Para el mes de junio las restricciones debido a la pandemia habían disminuido un poco, pero igual había que mantener todas las precauciones posibles porque no existía tratamiento médico ni vacuna para prevenir la infección; además, Gitty, al ser paciente de cáncer, estaba en el grupo de personas de alto riesgo para quienes era sumamente peligroso el contraer COVID-19 porque su índice de mortalidad era muy elevado.
En ese entonces los hospitales habían llegado a un nivel de ocupación que les permitía reiniciar procedimientos electivos y así tuve que ir a Harborview a mediados de ese mes con la finalidad de hacerme los exámenes gástricos que tenía pendientes, la endoscopia del tracto superior y la colonoscopia.
Me hicieron los procedimientos y Gitty fue mi acompañante porque no podía asistir sin otra persona, si no tenía quien me acompañara cancelarían la cita. Por suerte no hubo mayores novedades mas allá de pasar toda la noche previa a los exámenes metido en el baño debido a los efectos del purgante que le dan a los pacientes para que el colon quede completamente limpio y así se pueda introducir el tubo sin problemas para ver todo lo que tiene que ser visto sin desperdicios que obstaculicen la cámara.
Al final me diagnosticaron esofagitis, reflujo gastroesofágico, acidez estomacal, síndrome del intestino irritable y hemorroides. Nada del otro mundo.
Ese verano Gitty seguía sin cáncer, pero no podíamos salir a ningún lugar por el problema de la pandemia, así que lo que hicimos fue salir a pasear a parques y lugares abiertos como la costa del océano Pacífico en Ocean Shores.
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