lunes, 5 de diciembre de 2022

Nuestra historia de amor: Capítulo 71: Lo que dejamos.

 Teníamos una casa propia, completamente pagada. Gitty había logrado tal hazaña a los 31 años y a esa edad tener la fortuna de un techo propio libre de deudas es uno de los mayores logros que cualquier persona pueda conseguir; si bien no tengo fotos de la casa, sí hay un par de videos que tomamos durante una visita de Sigrid, su hermana mayor, con la familia.


También perdimos los contactos familiares, tuvimos que dejar nuestras familias atrás, nos gustara o no.


Dejamos atrás amigos, recuerdos, muchas cosas con valor sentimental y nuestros estatus profesionales, sociales y laborales. De una u otra forma en Venezuela éramos alguien, mientras que al mudarnos a otro país empezaríamos desde cero y seríamos nadie, y no como el nadie de Ulises de Ítaca cuando era prisionero de Polifemo el cíclope.

Dejamos atrás todos los buenos momentos que pasamos yendo a espectáculos musicales y culturales de todo tipo.


Dejamos atrás una vida cómoda y estructurada, un oasis en medio del caos que se cernía sobre el país, e íbamos hacia lo desconocido, hacia la incertidumbre en un país extraño y prácticamente sin conocer a nadie. Las únicas ventajas que poseíamos eran nuestra inteligencia y capacidad de adaptación, como me dijo Gitty:

- Pasamos trabajo parejo cuando empezamos a vivir juntos, éramos muy pobres y la única riqueza que teníamos era nuestro amor. Si pudimos entonces podremos ahora.

En mayo, cuando regresé de Miami, le dije que posiblemente la mejor idea sería que yo me fuera primero y apenas me estabilizara ellas me siguieran. Su respuesta fue contundente:

- O nos vamos todos o nos quedamos todos. Así tengamos que vivir bajo un puente estaremos juntos, no tú por allá y nosotras aquí, así que nos vamos todos juntos y enfrentamos lo que nos venga juntos.

Le dije que la única forma de echar para adelante cuando uno emigraba era hacer lo que hizo Hernán Cortés cuando llegó a las costas de México, quemar los navíos para así no poder devolverse; ella me dijo que estaba de acuerdo, que si nos íbamos no sería para regresar tiempo después con el rabo entre las patas, que nos quedábamos de todas todas y sin mirar atrás.

Esa era nuestra voluntad cuando nos fuimos, salir adelante cueste lo que cueste, sin importar lo que dejamos atrás. Aunque al final logramos empinarnos sobre nosotros mismos y sobrepasar todos los obstáculos, fue algo sumamente duro y difícil que tomó casi diez años, que nos dañó tremendamente y dejó cicatrices físicas, mentales y emocionales; y a pesar de nuestra fuerza de voluntad, flaqueamos varias veces ante las formidables montañas que nos encontrábamos una y otra vez. Terminábamos de subir una y la siguiente era aun mas alta.

A veces nos sentíamos como Sísifo, empujando una enorme piedra por una empinada ladera todo el día y luego encontrarnos al día siguiente conque esa piedra estaba en el mismo lugar que la vimos la mañana anterior.

Miami fue la prueba mas dura que enfrentó nuestro matrimonio. 


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