Ese día, martes, amaneció como cualquier otro. Una jornada rutinaria mas, levantarnos, bañarnos, cepillarnos los dientes, desayunar, vestirnos, salir de la casa e ir a trabajar; lo mismo que hacíamos todos los días excepto los fines de semana.
En ese entonces, yo escuchaba una radioemisora FM de Caracas, 104.5 Onda la superestación, que todavía existe aunque con una programación diferente a la de hace 21 años atrás. En el horario de 8 a 10 de la mañana los presentadores eran Ramón Pasquier, un periodista ya fallecido, y María Isabel Párraga, quienes estaban comentando lo que se creía era un accidente aéreo ocurrido en la ciudad de Nueva York, donde un avión se había estrellado contra una de las torres del World Trade Center.
Cuando estoy llegando al trabajo, ellos, que tenían en sus monitores la señal en vivo de CNN, fueron testigos del segundo avión estrellándose contra la otra torre, con lo que ya se sabía que no había accidente alguno, sino que ambos edificios habían sido blanco de un ataque deliberado usando aviones de pasajeros; para ese entonces ya se sabía de una explosión en el Pentágono y empezaron a presentarse reportes contradictorios y no confirmados de ataques en otros lugares de Washington D.C. como carros bomba explotando frente el Departamento de Estado.
Para el 2001 todavía Internet no era lo que es hoy en día y se hacía difícil manejar un alto volumen de tráfico en la red a nivel mundial, así que no podía conectarme a las páginas web de las principales agencias de noticias porque estaban congestionadas, la única forma de saber lo que estaba pasando era a través de la televisión, pero en el trabajo no había televisores, por lo que la única solución a mano era ir a casa de mi mamá a ver las noticias en vivo.
A la hora de almuerzo me fui directo para allá y pude ver lo que había pasado. Cuatro aviones habían sido secuestrados en Boston, Newark y el aeropuerto Dulles de Washington D.C. y fueron convertidos en proyectiles a ser lanzados contra las torres gemelas de NY, el Pentágono y el último que no llegó a su blanco predestinado (la Casa Blanca o el Capitolio) porque los pasajeros y tripulación lucharon contra los terroristas causando que se estrellara en una parte rural del estado de Pennsylvania.
Como millones de personas en todo el mundo, me quedé en absoluto shock al ver la magnitud de la tragedia que había sido causada por ese grupo de desalmados asesinos, y sabía que las consecuencias de tan horrendo crimen serían muy duras e iban a afectar a todo el planeta. En 1980, compré un traje en una tienda del centro comercial que estaba en los sótanos de esas torres, que visité varias veces durante mi estancia ese año. Volví a visitarlas en 1995 mientras estuve trabajando en NY con la filial de Enron y hasta almorcé en uno de los locales de comida rápida que había en ese mismo centro comercial.
Ahora veía ese lugar completamente destruido y miles de personas que trabajaban allí habían muerto. Gitty no se había enterado de nada sino hasta después de mediodía, cuando me llamó para preguntarme si sabía algo de lo ocurrido y le expliqué lo que había pasado.
Esa noche, en el espacio del curso, todos, incluidos los profesores, decidimos hacer una pausa de tres días para que la gente de Boston pudiese asimilar lo sucedido y luego las horas se recuperarían durante las semanas subsiguientes.
Al llegar a casa, Gitty y yo nos pusimos a ver CNN para ponernos al día y conversamos acerca de como esto nos iba a afectar en nuestra cotidianidad, además del proceso de viaje cuando nos tocara ir a la parte presencial del curso, ya que íbamos los dos juntos; mientras yo estaba en clases ella podría conocer Boston y sus alrededores y ese sería su primer viaje al extranjero, porque nunca antes Gitty había salido de Venezuela.
Ese atentado causó enormes cambios a nivel planetario cuyas consecuencias todos sufrimos, con mayor o menor intensidad, en el presente.
Y si hubiese tenido cinco años menos seguramente me habría presentado como voluntario para pelear contra los terroristas, así era mi nivel de indignación ese día, al pensar en ese ataque tan alevoso contra blancos civiles, como lo eran las torres gemelas.
Como le dije a Gitty aquella noche, cuando dejamos de ver las noticias y nos disponíamos a dormir:
- Que todas las víctimas inocentes de estos ataques tengan su descanso eterno y que los perpetradores, si el infierno existe, desciendan hasta el noveno círculo, para que paguen su crimen por toda la eternidad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario