26 años después de habernos graduado, nuestra hija pasaba por la misma experiencia.
La meta que nos habíamos propuesto desde antes que ella naciera había sido alcanzada. Hacerla una profesional universitaria igual que sus padres, se había graduado en una de las mejores universidades del mundo y con excelentes notas. De hecho en el último semestre de 2015 logró entrar en la lista del decano de la facultad como una de las alumnas sobresalientes en la escuela de Ciencias Políticas.
Gitty veía recompensados sus esfuerzos de madre al ver a su hija graduarse mientras consideraba que este era apenas el primer paso en su carrera universitaria, puesto que tanto ella como yo creíamos que debía continuar hasta conseguir un PhD, grado que debería ser su cima académica personal.
Lo cierto del caso es que al igual que nos pasó a nosotros, las ceremonias llevarían tres días; el jueves 9 fue la correspondiente a su facultad, el viernes 10 fue el acto especial para los graduandos inmigrantes y el sábado 11 la graduación general de todas las escuelas y facultades de la universidad.
Fueron días de mucha carrera y sobresalto porque teníamos que salir del apartamento hasta el campus, y con el tráfico de Seattle no era fácil llegar a tiempo a los actos; especialmente el del sábado que iba a ser en el estadio de la universidad frente al hospital, sin embargo logramos llegar temprano a todos.
El jueves 9 a las 11 de la mañana fue el primero, en la sede de la facultad que puede traducirse al español como de Ciencias Sociales.
El viernes 10 fue el acto de los graduandos inmigrantes en el Centro Étnico Cultural de la universidad, al que no pude asistir porque tenía que cumplir con mi trabajo.
Y el sábado 11 a la una de la tarde fue la ceremonia final en presencia de todas las autoridades universitarias.
Si bien ambos estábamos muy orgullosos de Graciela por su logro académico, Gitty se sentía la mujer mas feliz del mundo al ver a su hija de toga y birrete. Desde entonces nunca dejó de recordarle que debía ponerse a estudiar sus postgrados, que no se quedara en ese título solamente, que debía seguir mas allá. Aun cuatro días antes de su fallecimiento se lo recordó por teléfono, que no podía seguir manguareando y tenía que ponerse a estudiar en serio.
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