Al paralizarse todo por motivo del COVID-19, las campañas de los partidos también se frenaron y pasaron a ser casi que underground, así que la bebé de Gitty se quedó sin empleo, mas no por mucho tiempo, porque gracias a sus contactos políticos encontró otro en el equipo de una estrella en ascenso que acababa de ser electo concejal del Condado King, Girmay Zahilay.
Ingresó como coordinadora de relaciones comunitarias en plena cuarentena, cuando todo estaba cerrado a cal y canto, y ese fue el empleo que se adaptó a su forma de trabajar. Luego de pagar su noviciado con la jefe de gabinete, todo empezó a discurrir plácidamente y continúa así hasta ahora; ella tiene la mística de trabajo de su madre y esa es la mejor virtud que puede tener un trabajador, especialmente en el área profesional y técnica.
También estaba haciendo un curso de formación de cuadros y activismo político en el partido Demócrata del estado, ya que se le considera alguien que puede tener mucho futuro, si bien ella prefiere no meterse en cargos de elección popular, es mejor estar tras bambalinas mientras se oye crecer la hierba.
Y entre el nuevo empleo y el curso, pues conoció a un muchacho. Gitty se la pasaba preocupada diciendo que debíamos haber tenido mas hijos, porque depender de una sola para que dejara descendencia era algo muy riesgoso; a lo que yo le respondía que si al final se decidía, pues a lo mejor ella tendría los hijos que nos faltaban a nosotros, con lo que Gitty al final se consolaba con esta frase:
- Un hijo hace un pueblo.
Graciela había tenido muchos pretendientes, desde un suboficial de la armada hasta un agente de la policía del estado, pero nada serio se había iniciado, para angustia de su pobre madre.
- Esa hija de nosotros se va a quedar para vestir santos.
- La cosa no es como antes, ahora la gente se casa a los 50 años y tienen nietos sin pasar por los hijos; así que no te preocupes, en algún momento encontrará a alguien, aunque me da mucha pena por el desventurado, porque con ese carácter que ella se gasta.
- Graciela es mas amarga que la 💩.
- Bueno, tampoco así, que tú tampoco eras fácil.
- Sí, pero yo era muy dulce contigo, y no me digas que no.
- Eras muy dulce, pero había días que no se te podía ni ver, a veces yo iba a tu casa y me pasabas al frente y de vaina me decías hola.
- Pero eso no era todo el tiempo, siempre te hacía cariño.
- Pero otras veces no podía ni acercarme a ti, y así sigue siendo hasta el sol de hoy, que a veces te voy a abrazar y me dices: ¡no me toques!, y brinco pa'trás como pica'o 'e culebra.
- Eso no es para tanto.
- Y Graciela tiene la mezcla tuya y de mi mamá, que el único gesto de cariño que tuvo hacia mi papá fue cuando de vaina no le abrió la cabeza por la mitad con unos zapatos de tacón alto.
- Tu mamá era muy jodida.
- Entonces la Graciela con esa mezcla es peor que una tigra.
- No queda sino esperar a ver si algún día se enamora de verdad.
Y así parece que fue, porque empezó a comentarnos del muchacho y se veía bastante interesada. Mientras tanto le recordábamos que debía seguir estudiando a ver si por fin entraba a la escuela de derecho o hacía algún otro tipo de postgrado, porque no podía quedarse con la licenciatura, que nosotros ya a los dos años de graduados estábamos sacando maestrías, y si no seguimos hasta los PhD fue porque nos tuvimos que ir de Venezuela.
Sin embargo, lo cierto del caso es que para el otoño de 2020 ya Graciela estaba iniciando una relación amorosa, como quiera que sea, y seguía deshojando la margarita de los estudios de quinto nivel.
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