jueves, 10 de noviembre de 2022

Nuestra historia de amor: Capítulo 46: Desempleado y me roban el carro ¿Estoy cruzando el desierto del Sahara o el de Gobi?

 


A Graciela le gustaba la mascota del mundial de fútbol Francia 98 y le compré un peluche de Footix, que así era como se llamaba. Por suerte estaba en su cuarto y no se quedó en el carro, porque si no se lo hubiesen robado también.


Al quedar fuera de la empresa me dediqué activamente a buscar empleo en todas partes, hasta llegué a meter papeles en la Ford Motor de Venezuela donde estaban buscando auditores para trabajar en Valencia, pero las cosas se estaban poniendo difíciles debido al enrarecimiento del clima político del país. Como veía que no había progreso, decidí hacer algo que mi orgullo nunca me permitió, pero por una vez preferí no hacerle caso y actuar en contra de su buen consejo e hice como la mujer de Lot, miré hacia atrás.

Los auditores de Industrias Ventane, de donde me habían botado ignominiosamente hacía casi año y medio, se reunían los viernes en la noche en un night club venido a menos que acabó convertido en un centro de apuestas hípicas. Como sabía que iban a estar allí, fui un viernes cuando todavía estaba trabajando aunque ya estaba sentenciado. Al llegar los saludé y me puse a conversar con los auditores seniors del grupo, que eran quienes daban las recomendaciones al gerente en caso de necesitar nuevo personal.

Los individuos en vez de cortar por lo sano y decirme de frente que no había vacantes o que ni que fuera el único candidato en todo el planeta me contratarían bajo ninguna circunstancia y no hacerme perder el tiempo, se pusieron a darme largas para divertirse varias semanas conmigo creando falsas esperanzas y así burlarse cada vez que me veían llegar, parafraseando el tango de Discépolo: "como el gato maula juega con el mísero ratón".

Ante el evidente estancamiento, (muy lejos estaba yo de pensar que volvería a trabajar DOS AÑOS después) cometí otro error; en aquellos tiempos, mucha gente que estaba desempleada y tenía carro, hacía de taxista pirata para generar algún ingreso, lo que no sería tan malo si no fuese porque la delincuencia en Caracas estaba creciendo de manera exponencial y solamente era cuestión de tiempo para que algo saliera mal.

Con el fin de evitar problemas graves, tomé la decisión de no cargar mi arma durante estos trabajos piratas, porque lo único que haría sería empeorar las cosas; siguiendo ciertas directrices de seguridad me puse a trabajar de taxista nocturno y durante las dos primeras semanas me fue bastante bien, me dirigía a las zonas mas exclusivas de la ciudad para recoger pasajeros que salían de discotecas y night clubs. Esto me permitió generar un ingreso medianamente respetable, pero la tercera semana pasó lo que tenía que pasar. Al recoger a dos individuos que tenían aspecto de ser jóvenes universitarios, quienes supuestamente iban  de Las Mercedes a Vista Alegre, las cosas se salieron de control.

Se instalaron en el asiento trasero, y al ir por la autopista uno de ellos me dijo:

- Nos vas a dar el carro y no te haremos nada si no te pones cómico.

-¿ Y por qué se los voy a dar?

- Porque tenemos dos pistolas apuntándote y si te volteas a vernos te disparamos.

- Bueno, pero no me voy a quedar en la autopista, así que me saldré y se los doy en una calle donde pueda conseguir transporte rápido. - Sospechaba que los tipos no estaban armados, pero no tenía forma de saberlo, así que buscaba ganar tiempo.

Logré salir de la autopista en un lugar llamado Urbanización La Paz y me paré en una esquina. Los tipos salieron del carro y se pasaron hacia adelante, y sí, por lo menos uno de ellos estaba armado. Me dijeron que estuviera tranquilo, que lo iban a usar por unos días y me lo dejarían en el estacionamiento del complejo Parque Central, arrancaron y se fueron.

Cosa difícil fue explicarle a Gitty la mala nueva, porque lo primero que me dijo fue:

- Te lo dije.

Al día siguiente puse la denuncia en la PTJ y no me quedó nada sino esperar mientras iba a la casa de apuestas a ver que sacaba en claro con mis "apreciados" excompañeros de trabajo. Dos semanas después me dí cuenta que simplemente me estaban usando como un monigote y que era hora que recuperara mi amor propio y lo poco que me quedaba de dignidad. Nunca mas los volví a ver.

Diez días después del robo me llamó la policía, habían encontrado el carro en un sector montañoso de La Guaira y lo llevaron remolcado a la comisaría de la PTJ en esa población. Fui para allá con todos los documentos y me dieron luz verde para llevármelo, el problema era que no se podía mover porque los ladrones le dañaron el motor, así que habría que usar una grúa para llevarlo al taller mecánico de la aseguradora, ya que tenía seguro total, o como lo llaman aquí: "full cover".

La aseguradora se ocupó de arreglar el vehículo, pero para armar el motor duraron casi cinco meses, vinimos recibiendo el carro de vuelta en enero de 1999.

En el interín seguía buscando trabajo, al menos me habían pagado mi liquidación por el despido injustificado y era una buena cantidad de dinero que me serviría para mantener la casa por varios meses y al menos no representaría una carga para Gitty, es de hacer notar que para aquellos tiempos ya ambos teníamos teléfonos celulares mas una línea fija en la casa, podíamos estar comunicados.

A cambio de estar sin trabajar, me dediqué a ser amo de casa durante mi tiempo de desempleo para que Gitty no tuviera que hacer ninguna tarea doméstica y descansara al regresar del trabajo. Al fin le habían aprobado el traslado y la habían reubicado en la oficina del SENIAT de Ocumare del Tuy como jefa de sucesiones, cargo que ocuparía hasta que nos fuimos del país. Era la persona encargada de revisar todas las herencias de la zona.


Mi trabajo de amo de casa era provisional mientras buscaba empleo, pero no me salía nada, hasta que vi un anuncio de prensa referido al inicio de un curso para desarrollar consultores especializados en pequeñas y medianas empresas, financiado con fondos del Banco Interamericano de Desarrollo y el CONICIT de Venezuela, se describía como un curso a tiempo completo equivalente a una maestría en el que los seleccionados recibirían una beca de la Fundación Gran Mariscal de Ayacucho para sus gastos de vida, ya que el costo de la matrícula estaba pagado por el multilateral y el CONICIT.


Siendo sincero, el curso no me importaba mucho, pero la beca sí, y bastante. Con ese dinero podría pasar el año 1999 si las cosas se ponían malas y ayudar en la casa para no ser un mantenido, o la palabra que nunca me ha gustado, un chulo.

Así que decidí darle, ya que las puertas de los empleos estaban cerradas a cal y canto, Quien quita que después que terminen las clases el mercado laboral esté en mejores condiciones y el certificado me sirva para conseguir algo bueno.

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