Nos habíamos mudado, pero eso era apenas el principio de todo. Los town houses, ya que eso era nuestra casa, se entregaban con lo mas básico, piso, paredes, techo, grifería y conexiones. Electrodomésticos y acabados de calidad los tenía que poner el propietario.
En 2002, poco antes de emigrar, sacamos las cuentas de lo gastado en mejoras para la casa y la cantidad aun ajustada por inflación era casi el doble de lo que Gitty pagó por ella.
También era necesario construir un tanque de agua subterráneo con su respectiva bomba conectada a la tubería principal, porque el suministro no era confiable, e instalar al menos un aire acondicionado para soportar el calor.
En ese entonces a mi tío lo habían jubilado de donde duró trabajando casi 40 años y el monto total de su liquidación se lo dio a mi mamá porque fue quien se hizo cargo de él luego de su retiro; como ella quería que su nieta estuviese en un hogar seguro, nos prestó una cantidad equivalente al costo del muro y luego nosotros le devolveríamos la suma sin intereses. De esa forma se inició la construcción, que duró casi tres meses, incluyendo la instalación del portón del estacionamiento y una reja sencilla para la entrada principal.
Básicamente trabajábamos para meterle dinero a la casa, junto con los gastos que todo hogar tiene: comida, hipoteca, servicios públicos, transporte, medicinas y lo que necesite la niña. Duramos sin coger vacaciones desde junio de 1995 hasta la semana santa de 1998, casi tres años. Como siempre fuimos una pareja muy austera, porque Gitty era ahorrativa hasta casi la racanería, pues el dinero nos alcanzaba, pero no fueron tiempos fáciles, aunque el sueño de la casa propia lo merecía.
Como yo seguía convaleciente, durante las tardes salía a coger fresco y conversaba con un par de señores que se sentaban en la acera del frente de la casa y a este grupo se unía una perra callejera que se hizo habitual del lugar; conversábamos de todo y a veces la tertulia se expandía hasta ocho o nueve personas. La niña también se acercaba al sitio con su mamá y abuela y se ponía a darle la mano a todo el mundo al llegar, como si fuera una persona adulta.
Mi mamá nos ayudó con Graciela durante un tiempo mientras Gitty se iba a trabajar a Caracas porque no le aprobaron el traslado a las oficinas de los Valles del Tuy hasta 1998. Luego la niña se quedaría en un preescolar guardería que estaba en la misma urbanización. Era una vida fuerte, especialmente para Gitty por tener que salir a trabajar a Caracas todos los días, la única ventaja que se le presentaba era que al haber mas espacio y yo estar bastante recuperado, me podía hacer cargo de Graciela y la casa, así que hacía todas las tareas domésticas yendo de un lado a otro con mis muletas, ya hecho todo un experto haciendo cosas con ellas.
Por fin en diciembre me quitaron el yeso y las varillas, aunque como siempre me toca bailar con la mas fea, lo segundo sería algo bastante doloroso; llegado el momento, una de ellas estaba casi salida y fue muy fácil de extraer, otras dos fueron un poco mas complicadas pero finalmente pudieron ser sacadas sin muchas problemas.
La cagástrofe llegó con la última, no se veía por ninguna parte y el doctor metió un instrumento por el hueco que me dejaron en la parte superior del pie las otras para ver si la detectaba y sí, pudo sentirla, así que introdujo una pinza en mi ñame y empezó a darle y darle hasta que logró agarrarla, pero por mas que la halaba no salía, estaba incrustada. A todas estas yo era testigo de la masacre de mi pata y sin anestesia de ningún tipo, mientras veía la sangre que me salía por el hueco; lo que me quedaba era aguantar el dolor sin gritar ni ponerme cómico, lo que hacía era sudar a chorros. Por fin en un punto el doctor logró agarrar duro la varilla con la pinza y con un jalón bien fuerte logró sacarla. Luego me tapó el hueco, me vendó el pie, me dijo que tenía luz verde para empezar a apoyarlo con las muletas y en dos semanas podía cambiar a un bastón.
Salí del consultorio temblando del dolor para encontrarme con la familia, y recibí la mala nueva de que mi tío había sido hospitalizado en la misma clínica para hacerle un despistaje de cáncer, era el sábado 14 de diciembre de 1996. Luego de hacerle todos los exámenes le encontraron un linfoma de Hodgkin y empezó tratamiento de quimioterapia, esa enfermedad maldita lo mataría en menos de seis meses.
Apenas me quitaron el yeso y las varillas empecé a caminar con mis dos pies a pesar del dolor, tenía que estar caminando de un todo para el siete de enero de 1997 y así estar listo para buscar empleo desde ese mismo día, el reposo no me iba a durar mucho y cuando terminara me iba a quedar desempleado, por lo que era mi deber adelantarme a los acontecimientos. Tenía que ser muy activo ayudando a Gitty, que necesitaba esa ayuda desesperadamente.
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