viernes, 20 de enero de 2023

Nuestra historia de amor: Capítulo 117: La mudanza (I)


Y llegó el 21 de enero, el día de la mudanza. Los preparativos habían terminado y lo que quedaba era buscar el camión y meter los peroles. A las nueve de la mañana fui a Home Depot a recogerlo y llevarlo a la casa, apenas llegué Gitty y yo empezamos la faena que terminamos a mediodía; luego tenía que regresar al estacionamiento de Home Depot para engancharlo al trailer donde se iba a montar la camioneta y proceder a subirla y fijarla.

Parecía fácil de hacer, pero no lo era. Duré tres horas intentando completar esa tarea y  gracias a la ayuda de un par de caballeros que estaban de compras en la tienda fue que pude terminarla.

Con todo listo fue que por fin salimos de la ciudad, a las 5:30 de la tarde del 21 de enero de 2012 arrancamos del estacionamiento de Home Depot en la calle ocho para iniciar un nuevo capítulo en nuestras vidas; de paso era la primera vez que manejaba un camión full de carga y con un trailer pegado atrás.

El día jueves habíamos ido a la tienda Brandsmart que estaba en la US1 para comprar algunos artículos que íbamos a necesitar, incluido un aparato guía GPS de la marca Garmin, porque todavía en aquel tiempo la aplicación de Google maps no ofrecía ese servicio en tiempo real. Esa tienda vendía todo mas barato, pero la calidad de los artefactos era dudosa, muchas cosas que compramos ahí se dañaron en muy poco tiempo sin mayor garantía, pero la diferencia de precios con respecto a otras hacía que el riesgo valiera la pena.

Con el GPS instalado en el camión, puse el destino y el aparato nos enseñó la ruta a seguir; eran casi 4.000 millas atravesando el país entero, desde el extremo sudeste hasta el extremo noroeste. Todo ese trayecto nos tomaría una semana en recorrer mientras no se presentaran inconvenientes climáticos importantes y las vías estuviesen practicables.

Ya en la I-95 norte dio la casualidad que en la radioemisora que teníamos puesta empezó a sonar esta canción, como si los dioses nos estuvieran mandando un saludo al hacer esta ruta por primera vez, una que mucha gente nativa del país no ha hecho. Lo que íbamos a hacer era rodar hasta que tuviésemos que descansar y allí buscaríamos un hotel para pasar la noche; así sería todos los días.

Habíamos calculado que la jornada de viaje diaria duraría aproximadamente nueve horas, su inicio sería a las 11 de la mañana y terminaríamos a las 10 de la noche a mas tardar, tomando en cuenta al menos una parada para comer y las necesarias para echar gasolina, ir al baño y pasear a Lucy.

Como era un camión cargado con un trailer todo el conjunto pesaba mas de 10.000 libras, así que eso nos obligaba a detenernos en todas las estaciones de pesado que nos encontráramos en la vía siempre que estuvieran abiertas; debíamos entrar a todas ellas al igual que los camiones y gandolas de carga. Además de esto, teníamos que cumplir estrictamente con los límites de velocidad establecidos para vehículos de carga, so pena de ser detenidos por las autoridades competentes en la vía o consumir mas combustible.

Para las 9 de la noche pasábamos por las cercanías de la ciudad de San Agustín y Gitty me dijo que sería buena idea buscar un hotel, que la jornada había sido larga y estábamos cansados; además me había lesionado la mano derecha durante el proceso de carga y me dolía bastante, por lo que era mejor detenernos a descansar por la noche. Así las cosas, encontramos un hotel de la cadena Quality Inn con habitaciones disponibles y pagamos por una para la noche; Gitty tenía todo planificado y había arreglado dos maletas con todo lo que íbamos a necesitar durante el viaje.

Uno de los mejores rasgos de Lucy era el de ser silenciosa, ella casi nunca ladraba, y esto unido a que era chiquita hacía muy fácil meterla de contrabando en los hoteles junto con los abrigos y chaquetas porque no se podía detectar, aun pasando por el lobby; de esa manera podríamos ahorrarnos algún dinero al no pagar el depósito para mascotas además de no tener que estar buscando hoteles que las aceptaran, porque no todos permitían su presencia en las habitaciones.

Una vez que nos instalamos procedimos a bañarnos y al arreglarnos para dormir nos dimos cuenta de un detalle; el vigilante nocturno del hotel era un gato negro que paseaba al frente de todas las habitaciones para asegurarse que todo estuviera en calma y sin problemas. Lo grave en este caso era que Lucy le tenía fobia a los gatos y apenas olió al guachimán enpezó a bufar, y si el gato le iba con el chisme a la gente de la recepción se nos iban a complicar mucho las cosas, así que todos empezamos a decirle que se callara y no hiciera bulla porque nos iba a meter en un lío. Al final Lucy nos hizo caso de mala gana y siempre que sentía al gato pasar levantaba la cabeza a ver qué iba a hacer el felino.

La mañana del domingo 22 nos levantamos bien descansados y a las 11 reiniciábamos la ruta, luego de desayunar en el hotel. Empezábamos nuestro segundo día de viaje.  

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