miércoles, 7 de diciembre de 2022

Nuestra historia de amor: Capítulo 73: La maledicencia y el resquebrajamiento.

 Cuando terminamos todo el proceso de mudanza y estábamos instalados en el apartamento nos encontramos con la desagradable sorpresa de que habíamos quemado un tercio de nuestros fondos. Si bien ya no habría mas gastos fuertes, sí estaban los recurrentes, como el alquiler, servicios y mercado, a lo que había que añadir los honorarios del abogado junto con las tarifas a pagar de USCIS y gastos en documentación adicional. 

Podríamos recibir algún dinero de Venezuela producto de la venta de algunos activos, pero eso no sería suficiente; además una parte del producto de esas ventas debía quedar para mi mamá, porque ella necesitaba mantenerse. Así que deberíamos generar ingresos en Miami a sabiendas que eso implicaría trabajar en oficios a los que no estábamos acostumbrados y que tampoco producirían mucho porque eran empleos no calificados para indocumentados, pero no existía otro remedio hasta  tener documentación para trabajar.

Mientras estábamos en esta encrucijada, Gitty se enteró que alguien allegado a su familia estaba corriendo la bola de que nosotros estábamos pasando trabajo y hambre en Miami y que Graciela ni siquiera estaba estudiando. Tal rumor la molestó en grado sumo, y llegó a exigirme que cortara toda relación con su familia; de paso me dijo que exceptuando a mi mamá, mas nadie debía saber nada acerca de nuestro status migratorio y que pensaran lo que les diera la gana. Ese día estaba realmente furiosa y decidí seguirle la corriente para evitar daños mayores, aunque también me sentía muy contrariado con ese rumor hecho rodar por alguien con una lengua larga y viperina.


 Graciela había empezado sus clases de segundo grado en la escuela Seminole Elementary que era la que le correspondía por el lugar donde vivíamos, y claro que tomamos el rumor como un insulto personal hacia nuestra hija como si ella no mereciera estudiar o por ser sus padres unos aventureros irresponsables.

Para mediados de septiembre era obvio que teníamos que buscar empleo en un ambiente tan difícil como el de Miami, pero no quedaba otra solución. Durante un par de semanas estuve indagando hasta que encontré a un chulo, proxeneta o macarra peruano que había comprado un camión y lo convirtió en un autolavado móvil con tanque de agua, manguera de presión y demás; necesitaba a alguien que se lo pusiera a trabajar y me ofrecí a hacerlo junto con un colombiano que me ayudaría. El principal negocio del tipo era la putería, tenía una buena cantidad de mujeres que le trabajaban haciendo su oficio en las casas de los clientes; el sujeto pedía a una mujer por teléfono y un chofer se la llevaba, luego la pasaba buscando en una o dos horas.

El peruano necesitaba algo que sirviera como tapadera de su negocio de prostitución y el camión le caía bien para tales menesteres, me lo alquilaba por 60 dólares diarios y la gasolina, no era mal negocio pero había que trabajar parejo; los días que el colombiano no estaba Gitty me acompañaba, logré encontrar un conjunto residencial en la zona de Kendall donde pude instalarme a lavar los carros de los habitantes y hacer clientes, al final le trabajaríamos de forma exclusiva a una, la señora Ángela, con quien estuvimos por varios meses, hasta que empecé a manejar carros de alquiler cuando la van se desintegró como el carro de los hermanos caradura.

Una vez, gracias a mi inexperiencia, la gente de una casa hizo su agosto conmigo. Me preguntaron en cuánto les lavaba el techo y como creía que era pequeño les dije que se lo hacía por 50 dólares, cuando el precio normal debió haber sido por lo menos 250. Al poner manos a la obra con la manguera de presión fue que me di cuenta de mi metedura de pata; por cierto que también debido a mi bisoñez rompí algunas tejas de ese techo. El trabajo duró en total dos días, al final me dieron 75 dólares y cogí una insolación que me tuvo fuera de combate por 72 horas.

En tres semanas me di cuenta que lo del camión no era negocio y Gitty y yo nos quedamos con la señora Ángela, lo devolví y seguimos trabajando con la van, que a duras penas andaba pero cumplía con su labor a trancas y barrancas.

En octubre fuimos a un espectáculo venezolano en el complejo ferial del condado Miami-Dade donde presentaron a Serenata Guayanesa y Gitty pudo tomarse fotos con uno de sus miembros.

Sin embargo, las cosas no iban nada bien, salía mas dinero que el que entraba, por lo que el déficit causaba que nuestros fondos siguieran disminuyendo, no al mismo ritmo que al principio; pero igualmente eso quería decir que estábamos viviendo por encima de nuestras posibilidades. Los días de semana había encontrado empleo en el basurero de un condominio en Sunny Isles Beach trabajando de dos de la tarde a nueve de la noche; allí estaba de lunes a viernes y los sábados nos íbamos donde la señora Ángela.

La economía causaba estragos en nuestra relación, sometiéndola a una tensión casi insoportable. Durante la primera quincena de septiembre Gitty se quiso regresar a Venezuela, pero Graciela le dijo que ella quería seguir estudiando en su escuela y eso hizo que se quedara, porque pensaba irse con la niña y dejarme solo en Miami. Muchas noches se iba a la sala a llorar mientras yo me quedaba en el cuarto sin saber que hacer, porque cualquier cosa que hiciera lo único que conseguiría era empeorar mucho mas la situación, lo que al final de todas maneras sucedió. Gitty se alejó por completo de mí y me trataba por cortesía, pero en realidad lo que deseaba era separarse. Este fue el principio de nuestro enfriamiento que duró varios años y empeoró hasta el grado de casi ruptura.

Luego Gitty consiguió, a través de una amiga que vivía en la ciudad desde hacía varios años, hacer contacto con un maracucho que tenía una empresa de limpieza y así pudo trabajar diariamente limpiando oficinas, mientras que después de medianoche íbamos los dos a una clínica infantil en South Miami a hacerle aseo durante tres horas.

Con ese esquema de trabajo  logramos detener la sangría, pero era sumamente forzado y no duraría eternamente, teníamos que hacer cambios antes que nos fundiéramos. 

Así las cosas, en diciembre se apareció un personaje que casi destruyó nuestro matrimonio.


 

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