Para la primera semana de junio habíamos regresado al apartamento de La Pastora, apenas estuve tres semanas en casa de mi mamá, las tensiones empezaron a subir y lo mejor era tomar las de Villadiego, una decisión difícil, por lo demás, porque le iba a complicar mucho mas la vida a Gitty.
Lo primero a considerar es que el apartamento era pequeño y sin espacio para alguien que tuviera que caminar con muletas, porque había una contraindicación absoluta, bajo ninguna circunstancia debía poner el pie izquierdo en el piso, porque el mas mínimo intento de hacer tal cosa podía arriesgar la operación y el pie mismo, en esto el doctor fue muy claro.
Tal limitación me impedía ser de alguna ayuda en la casa, no podía cargar a la niña, tampoco podía cocinar, ni lavar, ni cargar nada, era como un peso muerto; como si esto fuera poco, estaba muy débil y tenía que seguir una dieta cargada de proteínas y alimentos con hierro para restablecer mis energías, además de tomar un montón de vitaminas.
Gitty tenía que hacer todo y no podía ayudarla en nada. Tal situación creaba problemas entre nosotros porque la pobre estaba sometida a una presión terrible entre cumplir con su trabajo, ocuparse de la niña, de mí y de paso las labores domésticas; demasiado para una sola persona, así tenga 29 años. Lo peor fue durante la primera semana después del regreso, ya que mamá se negó de plano a cuidar a Graciela y Gitty tuvo que buscar de urgencia una guardería donde dejarla mientras ella se iba a trabajar.
Por fortuna, luego de unos días mi mamá pasó por la guardería y escuchó a Graciela llorar, fue tanta su angustia al oír el llanto de su nieta que le pidió a Gitty que por favor se la diera para cuidarla, que no podía soportar ese sonido; esto permitió que pudiera delegar el cuidado de la niña durante los días laborables y ganar tiempo en las mañanas al irse al trabajo. Yo, por mi parte, buscaba ocuparme de las diligencias para no complicarle mas la vida a Gitty, que demasiado tenía que hacer, pero durante varias semanas me fue muy difícil porque no tenía suficiente energía, caminar un par de cuadras con las muletas me dejaba bañado en sudor y con un agotamiento igual a que si hubiese corrido un maratón; pero poco a poco me fui recuperando y para el mes de agosto ya podía salir a la calle sin novedades.
Se acercaba la fecha de nuestra graduación, que sería el mismo día, por lo que tendríamos que ajustar bien el calendario. Primero le tocó a Gitty:
Un par de horas después fue mi turno:
Estaba tan pendiente de no caerme ni de dar un espectáculo porque me sentía con náuseas y mareos que no presté atención a nada, solamente a lo que estaba haciendo; luego Gitty y mi mamá me comentaron que cuando subí al presidium nombraron mi mención cum laude y que me aplaudieron por un buen rato, cosa de la que no me hubiese enterado nunca si ellas no me dicen. Al menos Gitty pudo sentirse orgullosa de mí por un momento ese año.
Cuando nos graduamos la casa estaba completamente construida, le habíamos mandado a hacer algunas reformas internas que tardarían un par de semanas mas y estaría lista para la mudanza, así que había que mudarse. Decidimos que el día iba a ser el sábado 19 de octubre y la ejecución sería así:
- Me iría temprano en la mañana con mi amigo Nelson para así preparar la casa y esperar al camión, también para coordinar la instalación del gas a través de Vengas, ya que hasta que no me botaran seguía siendo empleado de la compañía.
- Gitty y mi mamá supervisarían el proceso de carga del camión de mudanzas para asegurarse que nada se quedara, luego de terminar, mamá y Graciela se irían a Cúa en un taxi mientras que Gitty se iba en el camión de mudanzas por si algún inconveniente.
Al final todo salió bien, aunque en el peaje de entrada a los Valles del Tuy los guardias nacionales pararon el camión para ver que negocio podían hacer, porque aunque el conductor enseñó el permiso de la jefatura civil de la parroquia Altagracia que mi mujer había sacado el viernes, los tipos decían que era falso. El problema se acabó cuando Gitty sacó su identificación de funcionaria del SENIAT y a los tipos se les bajó el copete, porque técnicamente ella era jefa de todos esos guardias.
El camión llegó cerca de las dos de la tarde y el instalador del gas estuvo en la casa a las tres, así que se pudo usar la cocina el mismo día, cosa que era necesaria para preparar los alimentos de Graciela. Al terminar la descarga del camión le comenté a Gitty:
- Cuando nos fuimos a vivir juntos, hace seis años, lo que teníamos era dos morrales y dos maletincitos, hoy necesitamos un camión para meter todos los corotos.
- Sí, hemos progresado un poco desde entonces.
- Hemos progresado un montón, y lo que nos falta.
- A Dios gracias, solo falta que te termines de curar y vuelvas a trabajar para que estemos completos.
- Claro, 1997 será mejor que este año.
Al caer la tarde, mi mamá preparó una pasta y todos nos sentamos a comer en la mesita de mimbre de nuestro juego de muebles que se veía enorme en el apartamento y ahora se veía chiquitica en el comedor. Cuando anocheció, Graciela se puso a llorar porque quería regresar al apartamento, era muy chiquita para entender que estaba en su verdadera casa, la que esperábamos en aquel entonces que sería nuestro hogar por muchos años.
Desventuradamente no pudo ser así, pero el 19 de octubre de 1996 no teníamos la menor idea de lo que nos iba a deparar el futuro.
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