sábado, 12 de noviembre de 2022

Nuestra historia de amor: Capítulo 48: Llegamos a 1999.

Recibimos el año con nuestros pasaportes. Graciela, Gitty y yo los teníamos listos y válidos por cinco años; para ese entonces no sabíamos si los íbamos a usar, pero al menos ya estaban en nuestras manos.

Algo muy interesante de nosotros como pareja era nuestra perfecta complementariedad, fue como si hubiesemos sido diseñados la una para el otro; yo planeaba y ella ejecutaba, ella conocía gente y yo la juzgaba, yo era el técnico y ella la vendedora, ella pensaba en algo y yo lo llevaba a la práctica; éramos un equipo muy bien acoplado.

Para ese inicio de año, ya el trabajo básico de la casa estaba listo, solamente nos quedaba embellecer la parte exterior, pero el interior estaba terminado con Gitty como decoradora, cosa para la que también tenía mucho talento.


Como nada está exento de problemas, en enero un sujeto que nos había trabajado buscó meterse en la casa, solamente pudo meter una mano por una de las ventanas y agarró algunas pocas cosas sin mucho valor, pero igual nos causó incomodidad porque vulneró la seguridad del inmueble, así que se hizo necesario reforzar todos los sistemas para evitar nuevas intrusiones. Al mismo tiempo, para eliminar el riesgo de Gitty sola en el hogar con la niña, compramos una escopeta de las llamadas pajizas, para repeler un potencial intruso, una Mossberg 500 12 gauge con empuñadora de pistola, como Gitty sabía usar armas de fuego resultaba perfecta para ella.
No fue el único robo en la familia ese mes. El jueves 28 de enero tuve que subir a Caracas a hacer algunas diligencias, apenas tres semanas después de haber recibido el carro del seguro, ya que empezaba el curso el mes siguiente. Cuando recibí el vehículo de regreso, para evitar un nuevo robo, le instalé un sistema llamado immobilizer, que consistía en un dispositivo que se conectaba al encendido del vehículo con un control remoto que la persona podía ocultar en su ropa interior y activarlo con un botón que al apretarlo inmovilizaba el carro e imposibilitaba el reencendido. Esta detención ocurría aproximadamente a un kilómetro de distancia de donde estaba el control remoto para permitir escapar a la víctima.

Ese día terminé las diligencias como a las ocho de la noche por la zona de Sabana Grande y tenía el carro parado en un centro comercial del lugar; cuando estoy llegando para montarme, se aparece una pareja para hacerme una pregunta, en ese momento me descuidé y cuando vine a ver, un sujeto me estaba apuntando con un revólver y me obligó a montarme en el carro en el asiento del acompañante. Luego se subieron otros tres individuos para ubicarse en el asiento trasero y me ordenaron cerrar los ojos, mientras me pusieron los cañones de sus armas en la parte de atrás de la cabeza. Era tan así que me consideraba hombre muerto, bastaba que el carro pasara por encima de un hueco para que se hiciese realidad esta escena de Pulp Fiction:


El individuo manejó durante un buen tiempo hasta que llegó a una zona baldía de la urbanización Palo Verde, donde detuvo el carro al borde de un barranco; allí me dijeron que abriera la puerta y me bajara, algo me dijo que me iban a asesinar al salir del carro debido a la conducta tan violenta que habían tenido a lo largo del trayecto. La idea sería que al cerrar la puerta me acribillarían y yo caería por el barranco, con lo que mi cuerpo no sería encontrado de inmediato. Como me habían quitado la cartera y el teléfono celular, no podría ser rápidamente identificado, así que estaba claro en que estaba viviendo mis últimos momentos.

Sin embargo tenía una oportunidad, y esta consistía en lanzarme del carro directo al barranco, abrir la puerta y saltar cogiendo impulso desde el estribo, con lo que caería rodando y en medio de la oscuridad nocturna no iban a saber donde estaba y no iban a bajar a buscarme.

Así que apenas abrí la puerta me lancé de cabeza y empecé a rodar, casi de inmediato escuché disparos, fueron una buena cantidad, como unos 15 o 20. Los tipos se bajaron del carro y los oí conversar, luego se montaron y se fueron. Pocos segundos despues de ellos irse, activé el inmovilizador que tenía escondido en la parte interna de los calzones y sabía que el carro se moriría poco despues, no iban a poder rodarlo mucho, solo lo suficiente para yo estar seguro.

Luego me tocó subir el barranco y ponerme a caminar hasta llegar a Petare, en el camino logré ver mi cartera y por lo menos pude recuperar mis documentos; al llegar a la redoma de Petare me fui a un módulo de la policía metropolitana donde no me hicieron caso y seguí al hospital Pérez de León, donde estaban de guardia unos policías del Municipio Sucre que si me pararon bolas y contactaron a una patrulla que me llevó a la Comisaría de la PTJ de El Llanito donde tenía que presentar la denuncia. Tuve que esperar sentado en la puerta hasta que amaneció para que me atendieran, ya que las denuncias se tomaban en horario de oficina. Como era enero, la noche estaba fría para los estándares caribeños y no tenía ropa adecuada  para el momento, ni chaqueta ni suéter, eso me hizo coger un resfrío muy fuerte que me causó una ronquera que duró casi tres meses.

Luego que me tomaron la declaración pedí un teléfono prestado y pude contactar a mi amigo Nelson, pera que me auxiliara con un pasaje de autobús porque no tenía ni un centavo en el bolsillo. Cuando Nelson llegó, pude ir al banco y luego a una tienda a comprar ropa para así quitarme la que tenía puesta, sucia y rota, lo que hice en un hotel del centro de Caracas, luego me quedé ahí por una noche porque no me quería ir a Cúa sin saber del carro. Ese mismo 29 la policía de Petare lo encontró y lo llevó a su estacionamiento, en donde lo entregaron a la policía metropolitana que lo llevó a su cuartel de Cotiza, el sábado en la mañana lo fui a ver y otra vez empezó el proceso del seguro, lo único bueno era que el carro no había sufrido daño alguno, excepto el robo del radio reproductor.

El sábado en la noche regresé a casa y Gitty estaba desesperada al no saber de mí casi nada durante esos días, se alegró tanto de verme que me sorprendió, lloraba y se reía de una forma que me hizo buscar tranquilizarla, porque parecía que le iba a dar un infarto. Le expliqué en detalle lo que me pasó y me dijo:

- En menos de tres años he estado a punto de quedarme viuda dos veces, esto no puede seguir así, un día de estos me van a decir que estás muerto y no voy a hallar que hacer con mi vida y una niña chiquita por criar.

- Mi mamá te ayudaría con Graciela.

- Pero no te tendría a mi lado.

- En algún momento, cuando lo superes, podrías rehacer tu vida y hasta volver a casarte.

- ¡Eso es lo que me arrecha de ti, que todo para ti es fácil de arreglar! ¿Crees que voy a buscar a otro tipo y quererlo como te quiero a ti? ¿Cómo voy a dejar que otro hombre ocupe las funciones de padre para Graciela? ¿Y si le hace daño? No, tú eres el único, y tienes que cuidar tu vida por nosotras, que te necesitamos, ¡NO ME PUEDES DEJAR SOLA. NO ME DEJES SOLA! -gritó mientras me tomaba de los brazos y sacudía, antes de empezar a sollozar y abrazarme-.

- Quédate tranquila, me pudieron haber matado pero no lo hicieron, yerba mala no se muere.

- Por favor, cuídate, si tú te mueres yo me voy a morir también.

-Eso no va a pasar y tienes que ser fuerte por la niña, en el supuesto negado que eso llegue a suceder en el lejano futuro.

- Eso no me sirve, tú tienes que dejar de correr tantos riesgos, no salgas mas de noche y no andes con ese carro por todas partes, porque como que está empavado.

 Después de esta ordalía solamente me quedaba alistarme para iniciar el curso con una ronquera que me duraría hasta mas allá de Semana Santa.

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