viernes, 7 de abril de 2023

Nuestra historia de amor: Capítulo 190: Vivir con cáncer.


 Para abril de 2017 se detectaron algunas células malignas en el abdomen, por lo que había que empezar de nuevo con sesiones de quimioterapia; no serían tan agresivas como las del año anterior, pero igual tenía que atacarse ese brote antes que cogiera vuelo. La doctora decidió continuar con el Avastin exclusivamente de forma indefinida mientras se evaluaba el uso de  inmunoterapia.

Para nosotros se había instituido una nueva rutina, rutina que incluía llevarla al UWMC porque debido a trabajos de remodelación en el SCCA una parte de los médicos e investigadores se había mudado provisionalmente al hospital y uno de ellos era la doctora Swisher que se llevó a todas sus pacientes con ella. Como a casi tres años de haber empezado los cursos la carga académica me había disminuido y pasaba mas tiempo haciendo investigación, tenía algo mas de tiempo libre durante el día y así acompañaba a Gitty cuando tenía sus citas.

Se había acostumbrado a ir sola a las consultas con Monika la terapeuta y el doctor Behrens, pero cuando iba al UWMC la acompañaba a todas las actividades, incluidas las sesiones de quimioterapia que duraban alrededor de dos horas y luego la llevaba a casa. Pasábamos el rato conversando o viendo Internet, especialmente cosas divertidas para que estuviera distraída, como este chiste de Álvarez Guedes.

También en abril cambié de carro, ya la camioneta estaba empezando a pedir dinero y preferí buscar un carro híbrido que me resultara mas económico. En la Honda de Everett me presentaron una buena oferta y compré un Accord híbrido

Tenía garantía de por vida y cambios de aceite y filtro sin costo, además de una suscripción de mantenimiento que cubría prácticamente todo el mantenimiento mayor del carro, no era mal negocio y rodaba en promedio cincuenta millas por galón de gasolina a diferencia de la camioneta que chupaba un galón cada 18 millas.

También Gitty, que se la pasaba viendo el noticiero local de Univisión a las seis de la tarde, empezó a fastidiarme para que escribiera algo y lo presentara en un concurso literario que promocionaron por allí, certamen organizado por una fundación creada para expandir el conocimiento de la lengua castellana en la ciudad y cuyo nombre es Seattle escribe.

- Los representantes de la fundación estuvieron en el noticiero donde dijeron que un jurado iba a seleccionar 20 ganadores y les iban a publicar sus escritos. Tú eres muy bueno escribiendo, escribe algo y mándalo, a lo mejor ganas.

- Yo no me voy a poner en eso, luego pierdo y eso da mucha pena. Es mejor quedarse con la duda de que uno es maleta escribiendo y no tener la certeza cuando te rechacen el manuscrito.

- Tú si eres negativo, eres muy bueno y puedes estar entre los ganadores. Deja la pendejada y escribe algo, el tema del concurso es acerca de puentes.

- Es que no quiero pasar pena, después quedo en ridículo.

- ¿Y tú no ganaste un concurso de literatura cuando estabas en tercer grado de primaria, que hasta le ganaste a estudiantes de bachillerato con un cuento? En casa de tu mamá estaba el trofeo que te dieron.

- Sí, fue por un cuento, tenía siete años cuando lo escribí.

- ¿Y cómo era que se llamaba?

- "El gatico glotón"

- Si a esa edad ganaste un concurso no veo por qué no puedes ganar ahora otro.

- Porque una vaina son estudiantes en un colegio y otra muy diferente es gente adulta donde deben estar hasta doctores en filosofía y letras. Entonces va a llegar el güevón de Ramón Nuñez con su escrito y el jurado y los concursantes se van a cagar de la risa leyendo esa vaina y van a botarla por la ventana.

- ¡Coño vale, no seas tan negativo! ¡Escribe y manda esa vaina y ya!

- Bueno, no te arreches.

- ¡Claro que me arrecho, siempre tienes un mojón metí'o!

- Bueno, voy a escribir algo para que no te arreches, lo mando y ya, así dejas la joda para que te dediques a tus medicinas y estar pendiente de curarte, que eso es lo importante.

Todo esto fue durante una de las rondas de Avastin en UWMC. Por cierto que la pieza que iba a enviar al concurso la escribí también en el hospital mientras la acompañaba en otra cita.

Gitty se había puesto a buscar empleo ya en serio con sus referencias porque no quería estar todo el tiempo metida en la casa y quería trabajar part time. Al final encontró uno con la comunidad judía ortodoxa de Seattle y así asistía al rabino en todo lo que tenía que ver con niños y ancianos durante las actividades de la comunidad junto con varias otras personas a quienes supervisaba. Esto no implicaba mas de 20 horas a la semana, aunque durante los días de celebraciones religiosas y algunos sábados tendría que asistir porque se necesitaban los servicios del personal de apoyo. Ese sería el trabajo que desempeñaría hasta sus últimos días de vida.

No nos quedaba otra que adaptarnos, esa es la única manera de sobrevivir. No sobrevive ni el mas fuerte ni el mas grande, sobrevive quien se adapta mas rápidamente a los cambios.  

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