viernes, 23 de diciembre de 2022

Nuestra historia de amor: Capítulo 90: La conversación (II).

 - Cuando Graciela se acueste, me haces el favor de ir a la sala, tenemos que hablar de algo que pasó esta tarde.

- ¿Qué pasó? ¿De qué tenemos que hablar?

- Te lo diré cuando llegue el momento.

Gitty recién había llegado de una de sus reuniones con el viejo, eran casi las diez de la noche; había salido desde las dos de la tarde y ese día fui a buscar a Graciela en la camioneta, como hacía todos los días desde principios de ese mes de octubre de 2007, cuando dejé de trabajar en Miami Senior para dedicarme a ser un contratista freelancer en el área de tecnologías de información.

En la ruta a la escuela, vi una camioneta pick up estacionada y dentro de esa camioneta estaba mi esposa besando a un anciano. Esa imagen me impactó, pero con toda la sangre fría que pude reunir decidí pasar de largo porque sabía que ninguno se enteraría de mi presencia, estaban demasiado ocupados como para eso; buscaría a mi hija y luego regresaría al apartamento a hacer las tareas domésticas habituales hasta que Gitty regresara, porque supuestamente iba a ir a una cena de médicos colegas del viejo.

Cerca de las once de la noche la niña se acostó y Gitty salió a la sala, yo estaba sentado en el sillón y ella se sentó en una de las sillas de la mesa del comedor.

-¿Qué pasó en la tarde?, me preguntó.

- Te vi en la camioneta del viejo, estaba estacionada en la calle que va hacia la escuela de Graciela, no los estaba persiguiendo ni nada de eso, simplemente iba a buscarla a la hora de salida y los vi haciendo sebo.

- Eso no es así, le dí un beso porque me dio un regalo y se lo agradecí.

- Si tú me hubieses agradecido así los regalos que te he dado, tendríamos como veinte hijos.

. Solo le dí un beso, ese señor puede ser mi papá o mi abuelo.

- Como dice el Conde del Guácharo: pero no lo es. ¿Desde cuándo están haciendo sebo en la camioneta? ¿no tiene para pagar un hotel? ¿ya se acostaron, y si lo han hecho, cuántas veces y cuándo empezaron?

- No, nunca nos hemos acostado, te lo juro por lo mas sagrado que tengo, que es mi hija, que nunca he hecho nada indebido con ese señor.

- No sé, no he estado contigo en tus encuentros amorosos y furtivos con él, así que nada me consta.

- No hay nada de eso entre nosotros, él es un señor casado y con familia, hijos y nietos.

- Y tú, supongo que conoces a su esposa y el resto de su familia.

- No, no los conozco.

- Eso quiere decir que te esconde porque quiere que seas su amante, si no lo eres ya.

- No soy, ni he sido ni seré amante de nadie, yo estoy casada y tengo que respetar mi matrimonio.

- Porque a tu marido no lo tienes que respetar. Ya verás, hay un problema cuando se trata de la infidelidad; cuando el hombre voltea a la mujer, alrededor de ella se crea una red de solidaridad y apoyo; con gente que la comprende y le da la mano mientras con toda justificación hablan pestes del muérgano y degenerado del marido y de la o las putas destructoras de hogares y sepultureras de matrimonios. Cuando la mujer es la que voltea al hombre, lo que hay es una nube de burlas y chistes que se crea encima del cornudo; todo el mundo se ríe de él y dicen cosas como "le soplaron el bistec" o "ahí va González, el que se mete en tu casa cuando tú sales." Imagínate si yo le contara esto a mi mamá, en una semana estaría aquí con todo y visa renovada para entrarme a coñazos por cornudo, poco hombre y pusilánime; desde luego que ni bajo tortura le diría esto a mi mamá, me moriría de la vergüenza.

- Jamás me he acostado con ese señor y jamás me prestaría a algo así, lo que dije antes no fue lo que debía decir, te respeto y no te haría semejante canallada.

- De todas maneras no importa, bien merecido me lo tengo. Debí haber actuado cuando me dijiste que ese individuo era racista. No se me olvida que tú decías que te dolía en el alma cuando tu papá y tu hermano se burlaban de mí y hacían como simios, y mira como han cambiado las cosas, ahora celebras a un sujeto que me arrastra y me considera subhumano.

- Sé que falté en eso, pero al menos nos ayudó con lo del accidente de Graciela.

- Eso no importaba, tenía seguro médico y la podían tratar a través del seguro, es mejor deber plata que favores.

- ¿Qué es lo que quieres que haga?

- Te la voy a poner fácil, esto llegó al llegadero. En menos de dos semanas tengo que ir a Clovis para empezar a organizar el trabajo, así que básicamente puedes hacer lo que te dé la gana mientras estoy trabajando por allá, puedes hasta montar un burdel donde tú seas la única que esté trabajando ahí, pero por lo mismo prefiero curarme en salud.

- ¿Qué vas a hacer?

- Ahora no voy a hacer nada, pero tú sí. Tienes dos caminos, o cortas la relación con ese señor ya, y cuando digo ya es ya, no mañana, ni el mes que viene ni nada de eso, es ya, esta misma noche; si no, mañana viernes amanezco en la corte del condado para averiguar lo que hay que hacer para divorciarse y empezar los trámites el día lunes. Esto no es amenaza ni advertencia, es un ultimátum.

- ¿Un ultimátum?

- Sí, un ultimátum. No voy a ser pasto de las burlas de medio Miami, para eso me divorcio y quedas libre de arrejuntarte con ese viejo o que te ponga un apartamento de segundo frente, pero le pides que no sea en la Pequeña Habana, sino en Biscayne Boulevard.

- No me voy a divorciar, porque estoy casada ante los ojos de Dios y ese vínculo nunca se disuelve.

- No me interesan tus ideas religiosas, porque con lo que vi hoy entras en lo que se llama adulterio.

- Te he dicho que jamás he hecho nada indebido con ese señor.

- Hay un viejo dicho acerca de la mujer de César: "la mujer de César no solo debe ser honesta, sino que debe parecerlo." En realidad, la traducción literal del latín, cuando acontecieron los sucesos que lo llevaron a repudiar a Julia, fue: "la mujer de César no solamente debe ser pura, sino incluso estar por encima de toda sospecha." Yo no soy César, ni lo seré, pero tú estás, parafraseando a uno de los tipos del chavismo "en estado general de sospecha." Lo cierto del caso es que este es mi ultimátum y mi última palabra, valga la redundancia, tú eliges.

- Hice mal esta tarde, debí comportarme de forma mas decorosa, y no actuar impulsivamente. Lamento haberte causado esta incomodidad.

- No es una incomodidad. Eres la misma que me celaba de juegos de béisbol, la que trataba de putica a una compañera de trabajo, vecina y además casada a la que le daba la cola cuando salíamos de trabajar en la noche para que no se arriesgara a buscar transporte a esa hora. ¿Cómo te sentirías tú si me hubieses visto haciendo lo que tú hiciste esta tarde?

- Me habría sentido muy mal y me habría decepcionado de ti.

- Ni tú ni nadie me pueden decir que me han visto con otras mujeres saliendo de hoteles o metido en carros metiéndoles mano. Nunca me han visto con otras mujeres, siempre he respetado eso, y ahora tú me vienes con este número raro.

- Es que me emocioné mucho y no me dí cuenta de lo que hacía.

- Estás como el otro chiste de Conde del Guácharo, que la mujer caza al marido saliendo de un hotel con otra y cuando la ve el tipo empieza a gritar: ¡me volví loco! ¡me volví loco!.

- No, no estaba loca, pero no fue correcto lo que hice.

- ¿Y qué vas a hacer ahora?

- Tengo que salvar mi matrimonio, es mi mayor logro, aunque tú no lo creas, siempre quise casarme contigo y a pesar de todos los obstáculos que hemos pasado todavía estamos juntos. Cuando regresamos, luego de la separación, prometimos que nunca más íbamos a permitir que alguien se interpusiera en nuestra relación. Yo violé ese juramento y permití que alguien se metiera y que me convenciera de dejarlo quedarse en el medio, así que tengo que pagar. Esta noche se acaba mi relación con ese señor, me va a doler un poco, pero mi matrimonio vale mucho más y no voy a permitir que se destruya por mi causa. Siempre quise compartir mi vida contigo y quiero seguirlo haciendo. Siento mucho lo que hice, tú no te merecías esto, si bien me molestas y metes la pata y por eso me arrecho contigo, eres mi esposo y te quiero, aunque a veces no te lo he demostrado, es mi deber respetarte y eso es lo que voy a hacer.

- Me voy en dos semanas, a lo mejor me estás cayendo a muela y cuando me vaya vuelves a reunirte, pero de una u otra forma me voy a enterar si eso pasa y cuando me entere ya no habrá ultimátum sino que nos vamos directo al divorcio, aunque no te guste, porque eso sí no lo voy a tolerar, ver mi nombre por el suelo, al menos todavía tengo honor, no quiero perderlo.

- No, ya ese señor es historia, nunca te voy a engañar, yo no digo mentiras, si te digo que esto se acabó hoy es porque se acabó hoy. A pesar de todo, mi familia es mi mas grande tesoro, y no lo voy a cambiar por nada ni nadie.

- Espero que así sea.

-Así será, hasta que la muerte nos separe, como lo juré en el altar.  


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