lunes, 16 de enero de 2023

Nuestra historia de amor: Capítulo 113: Diligencias y nuevos amigos.

 Era la primera vez en mi vida adulta que me quedaba en una casa ajena, así que mi aproximación fue radical, tratar de ser algo como un agujero negro dentro del lugar y que mi presencia pasara lo mas desapercibida posible para no causarle ninguna incomodidad a mis anfitriones, que se veía a leguas que eran personas decentes y bien nacidas.

Al final tal aproximación no sirvió de mucho porque también eran muy sociables y no querían que fuera un inquilino sino un amigo, y para poner la cosa mejor otro amigo de ellos se quedaba a veces a dormir en otra habitación de la casa, que era bastante grande. Así conocí al señor Dan, que de paso era científico y oceanógrafo, casi nada. Al final, pasé a formar parte de un grupo de personas extraordinarias sin casi darme cuenta y puedo decir que fue uno de los mejores tiempos que pasé en la vida, al estar rodeado de gente que podía parecer extraña pero para nada lo era, que se convirtieron en amigos cercanos y me siento honrado de que me hayan ofrecido su amistad, y no solo a mí, sino a toda mi familia. Adoran a Graciela, amaban a Lucy y ni hablar de como querían a mi amada Gitty.

Hicimos muchas cosas juntos, a veces cuando llegaba del curso o de hacer diligencias y estaban cenando me invitaban a su mesa, también hicieron una cena donde pude enseñarles a hacer arepas, y luego crearon una variación del proceso de cocción muy interesante usando el horno. Esa noche el señor Dan encontró una licorería donde vendían ron Santa Teresa y compró una botella, la que nos tomamos durante la celebración.


También un sábado me invitaron a un evento de recaudación de fondos en el que si alguien donaba una cantidad específica de dinero para la causa (que en este momento no recuerdo bien, creo que era para el hospital de niños), tenía la oportunidad de bajar en rappel  por la fachada de uno de los edificios emblemáticos del centro de la ciudad, la torre Rainier. Así que la señora Clarice se fue para allá, subió por dentro y bajó por la parte de afuera.

Luego de esa experiencia tan interesante fuimos a almorzar a un restaurante de las cercanías llamado Palomino donde comimos y brindamos por lo bien que salió todo.

También fui con el señor Dan a un restaurante especializado en comida puertorriqueña llamado La Isla que quedaba en Ballard, cerca de la casa. Desafortunadamente ese restaurante se incendió hace poco y ya no está en servicio.

Como es de imaginarse, también me tenía que ocupar de las diligencias, y la mas importante era encontrar una escuela para Graciela; en el condado King había dos que tenían un currículum muy similar al de Coral Gables, que eran Chief Sealth en West Seattle.

E Interlake en Bellevue.

La escuela tenia que tener tanto materias AP como el programa IB para que nuestra hija se pudiera transferir. Al final parecía que Interlake era la mas adecuada y así se lo hice saber a Gitty para que le dijera a Graciela y se pusiera a investigar en el portal de la institución.

También me puse a averiguar acerca de potenciales alquileres, pero al final me di cuenta que la única solución viable era buscar cuando llegáramos allá; no había alternativa posible, había que caminar mucho y el tiempo disponible era muy poco. Lo que sí pude hacer fue sacar la licencia de conducir, que fue un proceso relativamente fácil; presenté la licencia de Florida, hice un examen teórico sencillo, me revisaron la vista y varios días después fui al examen práctico. Sin embargo, un día antes de ese examen tuve un accidente al tropezar en una acera con mi "pata de piedra", como Gitty llamaba a mi pie lesionado cuando el famoso accidente que tuve en 1996. El pie se dobló por completo de adelante hacia atrás y casi no podía caminar, pensé en ir al hospital pero decidí no hacerlo porque era casi seguro que me iban a inmovilizar el pie y no podría presentar el examen práctico, así que con una tobillera y analgésicos resolvería hasta que bajara la inflamación.

Gitty se asustó cuando le dije lo de la pata, pero le manifesté que se quedara tranquila que eso no me iba a matar, que en unos días estaría bien y prefería eso a que me fuesen a poner algo que me limitara la movilidad.

Por cierto, antes del accidente fui a un par de juegos de los Marineros porque quería ver a Félix Hernández, el estelar pitcher venezolano del equipo, pero no tuve suerte porque los contrarios le cayeron a palos, en el mismo primer inning le hicieron cinco carreras. Como si esto fuera poco, los marineros también perdieron el segundo partido, y por paliza.

Con todas estas actividades el tiempo pasó volando, el 15 de agosto terminaba la fase presencial y volvería a Miami el 16 en la tarde, por lo que vendría llegando a la casa el 17 en la mañana. Como mi mamá y Gitty me enseñaron que uno cuando está en casa ajena debe dejar todo perfectamente limpio y arreglado antes de irse para causar una buena impresión y no quedar como un cochino, pues me fajé a lavar el baño, la ropa de cama, limpiar el cuarto y el pasillo, dejarlo todo como un quirófano de hospital, y pasé todo el día en esas actividades.

Mis anfitriones, en un gesto que los enaltece, se ofrecieron a llevarme al aeropuerto, cosa que no quería que hicieran para no molestarlos, pero como vi que se iban a sentir ofendidos si no aceptaba, pues se los agradecí y les prometí que la próxima vez que nos viéramos, el año siguiente, sería con toda mi familia, incluida Lucy.

Serían los últimos meses de nuestra estancia en Miami. 


No hay comentarios.: