El chofer encargado de llevarnos al aeropuerto llegó tarde y tuvimos que salir corriendo, por suerte todo estaba arreglado y así no perdimos mas tiempo. Para vuelos internacionales era obligatorio desde el 9/11 llegar tres horas antes de la partida, por lo que teníamos que estar en el mostrador de American Airlines a las 5:15 de la mañana, fue cuestión de suerte que lográramos entrar a la cola puntualmente.
Luego de terminar el chequeo del equipaje y recibir los pases de abordaje nos quedamos un rato en el aeropuerto antes de despedirnos, ya que abuela y nieta no estarían juntas durante un tiempo (muy lejos estábamos de sospechar que no volverían a verse en persona, éramos demasiado optimistas). Ésta fue nuestra última foto en grupo:
Finalmente tuvimos que despedirnos y pasar a la zona de abordaje; a las siete y media se abrieron las puertas del avión y todos los pasajeros empezamos a ingresar a la aeronave, parecía que íbamos a salir puntualmente, porque las puertas se cerraron antes de las 8 de la mañana y nos dirigimos a la cabecera de pista temprano; pero algo pasó y el avión estuvo varado allí mas de una hora, hasta que por fin salió casi a las 9:30 de la mañana. Muy lejos estábamos de saber que esa era la última vez que veríamos tierra venezolana en 20 años y que Gitty jamás regresaría al país que la vio nacer.
En lo personal no sentí nada especial cuando nos fuimos, no tuve sentimientos de ningún tipo; puede ser por el trasnocho, la preocupación de enfrentarnos a lo desconocido o un bloqueo emocional, pero es la realidad, no tuve ninguna reacción particular al irme, y Gitty tampoco pareció tenerla.
El vuelo transcurrió sin mayor novedad y poco después de mediodía llegábamos a MIA. En las formas migratorias declaramos la cantidad exacta de dinero que llevábamos, casi 15.900 US$, porque era de obligatorio cumplimiento hacer esa declaración si uno llegaba con mas de 10.000 US$ y no queríamos meternos en problemas.
No hubo mayor novedad en inmigración, pero en aduana el funcionario se puso un poco enérgico y llamó al supervisor; enseñamos nuestras entradas a Disney, las maletas y maletines y la niña, a quien no le habíamos dicho nada de nuestros planes para evitar que hablara mas de la cuenta. Al final el supervisor le dijo a su subalterno que nos dejara tranquilos y nos dio paso expedito. Habíamos entrado a EEUU para quedarnos, aunque en ese momento ellos no tuvieran idea de tal cosa.
Al día siguiente visitamos al abogado para empezar el proceso legal, le entregamos algunos documentos y quedó en espera de los otros que enviaría mi mamá apenas encontráramos vivienda; necesitábamos resolver eso, comprar un carro, sacarnos las licencias de conducir del estado y comprar camas para tener donde dormir. Empezamos a buscar apartamentos y luego de tres días encontramos uno vacante en un conjunto residencial en la zona de Midway, muy cerca del Doral, que era el lugar donde se iba a vivir la mayoría de los venezolanos que llegaban a Miami; el apartamento estaba en el piso de planta baja y al menos no tendríamos que subir escaleras. Nos mudamos luego de finalizar la estancia ya pagada en el hotel.
Ese mismo día compramos dos camas con sus colchones y box springs, nos las llevaron al apartamento y pudimos tener donde dormir. El inmueble tenía dos habitaciones y dos baños, no era muy caro, 720 dólares mensuales, un mes de depósito y otro por adelantado, en principio podríamos vivir allí por lo menos siete u ocho meses.
Luego nos sacamos las identificaciones del estado. Antes del 9/11 a todo el mundo se la daban por seis o siete años, pero luego de esa fecha se emitían por el tiempo establecido en la forma I-94, en nuestro caso su validez era hasta el 18 de febrero de 2003, pero al menos nos servirían mientras se iniciaban los trámites migratorios.
La parte difícil fue la del carro. Lo natural en todo recién llegado es no comprar un vehículo costoso, es decir, nuevo o de modelo reciente; lo mejor es comprar un carrito barato, que sirva para ir y venir, uno que es llamado coloquialmente "transportation", el problema es que muchos negocios de venta de automóviles usados tienen chatarras ambulantes a las que hacen un maquillaje muy superficial para vendérselas a incautos recién llegados, como nos pasó a nosotros, que buscando el vehículo mas barato posible nos embarcamos con una minivan Ford Aerostar 1992 que no servía ni para sacarle repuestos.
Esa misma semana abrimos una cuenta bancaria en el Washington Mutual, banco que se las abría a todo el mundo: ciudadanos, turistas, indocumentados, extraterrestres, etc. y le dimos nuestra dirección a mi mamá para que nos mandara todos los documentos restantes por FedEx pagando COD.
En cierta forma, todo iba bien, el día viernes inscribimos a Graciela en la escuela elemental Seminole para que empezara el segundo grado; fuimos a Walmart, que nos quedaba relativamente cerca, a comprar los útiles domésticos básicos: platos, vasos, cubiertos, ollas, sartenes, pailas, utensilios diversos de cocina, licuadora, etc.
También necesitábamos un televisor y un reproductor de VHS porque no íbamos a pagar ni cable ni satélite para así ahorrar dinero. Dependeríamos de las televisoras de señal libre y de algunas cintas de comiquitas para que Graciela se entretuviera, así que nos fuimos a una cadena de venta de artículos electrónicos llamada Brandsmart donde compramos esos aparatos; lo que no sabíamos es que esa cadena vendía tan barato porque todos los artefactos electrónicos que vendían eran saldos, equipos que no cumplían con los estándares de calidad y los fabricantes remataban al mejor postor.
Al 31 de agosto, podíamos considerar que el proceso inicial había sido exitoso, estábamos instalados en el apartamento, teníamos comida, con que prepararla y lo necesario para comer; teníamos una cuenta de banco, identificaciones y el abogado había recibido todo lo que requería para trabajar en nuestro caso. También éramos dueños de una cafetera rodante y Graciela iba a empezar clases esa semana.
El ritmo había sido tan frenético que no nos daba tiempo de pensar, pero llegamos al punto en que todo lo urgente estaba hecho y faltaba lo importante, lo que nos permitiría mantenernos en el largo plazo.
Cuando llegamos a ese punto, las circunstancias nos sobrepasaron a ambos.
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