domingo, 9 de abril de 2023

Nuestra historia de amor; Capítulo 192: La etapa Wallerstein.

Durante el primer semestre de 2017 Gitty estuvo desempeñando suplencias hasta que consiguió el empleo con el rabino de la sinagoga de Capitol Hill. Como no tenía que trabajar todo el tiempo y yo llegaba tarde en la madrugada, ella se acostaba a dormir temprano y alrededor de las cuatro de la mañana se despertaba a ver televisión; casualmente, la cadena Telemundo, en su horario previo al noticiero de la mañana, había iniciado una programación dedicada a los grandes cineastas mexicanos y así presentaba a esa hora una película dirigida por el que estuviesen homenajeando al momento.

En esos meses el ciclo estaba enfocado en los Wallerstein, padre e hijo, ambos de igual nombre, Mauricio. El padre tenía una muy extensa filmografía, toda rodada en México, mientras que el hijo vivió en Venezuela bastantes años y muchas de sus películas fueron hechas allí con actores venezolanos.

Así, cuando llegaba de trabajar, me encontraba a Gitty viendo televisión en el cuarto y me ponía a ver la película con ella también. Cuando estaba cerca de salir del trabajo me llamaba para saber aproximadamente a que hora estaría cerca del edificio y tener a Lucy lista para que bajara a hacer pipí; yo le decía y así apenas sentía que había parado el carro abría la puerta para que nuestra perra bajara las escaleras a donde yo estaba y procediera a desahogarse.

Luego subíamos juntos, Gitty la aseaba mientras me bañaba, a continuación nos acostábamos y veíamos nuestra película de Telemundo con todo y sus interrupciones por los comerciales. Esta etapa duró casi tres meses, porque ambos directores tenían alrededor de 100 películas entre los dos, especialmente el padre, y la disfrutamos mucho. De hecho, Gitty cuando empezó su nuevo empleo me dijo que iba a extrañar mucho ese período en que nos pusimos a ver todo ese montón de películas para luego ponernos a dormir.

Y así era, la proyección terminaba aproximadamente a las seis de la mañana, apagábamos la TV y nos acostábamos; ella se levantaba como a las ocho y media mientras yo seguía hasta la una de la tarde. Para el momento en que salía del cuarto ya había sacado a Lucy, preparado el almuerzo y estaba en la sala navegando en Internet, escuchando música o viendo la televisión.

- La felicidad no es una situación permanente ni inamovible, está compuesta de instantes que nos hacen felices, y la sumatoria de todos esos instantes mágicos es la que determina si hemos sido felices o no.

- Esas noches fueron muy felices para mí, compartir contigo cuando llegabas del trabajo y luego irnos a dormir al mismo tiempo era maravilloso, ¿tú no te sentías igual?

- Sí, me gustaba poder compartir contigo al llegar del trabajo, eso me hacía sentir muy bien, esas madrugadas me gustaban mucho, fue un período corto, pero lo pasamos muy bien.

- Lástima que no duró mas tiempo.

- Bueno, pero lo sustituyeron otros momentos también muy bonitos, nada nos dura para siempre, por eso todo hay que disfrutarlo mientras dure.

- Tienes razón, pero como me gustaría echar para atrás el tiempo y revivir esos días.

- Si pudiéramos retroceder el tiempo yo sé hasta donde lo retrocedería, ten eso por seguro.

- ¿Hasta dónde?

- Hasta el 2012, para que te detectaran lo que te estaba pasando bien temprano y te hubiesen arreglado todo antes que cogiera fuerza.

- Sí, pero eso no se puede hacer.

- Eso es lo malo, por eso mismo lo que nos queda es recordar los buenos momentos, esos que pasamos tan felices, y atesorarlos en la memoria.

- Eso es lo único que nos vamos a llevar cuando nos llegue la hora, ni dinero ni riquezas, ni siquiera la ropa.  

- Por eso en la vida hay que disfrutar los momentos, es lo único que nos vamos a llevar, como esta temporada de las películas madrugadoras.

- Sí, siempre voy a recordar eso, no fueron momentos extraordinarios, sino simplemente pacíficos, tranquilos y bonitos.

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