Gitty siempre me decía que yo corría muchos riesgos y había salido bien librado por pura suerte. Si se hubiesen abierto apuestas acerca de quién iba a quedar viudo, todas habrían ido directo a ella como la señalada. Desventuradamente, así no fue como terminó todo.
Como el curso era en Caracas y tenía clases de lunes a viernes todo el día, lo mas práctico era quedarme en casa de mi mamá y regresar a Cúa los viernes en la tarde, mientras subía a la capital los lunes temprano en la mañana. Todo empezó según lo planeado y así continuó durante varios meses; como cosa curiosa, el lugar que fue adaptado para fungir como salón de clases era el que había sido la sede de Geventec en 1989. Diez años después regresaba a la oficina de donde me habían botado como a un perro, se había completado el círculo.
A partir de mayo empezaron a presentarse retrasos en la programación de las clases, con instructores que se cambiaban a última hora o que no se presentaban, igual que actividades que eran pospuestas o canceladas sin previo aviso; en algún momento se empezaron a adelantar actividades de calle y se privilegiaron por encima de las académicas. Todo era muy raro y los estudiantes empezamos a sospechar que algo no estaba bien.
Resultó que la organización responsable del curso era dirigida por un par de pícaros que vieron la oportunidad de hacerse de un dinero fácil con el financiamiento a programas de formación que tenía el BID, como tenían contactos en la institución financiera aprendieron a montar un parapeto que les permitiera recibir recursos que eran básicamente estímulos, no préstamos, así que no había que pagar nada y los dineros iban directo a sus bolsillos. Apartaron un porcentaje para alquilar el local, contratar profesores e instructores de prestigio y organizar actividades; con eso les bastaría para presentar informes de avance al BID, CONICIT y Fundayacucho y luego podrían despalillar el resto del dinero sin mayor problema.
En cuanto a nosotros, las autoridades prometieron seguir nuestros casos y cooperar para resarcir las pérdidas que tuvimos al estar fuera del mercado laboral durante un año.
Gitty cuando se enteró de todo me dijo que al menos Fundayacucho cumplió porque ese dinero nos ayudó bastante. Otra buena noticia fue que estaba ayudando a mi ex empleador, el Ing, Acquatella, a organizar su empresa, que había crecido bastante, y me pagaba como a un consultor externo; por lo que no estaba completamente fuera del mercado laboral y Gitty podía mantener su capacidad de ahorro.
Ese año, gracias a una serie de bonos que le pagaron sumados al dinero que tenía ahorrado, le permitieron terminar de pagar la hipoteca de la casa y salir de la deuda del carro, sin descuidar las construcciones que se estaban haciendo. También salió a colación el tema reproductivo, ¿cómo no había salido embarazada si teníamos una vida sexual saludable? Algo estaba pasando, así que teníamos que volver a investigar; como ella no tenía problemas, el punto débil era yo.
A través de su seguro de salud, la contactaron con un urólogo especialista en la Clínica Santa Sofía, el Doctor Díaz Lakatos, quien era uno de los mejores del país en esa especialidad.
Ahora quedaba investigar que sucedía con mi aparato reproductivo ¿infértil o estéril? ¿reversible o irreversible? Si las respuestas eran positivas, ¿nos íbamos a la fecundación in vitro o lo dejábamos así? Muchas preguntas para ser respondidas en un año tan complejo, pero que igual tenían que ser resueltas para saber el rumbo que iba a tomar nuestra familia en el futuro.
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