36 en pantalón a 32, todo en menos de 90 días.
Nuestra crisis matrimonial tuvo tres etapas: la del naufragio, que se extendió entre 2002 y 2005; la de la estabilización, entre 2005 y 2007; y la recuperación, entre 2007 y 2009. La mas dura fue la primera, fue un desierto terrible que hubo que cruzar y que nos causó enormes daños.
2002 fue el primer año en que celebramos el día de acción de gracias y nuestro primer pavo nos lo regaló la señora Ángela, no era uno grandote, pero nos alcanzó sin problemas a los tres, y hasta sobró para un par de días; como no sabíamos lo del relleno, preparamos una mezcla particular con aceitunas, alcaparras y uvas pasas, se la metimos y extrañamente quedó sabroso con ese invento tan loco. Ese año cenamos dos veces porque Yelitza, la amiga de Gitty, nos llevó donde algunos amigos de ella para celebrar la fecha.
Al llegar diciembre preparamos hallacas para tener algo del sabor que dejamos atrás y pusimos algunos adornos en el apartamento, adornos que compramos en una tienda de todo a un dólar junto con otro de San Nicolás que me cayó a los pies en el estacionamiento; debió haber caído de algún apartamento del último piso de uno de los edificios, pero no pude ver cuál fue, y dejarlo en el pavimento lo iba a dañar, así que lo agarré y me lo llevé; ese adorno todavía existe y lo hemos puesto todos estos 20 años.
Un par de noches me fui al otro extremo de la ciudad solamente a pensar si había valido la pena ese viaje, si no me había equivocado y arrastrado a mi familia a un fracaso innecesario y si ellas merecían pasar tanto trabajo por nada, si no hubiese sido mejor quedarnos en Venezuela y arreglarnos como pudiéramos. Luego me di cuenta que de nada valía la pena lamentarme, lo hecho hecho estaba y no se podía cambiar; lo que me quedaba era lidiar con las consecuencias y trabajar para que las cosas mejoraran.
Ese diciembre, Gitty conoció a un médico cubano que se ofreció a ayudarla, pero solamente a ella, no a su familia, y mucho menos a mí; debido a su estado emocional decidió aceptar la ayuda y esa relación cuasi platónica duró varios años. Si bien no hubo nada turbio ni sexual entre ellos, la relación no era de tipo filial ni de tipo amistoso. A la larga fue un deseo del médico de tener a su lado a una mujer joven y bonita y se la pasaba sacándola a pasear a muchos lugares, incluyendo una casa que poseía en uno de los cayos. Tenía una buena posición económica gracias a su profesión, pero nunca ofreció apoyo alguno al hogar durante los tiempos duros.
La sombra de este señor cubrió nuestra relación durante varios años y le causó un daño muy difícil de reparar; de hecho la cicatriz se vino a cerrar después del año 2010. Fue un tiempo perdido en nuestra relación, años después Gitty se lamentó de ese error pero ya nada se podía hacer al respecto, porque el tiempo es lo único que no se puede recuperar, lo que toca es seguir adelante y dejar el pasado atrás.
Sin embargo, ese diciembre no había otro remedio sino ser optimistas y esperar que el nuevo año fuese mejor que el que pasó, y que los papeles estuviesen listos para poder salir del hueco en el que estábamos metidos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario