sábado, 13 de mayo de 2023

Nuestra historia de amor: Capítulo 224: La pandemia.


 COVID-19 nos alcanzó el 18 de marzo de 2020, cuando el jefe nos reunió y dijo que por orden superior todo el mundo iba a trabajar media jornada en horarios escalonados hasta que los kits de detección rápida estuviesen ampliamente disponibles para todos los días; durante el tiempo de trabajo sería obligatorio el uso de mascarillas faciales N-95 de las que se tenía un inventario suficiente para cubrir nuestras necesidades por varias semanas. Así las cosas, mi nuevo horario de trabajo sería de cuatro de la tarde a nueve de la noche.

A Gitty también le notificaron que debería usar mascarillas N-95, que como cosa rara yo había empezado a acaparar desde noviembre para que ella las pudiese usar llegado el momento. Desde luego que estas nuevas circunstancias complicarían su tratamiento porque las consultas con la doctora pasarían a ser virtuales y tendría que asistir sola a muchos procedimientos por las nuevas políticas hospitalarias de restringir al máximo la circulación de personas dentro de las instalaciones para evitar contagios adicionales.

Por esos mismos días se iniciaron las medidas de contención a nivel federal, si bien en el estado ya habían sido implementadas semanas antes, y quizás gracias a tales medidas el impacto del virus no fue tan brutal como en otros estados; aquí no se llegaron a ver hospitales de campaña del ejército ni cavas refrigeradas fuera de los hospitales para meter los cadáveres de los enfermos que morían como moscas, algo absolutamente espantoso.

Al final, Gitty y yo nos quedamos encerrados en el apartamento y solamente salíamos para trabajar y hacer las diligencias mas urgentes, siempre bien enmascarados; de hecho, para asegurarse, ella usaba doble máscara, una N-95 y otra quirúrgica para así filtrar el aire al máximo posible. Al mismo tiempo confeccionó unas de tela con doble capa de N-95 por dentro que sacamos de unos  filtros de aire acondicionado que habíamos comprado en la ferretería McLendon como reserva.

Como es natural, le dijimos a Graciela que debía mantener las medidas de seguridad para que nos pudiera visitar porque su mamá no podía correr el riesgo de ser contagiada, simplemente era muy peligroso. Durante esos tiempos también tenía que hacerme algunos procedimientos médicos para revisar mi sistema digestivo, pero al no ser urgentes fueron pospuestos hasta nuevo aviso.

Durante el confinamiento nos tocó adaptarnos a la nueva realidad y pasaron algunas cosas muy cómicas, como cuando cerraron los autolavados y me tocó lavar el carro a mano, cosa que solo hice una vez. Eso fue un domingo y Gitty me advirtió que no era buena idea hacerlo porque tendría que subir y bajar las escaleras varias veces porque vivíamos en un tercer piso; al final le dije que podía hacerlo y lo hice bajando con los contenedores de agua llenos y subiendo con ellos vacíos para finalmente bajar la aspiradora y limpiar el carro por dentro. Terminé el trabajo, pero al día siguiente no me pude parar de la cama porque me dolía todo el cuerpo.

Cuando me fui a levantar no pude y tuve que llamar a Gitty para que me ayudara; cuando me vio se echó a reír y me dijo:

- Te lo dije, que ibas a amanecer con dolores en todas partes, te voy a dar dos tramadol porque así no te vas a poder mover.

Dicho y hecho, me dio las dos pepas y como una hora después fue que pude levantarme de la cama para medio funcionar durante el día.

- Tú sí eres güevón, te dije que no te pusieras en esa vaina porque ya no estás pa' eso y no me paraste bolas, mas le paró RinTinTin a Rostin que tú a mí. Ya estás muy viejo para esas vainas.

- Es que creía que iba a poder, y pude, pero hoy amanecí que no valgo ni medio.

- Bueno, ya sabes para la próxima.

- No, ni de vaina va a haber próxima, así no puedo, me desarmo.

- Deja ese carro sucio, ni que te fueran a dar premios por tenerlo limpio.

Pocas semanas después reabrieron los autolavados y pude volver a mi rutina de aseo automotriz, pero Gitty siempre se acordaba de ese día en que no pude levantarme de la cama.

La pandemia nos cerró la posibilidad de asistir a night clubs por razones obvias, así que nos quedábamos en casa los fines de semana, y eso duró varios meses. El último lugar al que asistimos antes de la emergencia sanitaria fue al baby shower del primer nieto de la señora Isabel, Forrest, que nació en plena explosión de la pandemia. 

Para que Gitty no se deprimiera, como yo era quien mas se la pasaba metido en Internet, le enviaba videos cómicos o bonitos para mantenerle el ánimo arriba, y como ella tenía acceso a mis cuentas de Facebook e Instagram, pues eso también la ayudaba mucho. Estos dos videos fueron los que mas le gustaron, junto con el que abre este capítulo.


Como lo he dicho antes, al final no sobrevive ni el mas fuerte, ni el mas inteligente, ni el mas grande, ni el mas rico. Sobrevive el que se adapta mas rápidamente a los cambios, y eso fue lo que hicimos, adaptarnos a la pandemia lo mas rápidamente posible.

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