lunes, 28 de noviembre de 2022

Nuestra historia de amor: Capítulo 64: El 11 de abril de 2002.


Este fue el momento que inició el hundimiento de Venezuela, el momento que precipitó los acontecimientos de la semana siguiente y que definió el destino de millones de personas, incluidas muchas que todavía no habían nacido. Esa parte del programa la pude escuchar en vivo porque Gitty estaba planchando ropa en la cocina y lo tenía puesto en la radio. Después que el sujeto terminó con su pito le dije a Gitty:

- Creo que vamos a tener que activar el plan B, esta vaina se va a ir al diablo en pocos meses si a este sujeto no lo paran.

- ¿Tú crees?

- Sí, este es el primer paso hacia la dictadura, una vez que se consume la toma de PDVSA van a matar a la gansa que pone los huevos de oro y el país se va a ir al diablo.

- ¿Y qué hacemos entonces?

- Irnos pa'l carajo antes que todo se vuelva mierda, porque se va a volver mierda, y mientras mas tardemos en irnos las cosas se van a poner mas difíciles, así que tendremos que ser proactivos e ir preparando ese plan B.

- ¿Y empezar de cero en otra parte?

- Es lo que nos queda ¿quieres criar a Graciela en dictadura?

- No, ni de vaina, ella tiene que criarse y estudiar en democracia, porque se ve que le gusta la política, y si sigue así, en una dictadura su vida puede correr peligro.

- Ellos siempre se ceban en los jóvenes, así que no podemos pensar en nosotros, tendremos que pensar en nuestra hija.

- No nos queda de otra. Si esto progresa tendremos que tomar decisiones difíciles.

- Así es.

Hago especial hincapié en que en mi opinión personal PDVSA no era perfecta, de hecho a mí me rechazaron tres veces y sin ningún miramiento; era una empresa sumamente elitesca y para ingresar allí en esa época era obligatorio el tener influencias internas, algo muy diferente a lo que ocurrió durante sus primeros años. Por otra parte, para ser una empresa perteneciente al estado, era sumamente eficiente y cumplía con el principal propósito de toda organización de ese tipo, generar valor para su accionista, que era el estado venezolano.

Descabezar una compañía de esa complejidad era dirigirla hacia una catástrofe, como posteriormente se comprobaría, y ese movimiento telúrico ocasionó reacciones tanto dentro de PDVSA como fuera de ella, y estas reacciones se manifestaron a través de protestas multitudinarias, especialmente en Caracas.

Esas manifestaciones se iniciaron el mismo lunes y fueron haciéndose mas organizadas con apoyos de la sociedad civil, organizaciones sindicales (CTV) y empresariales (Fedecámaras); para el miércoles 10 de abril en la noche se tomó la decisión de convocar a un paro nacional general hasta que el gobierno rectificara.

En lo personal, mi mamá y yo nos incorporamos a las protestas el lunes y martes en la tarde, pero el miércoles me fui directo a casa porque sabía que las cosas podían ponerse muy malas y habría que tomar precauciones. A Gitty le dieron los días libres en previsión de posible violencia en los Valles del Tuy, pero en mi caso tenía que ir a trabajar el jueves, aunque de manera informal.

Al amanecer del jueves, armé y cargué las dos escopetas y se las di a Gitty con la idea de mantenerse encerrada en la casa, y si alguien intentara meterse, que usara la que le pareciera mas conveniente, que igual ella sabía dispararlas. Yo salí armado como siempre, pero ahora con todos los cargadores de repuesto para ambas pistolas por si acaso; si necesitaba poder de fuego prefería tenerlo, 122 balas en total, con eso podría salir airoso en un enfrentamiento si este llegaba a producirse.


Prácticamente no hubo trabajo ese jueves, y a mediodía mandaron a todo el mundo para su casa. Como había estado oyendo la radio todo el día, para ese momento sabía que la gran manifestación que se había convocado en la zona de Chuao había iniciado su movimiento hacia el centro de Caracas, y si quería atajarla tendría que llegar hasta allá; así lo hice y estacioné el carro en una calle lateral por la zona de Plaza España, dejando todo mi arsenal escondido en la maleta, porque no había otra solución, no podía ir armado a una manifestación pacífica.

A partir de este momento narro mi experiencia personal, no lo que he leído ni lo que me contaron, hablo lo que viví.

Para cuando dejé el carro ya se habían registrado los primeros actos de violencia contra los manifestantes, un brazo de la marcha que intentó llegar a Miraflores por la parte trasera estaba siendo atacado por bandas armadas según le dijo uno de los líderes a la emisora Unión Radio.

En las cercanías de donde había dejado el carro logré incorporarme a la vanguardia de la marcha que iba por la Avenida Universidad, de hecho llegué a la primera fila porque esperaba poder saldar cuentas con los chavistas a punta de coñazos, pero nunca imaginé lo que me iba a encontrar al llegar al cruce con la Avenida Baralt.


Básicamente lo que ocurrió fue una emboscada, al momento que los primeros manifestantes llegamos al cruce, un huracán de plomo descendió sobre nosotros, pero por una extraña razón que al día de hoy todavía no alcanzo a comprender, casi todas las personas a mi alrededor cayeron, mientras que a mí no me alcanzó ni una bala, a pesar de ser un blanco fácil porque tenía puesta una camisa blanca.

No me quedó mas remedio que retroceder junto con los sobrevivientes hacia la zona del capitolio mientras la policía metropolitana se enfrentaba a los individuos armados; para entonces la manifestación se había dividido en muchas partes y la guardia nacional atacaba activamente a los manifestantes, apoyada por la guardia de honor presidencial y elementos irregulares armados.

Mi camisa blanca estaba manchada de sangre en diversos lugares, no mía, sino salpicaduras de la de otros, incluyendo la de otras personas heridas a quienes ayudé a salir del infierno. Me mantuve en el lugar hasta las cinco de la tarde, cuando gran parte de la gente se había ido, aunque los tiroteos continuaban.

Me fui a buscar mi carro, pasé por un ATM y saqué la máxima cantidad de dinero permitida, fui a casa de mi mamá y le entregué toda esa plata para que así tuviera efectivo durante los próximos días. De allí arranqué directo a mi hogar, mientras manejaba me enteré de la desobediencia de los comandantes de las fuerzas militares al presidente a raíz de la masacre acontecida durante la tarde.


Al llegar a casa abracé y besé a Gitty mientras le decía que posiblemente, si el gobierno caía, no habría plan B, pero que si se llegaba a mantener, habría que acelerar el proceso. Estaba hediondo a bombas lacrimógenas, pólvora y sangre seca, parecía como si hubiese llegado de un campo de batalla, lo que en cierta forma era cierto, me bañé y duré como media hora en eso, pero a diferencia del 28 de noviembre de 1992, esa ropa no la boté, la guardé así mismo para que me sirviera como recordatorio de lo que pasó ese día, para bien o para mal, histórico.


  

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