domingo, 21 de mayo de 2023

Nuestra historia de amor: Capítulo 231: Gitty, la pepeneadora.


 La mayor queja de muchos hombres al iniciar una relación amorosa con una mujer está vinculada directamente al uso que ella hace del dinero y de allí empiezan a decir que gasta mucho, que se da muchos lujos; y hasta algunas dicen que "son caras" o de "elevado mantenimiento".

Este no fue el caso de Gitty, a decir verdad era exactamente lo contrario. Nunca fue mujer de lujos y solamente se llegó a comprar dos o tres vestidos de alta costura; prefería ir a un lugar de precios solidarios que gastar dinero en sitios mas refinados y era increíblemente ahorrativa. Desde que nos casamos llegamos a un arreglo económico en el que yo cubriría la mayor parte del presupuesto familiar mientras que lo que ella ganaba servía para cubrir los huecos que no alcanzaba a tapar con mi salario; de esa manera podía ahorrar gran parte de sus ingresos y quedaba a cargo de las inversiones familiares. Como le decía a veces: "abro un hueco para tapar otro."

Gracias a ese arreglo, pudo comprar una casa a los seis años de habernos ido a vivir juntos, y pagarla por completo a los ocho. También logró construir el capital necesario para emigrar y sobrevivir el tiempo necesario mientras nos estabilizábamos.

Pero eso no era lo único que hacía, si veía en la zona del basurero algo que podía ser rescatado, pues lo rescataba; o si alguien iba a botar algo que ella podía arreglar, pues lo arreglaba.

Una tarde ella me mandó esta foto por mensaje de texto.

La llamé y le pregunté que qué eran esas sartenes.

- Alguien las botó y las puso en la cerca del basurero.

- ¿Y tú recogiste esa vaina? ¿Acaso no tenemos bastantes sartenes?

- No importa, porque siempre se pegan.

- ¿Y cómo sabes que esas no se van a pegar?

- Voy a hacer la prueba.

- Pero esas bichas deben de estar llenas de toda verga, hasta microorganismos extraterrestres.

- Las rocié de cloro, lo dejé reposar por media hora, luego las lavé con cloro y jabón, les eché bar keeper para sacarles las manchas y luego las volví a lavar con jabón y agua caliente.

- ¿Y para qué las vas a usar?

- Para lo que sea.

- Bueno, está bien.

Y así fue, les dio mucho uso y resulta que tenían bastante vida útil por delante.

Otra vez me pasó esta foto, de hecho fue antes de que se le diagnosticara el cáncer.

Cuando llegué al apartamento le pregunté que de qué iba esa olla de presión.

- La que estaba a cargo de cocinar dejó quemar una comida en esa olla y le dijeron que la botara porque igual estaba muy vieja, yo le dije que me la diera, que la podía salvar.

- ¿Y entonces?

- Me la traje, le eché agua y jabón, puse a hervir eso, se le despegó bastante de lo quemado, agarré una esponja de brillo y otra metálica, porque dejé esa agua caliente bastante tiempo, la restregué con las dos esponjas, le eché bar keeper y la volví a restregar con la esponja metálica. Luego la lavé normal con jabón y mira como quedó.

- Pues se ve como nueva.

- Sí, ahora tenemos olla de presión, chiquita pero rendidora.

- Bueno, está bien.

De hecho la usaba, pero resulta que el pitido de la olla asustaba a Lucy y dejó de utilizarla porque no le gustaba que el animalito se pusiese inquieto, la reactivó luego de su fallecimiento.

Los fines de semana y feriados acostumbrábamos a pasear a Lucy por los jardines y el estacionamiento del edificio de oficinas que está al otro lado de la avenida. Siempre lo hacía yo, pero por alguna razón, ese sábado del 2020 Gitty fue la que se llevó a Lucy y me envía esta foto:

La llamé y le pregunté:

- ¿Y ese mueble?

- Lo botaron de una de las oficinas y lo dejaron ahí para que alguien se lo lleve, o al menos eso es lo que dice el papel,"free."

- ¿Quieres que lo vaya a buscar?

- Sí, pero tienes que traer el carro, porque es bien pesado y no lo vas a poder llevar cargado al apartamento.

- Entonces voy para allá.

Recogí unos trapos para ponerlos en el techo del carro con la finalidad de evitar rayones y fui a las oficinas.

Se hizo un poco difícil el proceso, pero pude montar el mueble en el techo, amarrarlo y llevarlo al edificio, luego tuve que subirlo por las escaleras, cosa algo complicada por el peso de semejante pieza que es de casi dos metros de altura, pero al final logré meterlo al apartamento y Gitty se puso a limpiarlo casi de inmediato. Luego lo convirtió en biblioteca y pudimos poner allí algunos de los libros que tenemos.

De la misma forma, siempre estaba pendiente de eventos gratis, bancos de comida y banquetes regalados. Así fuimos a unas cuantas reuniones gratis, como cuando cambiaron a la empresa recolectora de basura en la ciudad y para celebrar el acontecimiento esa compañía preparó un evento en el centro comunitario de Tukwila donde hubo parrilla gratis para todo el que fuera.

Asimismo, se enteró, gracias a su amiga, la señora Isabel, que una iglesia protestante en Issaquah reparte pavos con todo y relleno para el día de Acción de gracias, como se ve en el papel que inicia el capítulo y gracias a esa repartición nunca tuvimos que comprar pavo porque ella tenía el suyo gratis.

Eso de buscar cosas recuperables en la basura nos dio nuestro primer árbol de navidad, que fue uno que alguien había desechado y lo dejó a un lado del contenedor. Cuando Gitty lo vio dijo:

- ¡Este mismo es!

Y ese fue nuestro arbolito hasta que compré uno nuevo.

Como no me canso de repetir, Gitty era una mujer de múltiples recursos y nunca se le murió el gallo en la mano. Una de las muchas razones por las que fue tan extraordinaria. 



 
 

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