lunes, 7 de noviembre de 2022

Nuestra historia de amor: Capítulo 43: A buscar empleo.

 


El domingo 16 de febrero de 1997 terminaba mi reposo médico, así que el lunes 17 tenía que estar en la recepción de Industrias Ventane a las 7:30 de la mañana para ponerme a la orden de Recursos Humanos y acatar la decisión acerca de mi caso; era un secreto a voces que iba a ser despedido, pero tenía que cumplir con mi deber para evitar que el despido se convirtiera en justificado por llegar tarde o no asistir el día que debía estar presente. 

Para evitar retrasos por razón de la distancia a ser recorrida de Cúa a Caracas, nos fuimos el domingo en la tarde a casa de mi mamá, de esa manera podría garantizar que iba a estar en la recepción puntualmente a las 7:30 de la mañana, igual que el día 2 de mayo de 1994 cuando empecé a trabajar en esa empresa.

Entré vestido de traje y corbata, como se exigía cuando estábamos trabajando en las oficinas centrales y caminaba ayudado con un bastón, que había comprado en diciembre para usarlo apenas llegara el año nuevo. Desde el primero de enero caminé usándolo y así estuve durante mas de tres meses, hasta que volví a caminar sin ayudas.

Al llegar, poco antes de las 7:30, la recepcionista me invitó a sentarme en uno de los sillones de la entrada hasta que fuera atendido por RRHH; sentado estuve hasta después de las 10 de la mañana cuando un sujeto del departamento salió a recepción para decirme que debía esperar un poco porque todavía no se terminaba de discutir mi caso.


Aquí debo hacer una disgresión o tomar un desvío en el camino para explicar un poco mi andadura laboral en esta empresa. Cuando entré a trabajar, el gerente de auditoría no era el mismo que me contrató; resulta que el 29 de abril se fue, o lo fueron, de la empresa y cuando llegué a empezar a trabajar el gerente era tan nuevo como yo. Su nombre era Williams Mariño, venía de Miami y llegó con carro y todo, aunque el vehículo como que era lo que se conoce como "transportation" porque parecía que se iba a desarmar.

El hombre hizo caída y mesa limpia, prácticamente botó a todos los auditores, así que tuvo que contratar a otros que reemplazaran a los despedidos; esto causó que el departamento se llenara de trabajos atrasados porque a todos los nuevos había que entrenarlos y eso llevaba tiempo. Lo mejor del cuento estuvo en que el tipo se devolvió a Miami en septiembre y dejó todo vuelto un caos. Mientras se buscaba un nuevo gerente, el contralor de la empresa, el licenciado Poleo, tuvo que hacerse cargo por casi tres meses, hasta que contrataron a Ángel Coché, quien puso orden en la pea y organizó al departamento.

Coché era un buen jefe en líneas generales y nos brindaba consejos valiosos para nuestra vida laboral (el que siempre he seguido es uno en el que fue muy categórico: "nunca metas el g$&vo en la nómina"), y supo organizar nuestro trabajo para hacerlo de manera mas eficiente.

Lamentablemente, luego del accidente, solamente vi a mis compañeros de trabajo dos veces; la primera mientras estuve hospitalizado, para verificar lo sucedido, y luego mientras estuve convaleciente en casa de mi mamá, cuando dos de ellos fueron a recoger ciertos materiales de trabajo que estaban allá, mas nada.

Así las cosas, sabía que mi último día en esa empresa sería un tanto mas complicado de lo que debería ser, porque no había mucho aprecio hacia mi persona. Por fin, cerca de las dos de la tarde salió el mismo individuo que me atendió a las 10 de la mañana y me llevó a la oficina de RRHH donde se dirigió a una mesa de conferencias, nos sentamos en sillas contiguas y puso sobre la mesa una carpeta:

- Bueno, señor Nuñez, lamento todo el retraso, pero es que faltaban algunas firmas para la decisión de su caso y recién ahora fue que pudimos recolectarlas.

- ¿Y cuál fue la decisión?

- Debido a que desde su accidente tuvimos que contratar otro auditor para que ocupara su lugar y han pasado nueve meses desde entonces, ya no tenemos ninguna vacante en el departamento, y no podemos despedir a su reemplazo, así que tenemos que terminar su contrato.

- Ya sabía que eso iba a pasar, pero habría sido mejor que hubiesen resuelto todo antes, así no habría estado sentado en recepción casi todo el día esperando algo que ya se sabia que iba a suceder.

- Tiene razón y me disculpo por eso, pero al final los que toman las decisiones son quienes controlan todo.

- Bueno, ni modo. ¿tiene mi cheque de liquidación?

- Sí, como no, aquí está.

Y me extendió un cheque, firmado por el presidente de la empresa. Revisé todos los renglones y estaban conformes, mi antigüedad registrada hasta el 17 de febrero, con los recargos por el despido injustificado, vacaciones fraccionadas y utilidades también fraccionadas, así que firmé el recibo y me fui. A todas estas eran casi las tres de la tarde, me sentía tan mal por como me habían tratado que fui a cobrar el cheque al banco Provincial del CCCT y una vez que recibí el dinero llamé a casa de mi mamá desde un teléfono público para decirle que iba a ir al cine a ver una película para relajarme un poco, todavía recuerdo su nombre: "El fantasma y la oscuridad" o en su nombre real: "The Shadow And The Darkness", acerca de la historia real de unos leones asesinos, protagonizada por Michael Douglas y Val Kilmer.

Esperaba no volver a ver a mis "apreciados compañeros de trabajo", pero poco mas de un año después me humillé a mi mismo buscándolos otra vez para encontrar trabajo en la misma empresa, ya comentaré eso cuando lleguemos a ese punto, pero puedo dar una alerta de spoiler, me arrastraron como me lo merecía.

Como empecé a buscar empleo apenas se inició el año, tenía alguna ventaja, aun así, en marzo fue que me contrató un español tramposo para la administración de su empresa, llamada Damivenca; tomé el puesto mientras me caía algo mejor porque vi que el tipo lo que tenía era un negocio para mover divisas cuya tapadera era una supuesta compañía de ensamblaje y reparación de computadoras.

Dos meses después me llamaron de Supermercados Victoria para ocupar un puesto de auditor, el jefe de auditoría era amigo de mi antiguo jefe, Coché, y él me recomendó. En eso duré tres meses porque luego me llamaron de una empresa perteneciente al Grupo Polar, el mejor empleador privado de Venezuela, para ocupar el cargo de jefe de oficina en el centro de distribución del oeste de Caracas de una de sus subsidiarias, Savoy Brands Venezuela.


De ese proceso tengo una anécdota que protagonizaron mi mamá y Simón Díaz. Sí, ese mismo, el que todo el mundo conocía como Tío Simón, el compositor de Caballo Viejo. La contratación en esas empresas es mas complicada que en otras de menor prestigio, e involucraba presentar papeles originales y hacerme un examen médico. Tenía que presentar mis títulos universitarios originales y, como para ese entonces ya el carro había sido reparado, pues mi mamá me acompañó a llevar los documentos al edificio de la Fundación Polar en la urbanización Los Cortijos de Lourdes en Caracas.

Cuando llegamos, estacioné el carro en un garaje al frente del edificio y me fui a cumplir con mi diligencia mientras mi madre se quedó en la entrada principal. El proceso tardó casi media hora y cuando bajo, me encuentro a los dos personajes conversando de lo mas animados en la puerta muertos de risa y echando cuentos. Mi mamá procedió a presentarme:

- Mira Simón, este es mi hijo menor, el papá de mi nieta Graciela.

- Mucho gusto, señor Díaz, es un gran honor para mí conocerlo - fue lo único que pude decir.

- Mucho gusto, Ramón, se te ve de lo mejor y tienes buen semblante ¿vas a trabajar aquí?

- Bueno, la oficina principal está aquí, pero voy a trabajar en el centro de distribución de Los Flores de Catia.

- Yo viví un buen tiempo por allá, claro, antes que las cosas se pusieran malas, pero todavía de vez en cuanto me doy mis escapaditas para visitar amistades ¿y cómo se está portando tu niña?

- La abuela ya debe haberle echado los cuentos de Graciela, no llega a los tres años y tiene un montón, es muy avispada y traviesa, siempre inventa algo nuevo.

- Caracha, eso sí es una buena cosa, porque quiere decir que va a ser bien inteligente, y la abuela se esponja como un sapo cuando le hablan de la nieta ¿no es verdad, Graciela?

- Imagínate, Simón, si es mi primera nieta.

- Tú siempre quisiste una hija y no se te dio, pero ahora con la nieta...

- Y tiene mi nombre, de paso. Ella es mi orgullo.

Seguimos hablando un rato mas y luego nos despedimos. Todavía me resulta increíble que mi mamá y Simón Díaz fuesen amigos de años.


Así entré a trabajar en el conglomerado industrial mas importante de Venezuela, con eso nuestros ingresos tendrían un aumento importante y así Gitty pudo respirar aliviada. Con 30 años ya no era una muchacha y luego del parto de Graciela se había convertido en una mujer de belleza perturbadora, que volvía locos a los hombres, a quienes no hacía caso en lo absoluto. Por alguna extraña razón, a pesar de discusiones y peleas típicas de pareja, seguía enamorada de mí.

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