Para finales de febrero de 2001 decidimos irnos a Mérida a pasar los carnavales, como siempre fuimos mas aventureros de lo debido, en vez de salir el día sábado en la madrugada, nos fuimos el viernes en la noche; es decir, llegamos de nuestros trabajos, descansamos un poco y a medianoche estábamos cogiendo carretera.
Habíamos reservado hospedaje en una posada cerca del pueblo de Tabay por tres noches, de sábado a lunes, que era el tiempo disponible; regresábamos al lugar 12 años después de nuestra luna de miel, en carro y con una hija de seis años. Nos registramos en la posada casi a las diez de la mañana, completamente molidos del viaje y yo que no podía con el sueño; como Graciela había dormido durante todo el trayecto, estaba fresca como una lechuga, en cambio su madre y yo no valíamos ni medio, necesitábamos dormir al menos cuatro horas para poder recuperarnos.
Afortunadamente, la posada tenía planes de contingencia para casos así y Graciela estuvo en un salón compartiendo con otros niños supervisados por varias personas adultas mientras nosotros nos recuperábamos. Estuvo jugando y divirtiéndose hasta las dos de la tarde, que fue cuando nos levantamos y quedamos listos para la acción.
Ese viaje lo hicimos en el carro de Gitty porque el mío estaba en reparaciones, y el vehículo respondió bien, estuvo a la altura del compromiso, no presentó novedades ni en la ida ni en la vuelta, se portó como un carro fiel.
Fue nuestra última vez en Mérida.
No sería, eso sí, nuestra última vacación del año, todavía tendríamos otra en Punto Fijo el mes de septiembre, una semana después de los ataques del 9/11.
Habíamos progresado mucho desde 1989 y éramos una familia, con nuestras altas y bajas, buenos y malos momentos, habíamos desafiado a todos los agoreros que creían que nuestro idilio sería efímero; no fue así puesto que lo nuestro florecía y seguía creciendo.
Ambos nos amábamos como si el tiempo no hubiese transcurrido desde que nos conocimos, nuestro amor parecía indestructible y se hacía mas fuerte cada día, nos habíamos convertido en una sola persona y eso había sucedido sin que nos diésemos cuenta, éramos dos mitades de ese alguien y no nos podíamos separar.
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