Acerca de cómo sobrevivir a la pérdida de la única mujer que he amado mientras me dedico a escribir tonterías para encontrar algún sentido a la vida que no es vida sin ella.
lunes, 14 de noviembre de 2022
Nuestra historia de amor: Capítulo 50: Deslave, milenio y reconciliaciones.
Cuando Gitty se empeñaba en algo no lo soltaba hasta llegar al final, por lo que el problema de la infertilidad debía ser investigado y resuelto, así que empecé las consultas con el doctor en octubre de 1999. Para entonces ya estábamos en la recta final del cambio de milenio y se habían registrado algunos cambios en nuestras relaciones familiares.
Gracias al nacimiento de Graciela se había ido produciendo un deshielo muy gradual en el trato de mi madre hacia mi esposa, con avances y retrocesos, pero con una clara tendencia a la mejora; esto al final, después de catorce años, se transformó en una amistad un tanto arisca entre ambas. Luego de tanto tiempo habían logrado establecer una relación de aprecio mutuo que se profundizaría en los años subsiguientes.
También por el lado de su familia hubo cambios. Nos habíamos consolidado como pareja, teníamos una situación económica estable con casa propia y el empleo de Gitty era prestigioso y muy bueno; eso hizo que sus padres empezaran a verme con mejores ojos. Su hija no se había vuelto una marginal ni tampoco descendió socialmente, era muy culta, con gustos musicales y artísticos refinados y como si eso fuera poco, profesionalmente era muy exitosa. Nada de eso era obra mía, pero tampoco yo había sido un obstáculo para que ella tuviese esos logros. Ejemplos de su gusto por el jazz, que luego se ampliaría cuando nos mudamos a EEUU son estas tres canciones, que eran de sus favoritas:
Al ver los progresos de Gitty conmigo, sus padres por fin entendieron que yo no era un mal partido, que tampoco parecía ser mal marido ni padre y que a pesar de mi color no era un marginal, por lo que empezaron a aceptarme como yerno, tanto así que fuimos invitados los tres a la finca de mi suegro en el Estado Bolívar a pasar los primeros días del año 2000.
Entretanto pasaban otras cosas que afectaban nuestro entorno. En diciembre de ese año empezó a llover de forma ininterrumpida en gran parte del país, y estas lluvias, torrenciales por lo demás, se extendieron por mas de dos semanas, lo que ocasionó inundaciones y deslaves, el peor de todos en la vertiente de la cordillera de la costa que daba hacia el Mar Caribe en la parte de lo que es el Estado Vargas; este deslave barrió con varios centros poblados y mató a mucha gente, aunque el número de víctimas nunca se supo, ni siquiera de manera aproximada.
Así Venezuela recibió el milenio, no de fiesta sino de luto, era el principio de una tragedia que hasta ahora no parece tener fin, como una maldición que cayó encima de la apodada "tierra de gracia".
Recibimos el milenio en casa, y para las 10 de la mañana del primero de enero debíamos estar listos para salir en caravana con mi suegro y mis cuñados, así que Gitty, como algo muy típico de ella, a la una de la madrugada recogió todos los adornos navideños porque no quería estar haciendo eso al regreso de las vacaciones. A las dos nos acostamos para levantarnos a las nueve y estar listos a las diez. Además teníamos que arreglar el patio para que Pola tuviera suficiente comida y agua durante los días que íbamos a estar fuera, además que estuviese bien abrigada y protegida contra los elementos, al igual que una morrocoya que habíamos adoptado.
A las 10 todo estaba listo y cuando llegaron los familiares salimos a la finca. La ruta que tomamos era la mas larga e implicaba cruzar el río Orinoco en una chalana y seguir camino desde Puerto Ayacucho hasta nuestro destino. El viaje en total duró doce horas, cuando llegamos el lugar estaba lleno de gente, que a estas alturas no tengo idea de por qué estaban allí, pero sí recuerdo que dio lugar a una de las conversaciones mas cómicas que llegamos a escuchar entre mis suegros, y que Gitty siempre que se la recordaba se echaba a reír a mandíbula batiente.
En la mañana, mi suegra le preguntó a su marido:
- ¿De dónde salió ese montón de putas?
- ¿Como se te ocurre, Marvelia? Una de esas señoras es médico, otra agrónoma, esta otra es ingeniero, son gente decente.
- ¿Decente? putas, putas, todas son putas.
Luego de este hermoso intercambio de palabras entre marido y mujer, los hombres nos fuimos a buscar algunos suministros y terminamos bebiendo como unos cosacos; cogí una borrachera que me noqueó por varias horas pero sirvió para integrarme en la familia. En este lugar las mujeres y los niños dormían en la casa y los hombres nos acostábamos en hamacas colgadas en un caney; a mi suegro le alegró ver que tenía algo de poder de fuego con mi Beretta, ya que era tradición en su familia que los hombres usaran armas.
También en esa vacación empezó mi interés por la astronomía, luego de ver el cielo nocturno en las riberas del río Caura, lejos de cualquier ciudad; ver ese cielo en una noche despejada y sin luna cambia la vida de quien lo admira, es algo demasiado hermoso como para poder ser descrito con propiedad. Cuando se lo comenté a Gitty ella también quiso saber mas del tema y allí empezamos nuestra afición por los cielos nocturnos.
La imagen de arriba fue tomada en la Formación Roraima, pero es muy similar a la que vi esa noche.
El nueve de enero regresamos a casa usando la vía corta a través del puente de Angostura con la promesa de volver en las vacaciones de Semana Santa.
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