lunes, 23 de enero de 2023

Nuestra historia de amor: Capítulo 120: La mudanza (Missouri, y IV)

 La hora de salida de los hoteles siempre era a las 11 de la mañana, no podía cambiar porque ese es el horario de check-out universal y la habitación tenía que estar desocupada para tal momento.

Ingresamos a la I-64 oeste y en menos de una hora estábamos entrando a St. Louis a través de un puente super angosto que cruzaba el río Mississippi, ese puente era tan estrecho que Gitty estaba asustada y pensaba que nos íbamos a quedar atorados.


 También le tomó una foto al arco de St. Louis desde la autopista.

Este fue el primer estado en el que estuvimos rodando todo un día, porque Missouri tiene la particularidad de tener dos grandes ciudades en sus extremos este y oeste mientras que la ruta entre ambas está casi totalmente deshabitada, con pueblos pequeños y caseríos regados a lo largo de la vía. A media tarde, cuando nos dio hambre, logramos recalar en uno de esos caseríos que tenía un restaurante como los que se ven en las películas y nos dieron un montón de comida a precios muy solidarios, porque servían bien burreado.

Algo muy interesante de aclarar es que, a pesar de lo mucho que se habla del racismo y xenofobia en el sur de EEUU y especialmente en sus zonas rurales, nunca sufrimos ningún tipo de mal trato o vimos malas caras; al contrario, siempre nos trataron de manera decente, correcta y muy amable; de hecho, las muchachas que nos servían las mesas siempre nos ponían dibujitos en los recibos, como caritas felices y cosas así. En lo particular no tengo la mas mínima queja de nuestro viaje sino muy bonitos recuerdos.

Entramos a Kansas City después de las ocho de la noche, donde hicimos el cambio de la I-70 a la I-29, esta autopista tiene la particularidad de fluctuar a lo largo de tres estados, Missouri, Nebraska y Iowa; en un momento estábamos en Missouri, unas millas mas allá en Nebraska y otras mas allá en Iowa. Esa noche sí se nos pusieron las papas duras para conseguir donde dormir porque no había vacantes, hasta que a las 10 encontramos una posada que tenía una habitación disponible.

El cuarto era bien bonito y la posada tenía buen ver, cosa que pudimos comprobar en la mañana, porque esa noche caímos como piedras debido el cansancio del día y lo tarde que encontramos un lugar donde recostar los carapachos.

Esta fue la primera vez en el camino que nos encontramos monte adentro, sin ciudades dignas de tal nombre en las cercanías, y así seguiría siendo hasta llegar a Seattle. Para la noche del martes habíamos pasado o al menos transitado en parte por ocho estados: Florida, Georgia, Tennessee, Kentucky, Illinois, Missouri, Nebraska y Iowa.

Todavía no llegábamos a la mitad de la ruta.

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