Gitty me había dicho que ella se encargaría de lo de la renovación del alquiler. No sé lo que hizo o le dijo a la dueña de la casa, pero consiguió que en vez de renovar el contrato por un año cuando se venció el 31 de octubre, se pudiera pagar mes a mes sin aumentos ni penalidades.
Ya ella estaba concentrada como un rayo láser en enero, nos teníamos que ir antes del último de ese mes; en pleno invierno y con todo lo que ello implica, pero no había otra salida; lo había decidido así y así se iba a hacer.
Todavía no me sentía muy cómodo respecto a lo de los estudios de Graciela, pero Gitty fue clara y tajante a ese respecto:
- Tendrá que adaptarse, no podemos seguir en esto, ya está bueno de que tú estés por allá y nosotras por acá; debemos estar todos juntos. Mucho peor fue cuando nos vinimos de Venezuela y aquí estamos.
Así que no quedaba otra alternativa, a lo hecho pecho.
Esas navidades las pasamos embalando cosas porque debíamos tener todo listo para el año nuevo; Gitty quería irse el 15 de enero, pero eso dependía también de la disponibilidad de camiones para mudanza y ese día no había ninguno. Al final, encontramos uno de Penske, que se alquilaba a través de Home Depot y que nos quedaba cerquita porque la tienda estaba a menos de cuatro cuadras de la casa; el camión estaría disponible el 21 de enero, así que esa fue la fecha definitiva de nuestra salida de Miami.
El primero de enero de 2012 nos fuimos a cenar al restaurante Casa Juancho de Miami, que era la sucursal del homónimo que tenía años en la urbanización Altamira de Caracas. El de Miami estaba ubicado entre la calle ocho y la avenida 26; como nunca pudimos ir al de Caracas porque era muy caro para nuestros bolsillos, pues fuimos al otro que es muy parecido al caraqueño. Cenamos muy bien porque la comida era excelente, Gitty y yo brindamos por la buena fortuna en nuestro nuevo destino y una mudanza sin novedades, también nos tomamos algunas fotos.
Estábamos listos para iniciar la última etapa de nuestra vida en común, porque dijimos que no nos íbamos a mudar de nuevo, que echaríamos raíces definitivamente en esa ciudad; claro que no teníamos en mente, ni en nuestras mas horribles pesadillas, que poco mas de diez años después ella se quedaría en Seattle para siempre.
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